¿Por quién murió Cristo?
| Gabriel Mª Otalora
Hay temas cuya importancia les hace merecedores de mayor espacio para la reflexión y divulgación que otros. Bien lo saben los profesionales de la prensa. Uno de ellos, al menos para mí, es el gesto de Francisco de aceptar una cita litúrgica que Joseph Ratzinger antes y después de ser Papa se empeñó en modificar en la Consagración del vino”... esta es mi sangre derramada por vosotros y por muchos...”. Hasta Juan Pablo II se refería a la entrega de Cristo “para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres".
La noticia que quiero remachar en torno a esto es la publicación del nuevo Misal elaborado por la Conferencia Episcopal italiana que será de uso obligatorio a partir del próximo Domingo de Pascua 2021. El Papa Francisco les agradeció a los obispos el cambio litúrgico (Cristo murió por todos) ya ello supone modificar la involución perpetrada y darle continuidad a la aplicación del Vaticano II. Porque este es un tema de fondo, no solo de forma.
Curiosamente, ya en tiempos pretéritos dicha Conferencia Episcopal italiana votó mayoritariamente en contra del cambio propuesto por Ratzinger. Lo recogí en el libro La revolución del laicado (San Pablo, 2018): La cuestión del pro multis se puso a votación durante la asamblea plenaria de la conferencia episcopal italiana en 2010). Y, según los datos filtrados por el vaticanista Sandro Magister, de los 187 votantes, 171 votaron a favor de per tutti. Un rechazo al cambio pretendido por Benedicto XVI que ya se había dado en las Conferencias episcopales regionales italianas. La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo como “por todos”.
Ahora, con esta decisión del Episcopado Italiana refrendada por Francisco, Jesús Martínez Gordo ha publicado un excelente artículo -yo lo llamaría ensayo por sus excelentes explicaciones y contenido- que pone las cosas en su sitio desde el campo de la teología. Publicado en Religión digital, el título lo dice todo: "¿'Por todos' o 'Por muchos'? La 'contrarreforma litúrgica de Benedicto XVI".
No puede entenderse que existan personas que queden excluidas del Mensaje al existir dudas por cambiar el texto de la Consagración sin resaltar debidamente la universalidad de la salvación. Sería tanto como subvertir el mensaje central del evangelio y del papel de Dios en la historia de la humanidad, con Jesús que no paraba de insistir en que le preocupaban más lo enfermos que los sanos, en clara alusión a las “ovejas perdidas” y a que no se pierda ni una “de las que mi Padre me ha confiado”.
Esta era la razón por la que muchas Conferencias episcopales estatales se resistieron a la decisión de Ratzinger y que no la aplicaran. Tampoco la italiana, como ya he comentado. Martínez Gordo destaca un elemento formal tampoco desdeñable. Y es el método empleado para dicha imposición contra el Concilio Vaticano II que "reconocía a las “autoridades eclesiásticas territoriales” la competencia sobre la traducción y la adaptación de los textos litúrgicos. Sin embargo, Benedicto XVI eligió el camino inverso: el que iba del centro a la periferia, minando, de esta manera, la reciprocidad entre el Papa y la colegialidad de los obispos sucesores de los apóstoles puestos al frente de las Iglesias". Una verdad proclamada por el Vaticano II que Francisco trata de no desvirtuar.
Esperemos que la reforma eucarística ideada por J. Ratzinger (2006), que volvió a la carga siendo Papa, proclamando que Cristo murió por muchos en lugar de por todos, tenga los días contados también en España. Cuando pregunto a algunos replicantes por este dislate te responden que el término “muchos” no se utiliza aquí en contraposición a “todos”, sino frente a “pocos”. Incluso argumentan que el concepto “muchos” equivale a “todos”. Entonces, ¿para qué marear el tema y no dejarlo en su sentido de la universalidad del amor de Dios expresado por San Pablo y recogido nada menos que en las palabras de la consagración? Dios invita a todos al Banquete; esta es nuestra fe y el atractivo de la Buena Noticia que debemos evangelizar. La respuesta es otro cantar.