Final de trayecto

Walter Benjamin hizo un minucioso análisis de la sociedad del capitalismo industrial que desemboca en el crack del 29 atendiendo a los aspectos culturales, sociales, artísticos y espirituales. Su obra magna debía haber sido El libro de los pasajes, pero quedó inédito al morir perseguido por la policía franquista. Años después, con la participación de Adorno, se hizo una edición de los papeles que debían conformar la obra. La edición española ocupa más de 1000 páginas densas donde Benjamin pone su agudeza crítica en el análisis de la estructura socio-cultural que permite el auge del capitalismo. Los pasajes de París, esos bulevares cerrados con hierro y cristal donde se refugian las tiendas, dan el motivo para abrir una profunda reflexión sobre lo que Weber llamó "espíritu del capitalismo", pero removiendo la tesis weberiana sin nombrarla. Ya había dado al traste con la tesis de Weber en "El capitalismo como religión", donde apunta que el capitalismo es una religión de puro y mero culto, que convierte la culpa en deuda y la deuda en culpa, parasitando al cristianismo hasta fagocitarlo, como hizo también con el resto de religiones con las que se ha encontrado. El capitalismo es una religión sin dios, todo en ella es rito, mito y culto, una acción constante que lleva al frenético hacer reproductivo del capital. El capitalismo es un tren sin frenos que avanza incrementando la velocidad. Solo parará cuando convierta todo en combustible o cuando descarrile.

En los inicios del siglo XXI se ha producido la aceleración más grande de la reproducción del capital en toda la historia. La Reserva Federal de Sant Louis ha publicado los datos a 1 de octubre de 2014 y no dejan lugar a dudas: la producción de masa monetaria se ha cuadruplicado desde comienzos de la crisis de 2008. Hoy hay 4,4 billones españoles, no americanos, de dólares. En 2008 había 821 mil millones, en sólo 6 años se ha multiplicado por cuatro, pero es que el acumulado de masa monetaria desde 1945, cuando se crea esta reserva federal, era de 817 mil millones hasta la crisis. Para resolver la crisis se creó en un año la misma cantidad de dinero que en los 60 anteriores y después se ha seguido por esa senda. El capitalismo ha conseguido todos sus objetivos estratégicos y lo ha hecho de la mano de una poderosa hegemonía ideológica y cultural, el neoliberalismo.

A lo largo de los últimos 25 años, el capitalismo neoliberal ha conseguido cuatro victorias que le permiten asentarse como el único modelo socio-cultural-económico posible. La primera fue la victoria ideológica tras la caída de la Unión Soviética. El capitalismo quedó como el único sistema viable a ojos de la inmensa mayoría. La segunda victoria fue la legal: desregulación internacional en el ámbito laboral, ambiental, social y económico. La tercera victoria fue la financiera, consiguiendo que las finanzas gobiernen la economía real. La cuarta victoria fue la victoria cultural, imponiendo un modelo humano que destruye las bases sociales tradicionales y permite el surgimiento de un tipo humano nuevo: el poshumano. Con estas cuatro victorias el capitalismo ha conseguido llevar la producción a lugares donde los derechos están prohibidos, el dinero a lugares donde el secreto es sagrado, y la política a los consejos de administración de las grandes empresas. El capitalismo ha vencido y ha conseguido todos sus objetivos, pero a costa de acabar con el tren sobre el que avanza a toda velocidad. Nunca en la historia de la humanidad hubo más desigualdad en el mundo, según el Informe de Desarrollo Humano de Naciones Unidas; nunca hubo tanto sufrimiento por causa de la organización económica; nunca hubo tanta miseria; nunca hubo tantas guerras y conflictos; y nunca estuvo, como está, el Planeta al borde del colapso medioambiental y climático.

El capitalismo ha vencido, pero todos hemos perdido. Para Benjamin, la revolución era el freno de emergencia, solo eso, pero freno al fin, que para el tren. Necesitamos un freno, pero a la vez un maquinista, un freno con cabeza, para dirigir el tren mientras para.
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