La verdadera familia cristiana
Hace cuatro años que publiqué mi libro Descodificando a Jesús de Nazaret. En aquel tiempo me resultaba impensable que la Iglesia diera el giro que hemos visto con la elección de Francisco y lo mucho y bueno que esto nos ha traído, especialmente en lo referente a la dogmática, la moral y la familia. Hemos asistido a la relativización del dogma, es decir, a la puesta en su lugar del mismo. Dogma, del griego doxa, opinión, no es una verdad que debe ser creída a pies juntillas por todos. Es un instrumento eurístico para ir avanzando en la búsqueda de la verdad, búsqueda que debe hacerse de forma conjunta entre todos. Por tanto, los dogmas son enunciados provisionales (de ahí su necesidad) que expresan los contenidos de la fe. Ha sido habitual en la Iglesia católica caer en la tentación de absolutizar las fórmulas de la fe, los dogmas, elevándolos a una categoría donde no son útiles, transformándolos así en ídolos, pues suplantaban la realidad última y definitiva de Dios, el único al que se debe culto de latría. Cualquier culto de latría a realidad distinta de la divina es idolatría.
En el ámbito de la moral, especialmente en la sexual, también está habiendo un cambio importante. Hemos ido dejando atrás aquellos tiempos en los que los temas anejos a la sexualidad: anticonceptivos, aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo, relaciones prematrimoniales, masturbación, eran tabú, es más, había un consenso tácito en que no se podía ser católico sin negar la posibilidad de cualquiera de estas cuestiones. Hoy se ha abierto una fisura en el férreo argumentario católico y empiezan a verse otras opciones. Algún cardenal ha afirmado que puede haber más amor cristiano en una pareja no canónica que en una canónica, lo cual indica que el sentido común empieza a tener voz entre la jerarquía. Otros jerarcas han abierto la puerta conceptualmente al sacerdocio de la mujer, al matrimonio cristiano entre personas del mismo sexo, a las relaciones prematrimoniales, a los anticonceptivos y hasta al aborto en algunas circunstancias. Es decir, lo católico ya no tiene por qué identificarse con lo reaccionario ni con posiciones ultramontanas. La Iglesia católica empieza a cribar la paja y quedarse con el grano.
Sin embargo, el problema central de todo esto está en el tema de la familia, de cómo se entiende la familia cristiana. En el libro que he citado hago una incursión en cómo Jesús destruyó los pilares de la familia tradicional patriarcal para sentar nuevas bases donde apoyar la familia para sus seguidores. La familia que Jesús propone nada tiene que ver con lo que hoy cualquiera creería que es una familia cristiana, probablemente sea justo lo opuesto. Si analizamos todos los pasajes de los evangelios donde Jesús habla de familia, en ninguno de ellos hace comentarios laudatorios, al contrario, son invectivas contra la familia tal como se entendía: ¿quienes mi madre y mis hermanos? Deja que los muertos entierren a sus muertos. El que no aborrece a su padre y a su madre no es digno de mí, etc. Nunca, en ningún pasaje, habla bien Jesús de la familia. Solo acepta una nueva relación familiar cuando ya nada tiene que ver con la presencia de un paterfamilias que impone su voluntad. La familia de Jesús es una fraternidad y sororidad de iguales donde acceden por derecho propio los marginados sociales y religiosos. Los miembros de esta nueva familia son el varón eunuco, aquél que no puede generar su propia familia, las mujeres sin validez reproductiva, prostitutas y marginadas, los niños, necesitados y abiertos a lo nuevo, y los enfermos y pecadores. Se trata de una familia que no se genera mediante la violencia reproductiva del varón, sino mediante la solidaridad y misericordia humanas.
Resulta bastante curioso que siendo esa la familia que reflejan los evangelios como querida por Jesús, la familia propuesta por la Iglesia difiera tanto de ella. Cabría pensar que estaría más en consonancia con la propuesta jesuana una familia donde las uniones sexuales no sean determinantes, donde las relaciones se establezcan sobre bases solidarias y donde el amor (eros, filia y agape) es el vínculo principal para su existencia. No deja de ser sintomático que el derecho canónico no reconozca al amor un lugar central en la constitución del matrimonio, pero es más interesante ver cómo a lo largo de la historia de la Iglesia se han constituido nuevas realidades familiares que están más en consonancia con las de Jesús y menos con la dogmática oficial, como son las órdenes religiosas. ¿Qué son las órdenes monásticas o conventuales sino una nueva forma de familia unida por lazos de amor y no por vínculos reproductivos y donde la solidaridad y la misericordia son el nexo que mantiene esa familia?
Es evidente que la Iglesia debe cambiar de forma radical su propuesta de familia, el modelo que acepta como tal y la expresión pública del mismo. No sé qué saldrá de este sínodo, pero lo que sí sé es qué debe modificarse en los próximos años en la propuesta oficial de la Iglesia sobre la familia:
1. Debe analizarse si la familia es un vínculo sexual o es otra cosa.
2. Si el vínculo sexual debe estar reducido o no a la reproducción.
3. Si la reproducción es un fin o más bien un medio.
4. Si la familia es un fin o más bien un medio.
5. Si el proyecto último es el Reino de Dios o familias monogámicas heterosexuales.
Estos y otros temas deben ser abordados por todos, sin restricciones, como ha querido el papa Francisco con el sínodo, pues resulta de crucial importancia que dejemos de hacer propuestas que pueden estar en contradicción con el evangelio o no son adecuadas para la evangelización.
Publicado originalmente en: http://blogs.21rs.es/bernardoperez/2014/10/11/la-verdadera-familia/#more-145