Navidad o la humildad de Dios
Son muy numerosos los santos y santas que nos invitan a vivir el gozo de la Navidad desde la perspectiva de la humildad. Quizá el más emblemático y popular es san Francisco de Asís. Así nos lo recuerda el papa Benedicto XVI cuando reconoce que «el particular e intenso clima espiritual que rodea la Navidad se desarrolló en la Edad Media, gracias a san Francisco de Asís, que estaba profundamente enamorado del hombre Jesús, del Dios-con-nosotros» (Audiencia General del Miércoles 23 de diciembre de 2009). Se cuenta que mientras recorría la pequeña población de Rieti en el año 1223, la Navidad lo sorprendió en la ermita de Greccio y fue allí donde tuvo la inspiración de reproducir en vivo el nacimiento de Jesús. Una preciosa tradición que debemos conservar.
Animo a las familias a colocar el pesebre en sus hogares. Que la contemplación del nacimiento, como a San Francisco, nos acreciente el deseo de experimentar de forma concreta, viva y actual la humilde grandeza del acontecimiento del nacimiento del Niño Jesús y el deseo de comunicar su alegría a todos.
Pienso también en santa Teresita de Lisieux que como religiosa carmelita descalza tomó el nombre de Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, uniendo en el nombre la humildad de Jesús Niño y la tremenda humillación del Dios-hombre en la Pasión. Ella, que es también doctora de la Iglesia, supo vivir y dar testimonio de lo que llamaba «su camino», la «infancia espiritual», que se aprende meditando el misterio de Navidad en el cual Dios por nosotros se hizo pequeño y frágil.
«Esto es un gran misterio –dijo el papa Francisco en la Navidad del año 2015- ¡Dios es humilde! Nosotros, que somos orgullosos, estamos llenos de vanidad y nos creemos grandes… ¡no somos nada! Él es grande, es humilde y se hace niño. ¡Esto es un verdadero misterio! Dios es humilde. ¡Esto es hermoso!».
En el tiempo navideño recordamos especialmente su infancia: un niño Dios que quiere cautivar nuestra atención y nuestros corazones. Estos días de Navidad regalémonos tiempo para contemplar a este Dios que se ha hecho niño para acercarse totalmente a nosotros. Este niño Dios, que nos impulsa a acoger las necesidades de los que nos rodean. En este sentido, doy las gracias a Dios por poder contar en Barcelona con una obra diocesana centenaria a favor de los niños enfermos o discapacitados, que precisamente lleva el nombre del niño Dios: la Fundació Nen Déu.
Decía el papa Francisco, en la alocución que he citado: «Es una buena costumbre que los padres y abuelos tienen: mirar a los niños, mirar lo que hacen, mirarlos a ellos. Así descubrimos, sobre todo, que los niños requieren nuestra atención. Ellos tienen que estar en el centro».
Esta Navidad, os animo a contemplar con gozo a nuestros niños y a descubrir en ellos la mirada del niño Dios, y que así también sean centro de atención nuestros ancianos y aquellos que padecen la soledad.
Os deseo a todos una santa y feliz Navidad. Que Dios os conceda su paz.
Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona