Respetar la honra de todos

En las novelas de Agatha Christie y en muchas películas la trama se desarrolla de modo que parece que el malvado es quien va ganando. A base de engaños, si hay sospechas sobre él, disimula, prepara pistas falsas y trata de escapar a su responsabilidad. Al final, sin embargo, el detective logra atraparlo en sus falsedades y es detenido.

Se ha hecho justicia, y esto congratula a los espectadores, porque la justicia la percibimos como una necesidad para vivir en sociedad. Solamente castigando el mal podemos llevar una vida tranquila y segura.

Los jueces no serían necesarios, dicen los clásicos, si nos comportáramos correctamente. Aristófanes dice que «las buenas personas, aunque todas las leyes fueran abolidas, se comportarían del mismo modo». Y Platón escribió: «Los buenos ciudadanos no necesitan leyes para actuar con responsabilidad, y los malos buscan la manera de saltárselas.»

Cuando la Biblia se refiere a hombres justos muchas veces equipara este término a santos, y en este sentido la Iglesia Católica considera que «la virtud moral consiste en la constante voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.»

Nunca como en nuestra generación se ha reivindicado tanto la justicia; sin embargo, quizá nunca se ha faltado tanto a ella. Me refiero a la justicia social, que la ley de la oferta y la demanda no puede desconocer; pero también a la justicia personal, por ejemplo respetando el buen nombre de cada persona.
En la época de Internet y de mensajes cruzados en todas direcciones, es habitual ver como se calumnia o se injuria a quienes piensan distinto. Ser justos alcanza también a estas prácticas hoy tan extendidas. La honra de las personas debe ser respetada siempre.

La Iglesia defiende, basándose en los hechos y las palabras de Jesucristo, que hay algo superior a la estricta justicia, algo que no la desmiente sino que la supera, la caridad. Ella brota de un corazón compasivo que no mide, ni pesa, sino que ayuda. Así nacieron tantas iniciativas sociales, como hospitales, orfelinatos, escuelas, comedores sociales, que auxilian a los necesitados.

Deseo animar por tanto el trabajo indispensable de las fuerzas de orden público, legisladores, abogados y magistrados en su lucha por la justicia, y al mismo tiempo agradecer la labor de quienes entregan su tiempo a otros yendo más allá de lo que en justicia deben, movidos por la caridad que tiene en Jesucristo su expresión máxima: entregar la vida por los demás.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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