El cardenal Cisneros
Un enjundioso dossier divulgativo sobre esta efemérides trae como pórtico el siguiente párrafo:
Cisneros deslumbra. Alumbra. Incluso abruma. Por la Biblia Políglota. Por la universidad de Alcalá. Por el rito mozárabe. Por lanzarse al Nuevo Mundo. Por su espíritu reformador. En algunos casos, por delante de Trento. Con sus sombras, las de la Inquisición. Aplaudido y reconocido por su gestión política. Más que merecido. Hombre de Estado, esos que escasean en cualquier bancada de cualquier parlamento. El bien común y la justicia como máximas para la estabilidad y la convivencia social. Que llevó hasta el extremo en su idea de España y en su vida cotidiana. En plena epidemia de corrupción, Cisneros cumple 500 años de integridad, de honestidad. Siervo de Dios y de su pueblo.
Sin duda, Cisneros es quizás, el eclesiástico más impoluto que haya ejercido el poder político sin mancharse ni con la vanidad, ni con el olvido de los más pobres, ni con el virus de aprovecharse para sí o para los suyos los bienes efímeros de la tierra. Cura sobresaliente, humilde franciscano, llegó a las más altas cotas del poder religioso y político en hora clave de la historia española y de América.
Culto, cultísimo, visionario y emprendedor, austero consigo y con los que lo rodeaban, tuvo intuición certera sobre el destino del indígenas del Nuevo Mundo cuando todavía existían muchas dudas acerca de sus derechos elementales.
Su obra cultural perdura como fundador de la Universidad de Alcalá y en la magna obra de la Biblia Políglota. Reformador religioso exigiendo autenticidad a clérigos y frailes, restaurador del rito hispano mozárabe, todo ello antes del cisma luterano (1521) y de la iniciativa restauradora del Concilio de Trento (1541). Fue confesor de la reina Isabel la católica, evanglizador del reino de Granada recién conquistado al dominio musulmán, defensor de los pobres y de los indios americanos.
En España se preparan diversas conmemoraciones que bien valdría la pena que en este lado del Atlántico no pasara desapercibida su figura en tiempos en los que ser honesto y hombre de Estado sin ambiciones personales no parecen ir a la par.
Encontramos similitudes entre Cisneros y Bergoglio, pues ambos tomaron el nombre de Francisco como sello de sus vidad; con dos pasiones: los ojos fijos en Jesús y al mismo tiempo con los ojos filos en el pueblo, con olor a oveja, sirviendo a todos con ternura y misericordia. Lecciones de ayer y de hoy, que nos abren a la esperanza en estos tiempos recios de populismos y dictaduras.