"Perder sus privilegios de excepcionalidad en una Iglesia de hermanos" Francisco obliga al Opus a refundarse a sí mismo
"Fueron ganando cada vez mayores espacios de poder-servicio eclesiales. Les llamaban la 'santa mafia'. Eran una especie de Iglesia dentro de la Iglesia"
"La imagen pública y eclesial de la Obra (sobre todo en España) fue siempre muy mala. Ellos decían que 'adulterada' a posta por sus enemigos"
"El Papa polaco (miembro de la minoría perdedora del Concilio) llegó al timón de la Iglesia con un objetivo claro: la restauración o la involución. Y, para eso, se apoyó a fondo en sus tropas de élite: los nuevos movimientos, comandados por el Opus"
"¿Cómo resolver estas incongruencias? La solución al problema es típicamente bergogliana: Yo no voy a llevarme todas las tortas resolviéndolo; háganlo ustedes mismos, adaptando sus propios estatutos y decidiendo qué van a hacer. Eso si, bajo mi control, viene a decir el Papa, en una de sus jugadas maestras a las que ya nos tiene acostumbrados"
"El Papa polaco (miembro de la minoría perdedora del Concilio) llegó al timón de la Iglesia con un objetivo claro: la restauración o la involución. Y, para eso, se apoyó a fondo en sus tropas de élite: los nuevos movimientos, comandados por el Opus"
"¿Cómo resolver estas incongruencias? La solución al problema es típicamente bergogliana: Yo no voy a llevarme todas las tortas resolviéndolo; háganlo ustedes mismos, adaptando sus propios estatutos y decidiendo qué van a hacer. Eso si, bajo mi control, viene a decir el Papa, en una de sus jugadas maestras a las que ya nos tiene acostumbrados"
Desde sus inicios se creyeron especiales: los únicos, los puros, los limpios, los superiores, los elegidos. Como dice 'Camino, su libro de cabecera', la élite de la Iglesia frente a la “clase de tropa”. En los seminarios sólo buscaban a los mejores (a los que sacaban mejores notas, no a los que tenían mejor corazón). Y, en la vida civil, lo mismo. Y, poco a poco se fueron endiosando. Y alcanzando el poder en estado puro: tanto el político como el social y, sobre todo, el religioso.
Con técnicas de cooptación que convertían al Opus en una maquinaria bien engrasada. Una vez que alguien de la Obra ocupaba un cargo, pertenecía a perpetuidad a la organización y el que lo ocupaba iba colocando a su alrededor a sus 'compañeros'.
Con estas y otras técnicas y con su enorme capacidad de trabajo, constancia y perseverancia (al igual que el burro en la noria), fueron ganando cada vez mayores espacios de poder-servicio eclesiales. Les llamaban la 'santa mafia'. Eran una especie de Iglesia dentro de la Iglesia.
Tal ocupación sistemática de puestos y prebendas les llevó a ser detestados por muchos eclesiásticos, sobre todo en España, donde los obispos no los recibían de buen grado en sus diócesis. Porque, además, escapaban a su control directo y dependían de las órdenes y consignas de su 'prelado'.
La imagen pública y eclesial de la Obra (sobre todo en España) fue siempre muy mala. Ellos decían que 'adulterada' a posta por sus enemigos. Y lo intentaron todo para cambiarla, presionando a directores de medios u obligando a sus empresas a echarlos (que se lo pregunten al jesuita Pedro Miguel Lamet que, en aquella época, dirigía Vida Nueva). No consiguieron gran cosa en cuanto a su lavado de imagen, pero no les importó demasiado, porque, pronto llegaría al solio pontificio su gran patrón y máximo aliado: Juan Pablo II.
El Papa polaco (miembro de la minoría perdedora del Concilio) llegó al timón de la Iglesia con un objetivo claro: la restauración o la involución. Y, para eso, se apoyó a fondo en sus tropas de élite: los nuevos movimientos, comandados por el Opus. En el modelo polaco, transplantado a la Iglesia universal, la Obra se dedicaría a los suyos (las clases altas) y los Neocatecumenales de Kiko Argüello, a las clases medias y bajas, escoltados por cielinos o focolares.
La promoción wojtyliana a sus tropas de élite fue aplastante e inmediata: cargos, puestos, nombramientos...Y, sobre todo, estatutos canónicos especialísimos y, para refrendarlos como cosa de Dios, canonizaciones exprés. Primero, la de su santo fundador, Escrivá, y, después, la de su sucesor, Alvaro del Portillo, asi como la de otros muchos miembros de la Obra.
Ésta, por su parte, se encargó de facilitar los procesos de beatificación y canonización con todo tipo de medios materiales.Y el dinero siempre les sobró. De hecho, en aquella época se llegó a decir que, con el dinero del Opus, se había salvado al Vaticano de la quiebra ocasionada por el mafioso monseñor Marcinkus, señor del IOR. Juan Pablo II fue su Papa y, por eso, promovieron durante su vida el 'Totus tuus' y, tras su muerte, el 'santo subito'.
Con Benedicto XVI continuó su época dorada, pero de una forma más callada y sutil, ocupando sobre todo los segundos y terceros puestos de los escalafones de la Curia vaticana y de las curias diocesanas de medio mundo. Apoyados en su gran soporte canónico: su Prelatura personal, única e intransferible. Un cajón especial en el complejo universo canónico, que los colocaba por encima incluso de los obispos diocesanos y a resguardo de cualquier veleidad vaticana.
Per, con la llegada de Francisco al solio pontificio, la Iglesia dejó el modelo imperial y de cristiandad polaco, para pasar a intentar ser una Iglesia en salida, samaritana, más laical y menos clerical. Y en este nuevo modelo, ni el estatus ni la estructura de la Obra encajaban.
Y llegó el decreto 'Ad charisma tuendum' del Papa Francisco, para obligarles a poner orden en su seno. Porque el Papa viene a decirles: Tienen ustedes un gran problema. Por un lado, la Prelatura es clerical (por eso depende del dicasterio del Clero) y no es asimilable a una Iglesia diocesana, pero el 95% de sus miembros son laicos, que cooperan orgánicamente (¿?) con la Prelatura.
¿Cómo resolver estas incongruencias? La solución al problema es típicamente bergogliana: Yo no voy a llevarme todas las tortas resolviéndolo; háganlo ustedes mismos, adaptando sus propios estatutos y decidiendo qué van a hacer. Eso si, bajo mi control, viene a decir el Papa, en una de sus jugadas maestras a las que ya nos tiene acostumbrados.
Es decir, el Opus Dei ha de desarrollar su carisma de santificación del trabajo y preocuparse menos de ensalzar a monseñor Escrivá y de jerarquizar su Obra. Por ejemplo, la autoridad y la división del trabajo por sexo y rangos académicos son elementos vigentes en su seno, pero no acordes con los signos de los tiempos ni con lo que demanda el Evangelio. Y así...sucesivamente.
En definitiva, el Opus pierde su privilegio de excepcionalidad, en una Iglesia donde no puede haber clases, porque es una Iglesia de hermanos y, por lo tanto, de iguales, de “clase de tropa”. ¡Ya iba siendo hora!
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME
Etiquetas