Romero en Aparecida y samaritano del 'crack'

Regresó como romero papal a la Aparecida de la que el cardenal Bergoglio salió hace 6 años convertido en un referente de la Iglesia latinoamericana. Después de haber hecho encaje de bolillos y haber conseguido consensuar un documento que volvía a conectar con Puebla o Medellín, las reformistas cumbres del episcopado americano. Un documento de síntesis y de suma. Con la fusión, en equilibrio sorprendentemente estable, de los dos modelos de Iglesia: el conservador y el moderado-progresista.

Un documento profético y premonitorio. De cardenal, Jorge Mario consiguió aquí ese milagro. De Papa, vestido de blanco, vuelve a su Aparecida, a postrarse ante la virgen negra. Para volver a conseguir el milagro de la fusión de los dos modelos, de las dos formas de ser y de hacer iglesia.

Tras la época de la tesis reformista de los papas del Concilio (Juan XXIII y Pablo VI), vino la antítesis conservadora de los papas del postconcilio (Juan Pablo II y Benedicto XVI). Le toca, ahora, a la síntesis siempre pacificadora. De la mano de Francisco, el “Papa dos probes”, se trata de sumar, unir, hacer converger. Dejar de mirarse al ombligo de las diferencias internas para unirse y convertirse en levadura compacta que vivifique la masa y la salve.

El enemigo (si lo hubiese) no está fuera, pero mucho menos, dentro. Se acabó la época de las peleas intestinas debilitadoras. Ha llegado la hora de remar todos en la misma dirección. Francisco quiere una Iglesia inclusiva, casa común, de todos y para todos. Eso sí, con ático para los pobres y atrio para los gentiles.

Ese es el programa que vino a lanzar a Aparecida, especialmente dirigido a los jóvenes. Con sus ya famosas tripletas: Convertirse a la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir en la alegría. Con jóvenes cristianos que sean “luceros de esperanza”, para que actúen de “motores potentes de la Iglesia y de la sociedad”.

“Los leprosos de hoy”

El documento que el entonces cardenal Bergoglio tejió en Aparecida en 2007 está empapado de Teología popular, una hija de la Teología de la Liberación sin connotaciones políticas, pero, como ella, con una apuesta clara y decidida por la “opción por los pobres”. O dicho de otra forma, “ora et labora”. Por la mañana, el Papa rezó ante la Virgen negra y, por la tarde, secó las lágrimas de dolor de los malditos del 'crack', acogidos, para su reinserción, por el franciscano Francisco Belotti.

El Padre Belotti les llama “los leprosos modernos”, los adictos de una pandemia que afecta al 3% de la población brasileña y que, según el fraile carioca, sólo tienen cuatro salidas: la cárcel, el psiquiátrico, el cementerio o la recuperación.

Y Francisco volvió a echar esperanza y consuelo a los desesperados de la droga. Parecidos a aquellos que, de la mano del Padre Pepe, iba a visitar en las villas miseria de su Buenos Aires. Aunque en su tierra al crack se le llame 'paco', su espiral de muerte es la misma. Le conoce la cara. Quizás, por eso, le echó más compasión todavía. Y sembró esperanza enttre los muchachos, al tiempo que daba un empujón al Padre Boltelli, uno de los buenos samaritanos de la Iglesia brasileira. “Su presencia es una señal de que Dios nos está bendiciendo”, proclamaba el religioso.

José Manuel Vidal
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