Silencio bochornoso ante la responsabilidad in eligendo e in vigilando de monseñor Catalá Vergonzosa, ridícula y antievangélica actitud del episcopado ante el caso del cura depredador de Málaga
"¿Quién eligió la estrategia comunicativa del silencio, de la opacidad y de la falta de transparencia?"
"Infame, porque olvida, ningunea y revictimiza a las víctimas del sacerdote depredador. Infame, porque el silencio no es de recibo ante un caso tan grave. Infame porque ahonda la vergüenza de los católicos y pone en bandeja una ocasión más para el escarnio público de los no creyentes"
"Mejor aún, debería haber bajado a la sala de prensa, el propio monseñor Catalá, vestido de saco y ceniza y, tras pedir perdón a las víctimas, reconocer que no supo cumplir sus labores ‘in vigilando’"
"En casos como éste, prima la ley sagrada del funcionariado clerical: Obispo no come obispo. Es decir, entre funcionarios se protegen. Hoy por ti y mañana por mí"
"Mejor aún, debería haber bajado a la sala de prensa, el propio monseñor Catalá, vestido de saco y ceniza y, tras pedir perdón a las víctimas, reconocer que no supo cumplir sus labores ‘in vigilando’"
"En casos como éste, prima la ley sagrada del funcionariado clerical: Obispo no come obispo. Es decir, entre funcionarios se protegen. Hoy por ti y mañana por mí"
Con todo el respeto, pero tengo que decir que la respuesta que ha dado la Conferencia episcopal española (por boca de su portavoz y secretario, monseñor García Magán) al casa del cura depredador de Málaga es vergonzosa, amén de ridícula estratégicamente hablando.
Tras la que está cayendo con los abusos grabados por el cura depredador sexual de Málaga, cuyo caso ha hecho el tour de todas las televisiones de España y de medio mundo, el portavoz de los obispos no tiene nada que decir. Se comprometió a no decir nada, con la peregrina excusa de que el caso está ‘sub iudice’. ¡Qué papelón!
Como si el santo pueblo de Dios, escandalizado hasta las trancas, no necesitase unas palabras de aliento. Como si la sociedad española, igual de escandalizada, no exigiese que el vocero del episcopado se explicase. Y a fondo.
¿Quién eligió la estrategia comunicativa del silencio, de la opacidad y de la falta de transparencia? Es decir, más de lo mismo y de lo de ‘siempre se hizo así’. Ése era el viejo sistema clerical del encubrimiento. ¿No habíamos quedado en que habíamos pasado al sistema de la 'tolerancia cero'? ¿No estaban en la Permanente algunos obispos del Papa, que predica con el ejemplo y pide transparencia total, y más en estos casos?
Puede que la decisión estratégica del silencio se votase y los ‘fracisquitas’ perdiesen. Si así fuese, ¿Omella y Cobo van a seguir callados y avalando con su silencio esta estrategia infame?
Infame, porque olvida, ningunea y revictimiza a las víctimas del sacerdote depredador. Infame, porque el silencio no es de recibo ante un caso tan grave. Infame porque ahonda la vergüenza de los católicos y pone en bandeja una ocasión más para el escarnio público de los no creyentes.
Muchos católicos estábamos esperando que el portavoz de los obispos pidiese humildemente perdón a las víctimas y a la sociedad, y, profundamente compungido, expresase su dolor y hasta su rabia por los crímenes de uno de los suyos.
Que pidiese perdón por la irresponsabilidad del obispo, monseñor Catalá, in eligendo, dado que el cura comenzó a delinquir nada más ser ordenado. ¿Dónde están los filtros del seminario? ¿Se pidieron informes a los Trinitarios, donde había estado y de donde lo habían invitado a irse? ¿Se tuvieron en cuenta esos informes? ¿Por qué se le acoge en Málaga? ¿Sólo por aumentar la cifra de seminaristas?
Mejor aún, debería haber bajado a la sala de prensa, el propio monseñor Catalá, vestido de saco y ceniza y, tras pedir perdón a las víctimas, reconocer que no supo cumplir sus labores ‘in vigilando’. Y, por lo tanto, allí mismo debería haber presentado su renuncia al Papa, por negligencia grave, motivo que Francisco acaba de tipificar como suficiente para que un obispo se vaya a su casa.
Por supuesto, Catalá no bajó y Magán, lo único que se atrevió a susurrar es que “rechazaba y condenaba” esas conductas. Pa chasco. Y, encima, quiso dejar bien claro que el rechazo y la condena era sólo a nivel personal.
¿Saben qué pasa? Pues que, en casos como éste, prima la ley sagrada del funcionariado clerical: Obispo no come obispo. Es decir, entre funcionarios se protegen. Hoy por ti y mañana por mí. Y la protección del colega obispo está por encima de la defensa de la institución eclesial, a la que tanto dicen amar.
Vergonzosa actitud, pues, para los católicos y ridícula, para cualquier profesional de la comunicación. ¿En qué gabinete de crisis se recomienda el silencio ante un caso de este tipo? Esa actitud ahonda más el descrédito y la falta de confianza en la Iglesia. ¡Y no anda muy sobrada ni de credibilidad ni de confianza social!
Ya va siendo hora de que alguien les diga a los obispos de la Permanente que, con su dinámica del silencio ante el caso del cura depredador de Málaga, han echado barro (más barro, toneladas de barro y cieno) sobre la imagen pública de la institución. ¿Tanto les cuesta pedir perdón? ¿Tanto les cuesta humillarse? Si ni siquiera son capaces de cumplir con el mandato evangélico a nivel de palabras, ¿qué harán a nivel de obras? Por eso, el pueblo suele retratar a los clérigos con este refrán: ‘Haz lo que yo digo, pero no hagas lo que yo hago’. Amén.
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