Por piedad ayudar a nuestros padres mayores

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Por piedad ayudar a nuestros padres mayores

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Pares mayores (Aleteia)

Desde la adolescencia me familiaricé con el rezo de los salmos. Siempre producían en mí gran impresión unos versos del salmo 90; nunca los he olvidado: “Los años de nuestra vida son setenta, y si hay vigor ochenta; mas la mayor parte son trabajo y vanidad, pues pasan rápido, y nosotros volamos”.

¡Qué frágil por otra parte la vida, aun en los jóvenes! Lo constatamos cuando un conocido muere víctima de accidente o atentado. Solemos decir: “El joven puede morir; pero el viejo no puede vivir”. Y hemos de superar el mito de la eterna juventud. Es una manera de engañarse a sí mismo de forma absurda; es cerrar los ojos ante la evidencia de nuestra existencia que fluye sin cesar.

Se quejaba resignado un amigo íntimo de los sinsabores que le causaba su anciano padre: - No puedes hacerte idea de cuánto cuesta ver al autor de mis días en total decrepitud. El me enseñó a subir las escaleras, a andar en bicicleta y las señales de circulación. Ahora yo he de ser báculo de sus pasos. Mientras tanto él afronta en silencio, y muy consciente, su marginación casi total. i amigo recordaba en su conversación la frase del “Eclesiástico”: “Cuida a tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza”, y aquello del salmo: “Los hijos son el apoyo de sus padres”. Esto le daba gozo en medio de sus trabajos.

Pienso para mí que una manera digna y eficaz de afrontar el futuro, la propia ancianidad, es cuidar de nuestros padres cuando les flaquean las fuerzas. Siempre admiramos el ejemplo de las personas, llenas de piedad hacia sus mayores que están atentas a su limpieza e higiene; a su arreglo y estética; a su descanso y sueño. Intentan ser su apoyo físico cuando caminan; serviles un poco de lazarillo cuando su visita decrece. Sobre todo, hemos de corresponder con la misma moneda a estos padres que nos educaron en la fe: rezar con ellos algún misterio del rosario; leerles trozos de la Biblia; facilitarles la confesión y comunión frecuentes. Ayudar a los padres es un mandamiento de Dios.

José María Lorenzo Amelibia

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