A veces pensamos al revés…
Enfermos y debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
A veces pensamos al revés…
Enseñando... (El periódico)
Me acuerdo de un chaval de mis tiempos de estudiante. Cuando le preguntaba el profesor, temblaba de pies a cabeza y no daba ni una. Aquel maestro, con cara de pocos amigos le animaba, con cierto humor sarcástico, con estas palabras:
- Diga usted lo contrario de lo que piensa, y acertará. Algo así ocurre si ponemos en parangón nuestros criterios mundanos con los del Evangelio: lo mismo, pero al revés. Con relación al orden sobrenatural solemos gozar del triste privilegio de ver las cosas al contrario de lo que son. Llamamos bienes lo que en realidad son verdaderos males. El mundo cifra su dicha suprema en los placeres, riquezas, honores, comodidades, diversiones y en gozar de buena salud; nunca estar enfermo; vivir muchos años. Pero Dios piensa de otra manera muy distinta. Basta con repasar el capítulo V de San Mateo y leer las Bienaventuranzas.
No existe otro remedio, amigo enfermo. Si quieres hacerte sabio según Dios, es preciso que te conviertas en necio según los criterios mundanos.
Con frecuencia suelo citar en mis conversaciones y escritos a uno de los santos (a mi juicio) más grandes del siglo XX, el P. García Nieto. Recuerdo que él le decía a un compañero mío antes de marchar a vacaciones de verano:
-”A ver si en esta época de asueto te mortificas en las comidas. No te dejes llevar del capricho.” Aquel muchacho, a quien costaba horrores prescindir de los ricos postres de su madre le replicaba: “Es que mi madre sabe todos mis gustos. Y desde el primer día hasta el último, me tiene a papo de rey.”
Nieto con cierto humor le argüía: -”Pues dile a tu madre que has cambiado de gustos.”
Eso hemos de decirnos a nosotros mismos: “He cambiado de gustos”. Hasta ahora, mi ilusión consistía en satisfacer mis tendencias naturales. Pero la vida corre. Se van comprendiendo cada vez mejor los criterios de Jesucristo. Por algo Dios ha dispuesto en nuestra existencia una gama muy variada de dificultades: enfermedad, fracasos, incomodidades. Mediante ellas purificamos la parte más noble de nuestro ser: el espíritu que ha de tender hacia Dios. ¡He cambiado de gustos! Porque Cristo ha subyugado mi corazón y me ha indicado que la senda del cielo es estrecha. Pero no es triste. Todo lo contrario, de paz y alegría serena.
José María Lorenzo Amelibia
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