¿Cómo afrontar los ochenta años?
Me faltan unos pocos meses para cumplir ochenta, la cuarta edad. Por lo “pronto”, si Dios quiere, (primero Dios, como dicen los mexicanos), entraré en la década en la que fallecieron tantas personas conocidas, aunque no mis padres (91 y 92), ni mis dos abuelas que rebasaron con creces la década de los ochenta.
Aficionado a la preguntas, (las más de 400 planteadas desde el 2008 y en Religión digital), no puedo reprimir unas cuantas más en mi blog que, hasta ahora se llamaba Ser y vivir hoy pero que con toda lógica, desde los próximos artículos debería llamarse Ser y vivir mañana80. ¿Y por qué el cambio? Porque al pasar de los 70 a la penúltima (o última etapa), el autor se plantea nuevos interrogantes que afrontará desde los próximos meses. He aquí los temas centrales sobre los que propondré las preguntas: sobre los objetivos, responsabilidades, obstáculos, motivaciones, ayudas y sobre la “preparación de las maletas”.
1. ¿Nuevos objetivos?
Si a lo largo de siete décadas, me propuse diversos objetivos o metas, acomodándome a las situaciones, posibilidades y compromisos del momento, ¿qué nuevos objetivos o metas tendré en mi vida, la inmediatamente futura, la etapa de la vejez en los ochenta? Algunas metas, esperanzas e ilusiones serán las mismas, creo yo, pero aparecerán otras nuevas situaciones que pedirán recortes a mis actuales pretensiones y exigirán pensar, sentir y responder (vivir) de manera diferente. ¿Tendré nuevos objetivos en el futuro inmediato? ¿Cómo serán? Dios lo sabe y a su misericordia me acojo.
2. ¿Responsabilidades y exigencias nuevas?
En el pasado, uní a los objetivos, los compromisos y responsabilidades con las exigencias correspondientes. ¿Y en los próximos años, cuando pase de la tercera a la cuarta edad? ¿Tendré, más o menos, las mismas responsabilidades? ¿Aumentarán o disminuirán las exigencias de mi ser y de mi vivir como persona, como cristiano y como sacerdote?
3. ¿Diferentes los obstáculos y las dificultades?
Es lógico que en cada una de las décadas haya tenido innumerables obstáculos y dificultades para mi realización personal y que desafiaron los compromisos como cristiano y sacerdote. Mirando al futuro, imagino que seguirá algún que otro obstáculo y dificultad. Y por lo que observo en los que pasaron “la raya”, tendré que afrontar nuevas dificultades y nuevos obstáculos. ¿Cuáles serán? ¿Cómo los afrontaré? Tiempo al tiempo, pero mucho me temo que no seré una excepción.
4. ¿Más, o menos motivaciones?
Cada persona puede contar su mini-historia de motivaciones, ilusiones y esperanzas que configuraron su vida en el pasado y que, de hecho, explican la fuerza de su “motor” para seguir adelante, especialmente en “las cuestas arriba” de las tareas, enfermedades y relaciones. Con un poco de temor me pregunto sobre el tema. Porque, si en los otros interrogantes, en los ancianos con los que he tratado o convivo, observé y observo que objetivamente desaparecen muchas de las motivaciones y que surgen nuevas razones satisfactorias para vivir, ¿por qué no me ocurrirá a mí algo parecido? Un servidor tiene una lista larga de motivaciones que presidieron las siete décadas pasadas, pero ¿cuántas y cuáles motivaciones tendré en el futuro inmediato de los ochenta?
5. ¿Aumentarán o disminuirán las ayudas y los recursos?
Como persona, he gozado de múltiples ayudas y recursos para mi realización como persona libre y para el ejercicio de las tareas sacerdotales en diversas naciones, residencias y horarios de vida. Pero no puedo evitar que al hombre “relativamente” satisfecho, un servidor, surjan más de una vez estas preguntas: al cambiar de vida (casa, ciudad, tareas y relaciones): ¿dispondré en la nueva década de las ayudas y recursos suficientes? ¿Cómo será y cómo aceptaré la próxima vida que intuyo de mayor pobreza?
6. ¿Llegó la hora de “preparar las maletas”?
En las décadas anteriores medité sobre la muerte y la vida eterna como acontecimientos posibles pero todavía lejanos. En este blog también escribí varios artículos sobre el más allá, la esperanza y la intimidad con Dios en la vida eterna. Sin embargo, lamento recordar cómo un anciano preparaba las maletas ante la cercana muerte, y cómo en mí interior me decía: “eso” no va para mí. Pero ahora, en el puente que me llevará a la orilla de los ochenta, veo con claridad que en adelante uno de los temas de reflexión será el de las postrimerías, pero contempladas desde la esperanza cristiana y no como son definidas: “final, agonía, decadencia, ocaso, muerte, acabamiento, conclusión, consumación, desenlace”. Y espero-deseo que brille como tarea gozosa el cómo prepararme para el encuentro definitivo con Dios.
Plan a seguir en el “ser y vivir mañana”
En los próximos artículos trataré de responder a los interrogantes propuestos concretando cuanto pueda. No pretendo “profetizar” sobre cómo será mi vida de los ochenta, si llego, y hasta donde Dios disponga que llegue, pues mis pretensiones son más modestas. Y sí aprovecharé las experiencias del trato con ancianos que mantuve durante años como capellán de las Hermanitas de los pobres en Caracas, como confesor de personas mayores en la última década, aquí en Murcia. Y sin olvidar cuanto en mi experiencia pastoral he visto, escuchado y dialogado con familiares y conocidos, mayores de edad, viejos o ancianos. Técnicamente, aprovecharé los criterios y experiencias de autores como Santiago Ramón y Cajal desde “viendo al mundo” desde sus 82 años; los que ofrece A. Grün, en “el arte de envejecer”, precioso libro escrito a los 60 años y el material tan aprovechable de J.C. Bermejo en “soy mayor”. Es justo confesar que en más de una ocasión utilizaré los servicios de Internet sobre la tercera edad, cuarta edad, personas mayores, ancianidad y vejez. Y la vida de personajes con más de 80 años. Perdón.
Lamento manifestar que a la hora de consultar la bibliografía, encontré escasos estudios sobre la “Vida espiritual en-de la cuarta edad”. Procuraré tener muy presente el tema de cómo los ancianos se relacionan con Dios y cómo viven con fe, esperanza y mucho amor, las “postrimerías del ser humano”.
Y comienzo con la meta y los objetivos, el primer tema: ¿tendré nuevos objetivos en el futuro inmediato? ¿Qué metas me esperan. ¿Cómo serán?
Aficionado a la preguntas, (las más de 400 planteadas desde el 2008 y en Religión digital), no puedo reprimir unas cuantas más en mi blog que, hasta ahora se llamaba Ser y vivir hoy pero que con toda lógica, desde los próximos artículos debería llamarse Ser y vivir mañana80. ¿Y por qué el cambio? Porque al pasar de los 70 a la penúltima (o última etapa), el autor se plantea nuevos interrogantes que afrontará desde los próximos meses. He aquí los temas centrales sobre los que propondré las preguntas: sobre los objetivos, responsabilidades, obstáculos, motivaciones, ayudas y sobre la “preparación de las maletas”.
1. ¿Nuevos objetivos?
Si a lo largo de siete décadas, me propuse diversos objetivos o metas, acomodándome a las situaciones, posibilidades y compromisos del momento, ¿qué nuevos objetivos o metas tendré en mi vida, la inmediatamente futura, la etapa de la vejez en los ochenta? Algunas metas, esperanzas e ilusiones serán las mismas, creo yo, pero aparecerán otras nuevas situaciones que pedirán recortes a mis actuales pretensiones y exigirán pensar, sentir y responder (vivir) de manera diferente. ¿Tendré nuevos objetivos en el futuro inmediato? ¿Cómo serán? Dios lo sabe y a su misericordia me acojo.
2. ¿Responsabilidades y exigencias nuevas?
En el pasado, uní a los objetivos, los compromisos y responsabilidades con las exigencias correspondientes. ¿Y en los próximos años, cuando pase de la tercera a la cuarta edad? ¿Tendré, más o menos, las mismas responsabilidades? ¿Aumentarán o disminuirán las exigencias de mi ser y de mi vivir como persona, como cristiano y como sacerdote?
3. ¿Diferentes los obstáculos y las dificultades?
Es lógico que en cada una de las décadas haya tenido innumerables obstáculos y dificultades para mi realización personal y que desafiaron los compromisos como cristiano y sacerdote. Mirando al futuro, imagino que seguirá algún que otro obstáculo y dificultad. Y por lo que observo en los que pasaron “la raya”, tendré que afrontar nuevas dificultades y nuevos obstáculos. ¿Cuáles serán? ¿Cómo los afrontaré? Tiempo al tiempo, pero mucho me temo que no seré una excepción.
4. ¿Más, o menos motivaciones?
Cada persona puede contar su mini-historia de motivaciones, ilusiones y esperanzas que configuraron su vida en el pasado y que, de hecho, explican la fuerza de su “motor” para seguir adelante, especialmente en “las cuestas arriba” de las tareas, enfermedades y relaciones. Con un poco de temor me pregunto sobre el tema. Porque, si en los otros interrogantes, en los ancianos con los que he tratado o convivo, observé y observo que objetivamente desaparecen muchas de las motivaciones y que surgen nuevas razones satisfactorias para vivir, ¿por qué no me ocurrirá a mí algo parecido? Un servidor tiene una lista larga de motivaciones que presidieron las siete décadas pasadas, pero ¿cuántas y cuáles motivaciones tendré en el futuro inmediato de los ochenta?
5. ¿Aumentarán o disminuirán las ayudas y los recursos?
Como persona, he gozado de múltiples ayudas y recursos para mi realización como persona libre y para el ejercicio de las tareas sacerdotales en diversas naciones, residencias y horarios de vida. Pero no puedo evitar que al hombre “relativamente” satisfecho, un servidor, surjan más de una vez estas preguntas: al cambiar de vida (casa, ciudad, tareas y relaciones): ¿dispondré en la nueva década de las ayudas y recursos suficientes? ¿Cómo será y cómo aceptaré la próxima vida que intuyo de mayor pobreza?
6. ¿Llegó la hora de “preparar las maletas”?
En las décadas anteriores medité sobre la muerte y la vida eterna como acontecimientos posibles pero todavía lejanos. En este blog también escribí varios artículos sobre el más allá, la esperanza y la intimidad con Dios en la vida eterna. Sin embargo, lamento recordar cómo un anciano preparaba las maletas ante la cercana muerte, y cómo en mí interior me decía: “eso” no va para mí. Pero ahora, en el puente que me llevará a la orilla de los ochenta, veo con claridad que en adelante uno de los temas de reflexión será el de las postrimerías, pero contempladas desde la esperanza cristiana y no como son definidas: “final, agonía, decadencia, ocaso, muerte, acabamiento, conclusión, consumación, desenlace”. Y espero-deseo que brille como tarea gozosa el cómo prepararme para el encuentro definitivo con Dios.
Plan a seguir en el “ser y vivir mañana”
En los próximos artículos trataré de responder a los interrogantes propuestos concretando cuanto pueda. No pretendo “profetizar” sobre cómo será mi vida de los ochenta, si llego, y hasta donde Dios disponga que llegue, pues mis pretensiones son más modestas. Y sí aprovecharé las experiencias del trato con ancianos que mantuve durante años como capellán de las Hermanitas de los pobres en Caracas, como confesor de personas mayores en la última década, aquí en Murcia. Y sin olvidar cuanto en mi experiencia pastoral he visto, escuchado y dialogado con familiares y conocidos, mayores de edad, viejos o ancianos. Técnicamente, aprovecharé los criterios y experiencias de autores como Santiago Ramón y Cajal desde “viendo al mundo” desde sus 82 años; los que ofrece A. Grün, en “el arte de envejecer”, precioso libro escrito a los 60 años y el material tan aprovechable de J.C. Bermejo en “soy mayor”. Es justo confesar que en más de una ocasión utilizaré los servicios de Internet sobre la tercera edad, cuarta edad, personas mayores, ancianidad y vejez. Y la vida de personajes con más de 80 años. Perdón.
Lamento manifestar que a la hora de consultar la bibliografía, encontré escasos estudios sobre la “Vida espiritual en-de la cuarta edad”. Procuraré tener muy presente el tema de cómo los ancianos se relacionan con Dios y cómo viven con fe, esperanza y mucho amor, las “postrimerías del ser humano”.
Y comienzo con la meta y los objetivos, el primer tema: ¿tendré nuevos objetivos en el futuro inmediato? ¿Qué metas me esperan. ¿Cómo serán?