¿Qué esperas y qué das para una convivencia feliz?

La tía del abuelo era una anciana de avanzada en edad pues rondaba los 90 años, pero lúcida y espléndida de salud. Viuda y sin hijos vivió muchos años en la casa de su hermano con agrado de todos por su trato amable y generoso. Mujer muy activa siempre dispuesta para ayudar en lo que fuera. Ahora bien, muy observadora y de un carácter muy sensible. Sufría al contemplar los defectos de unos y otros pero en silencio. Así se explica que cuando le tocó plantear un tema para el diálogo familiar, aprovechara la ocasión para manifestar las quejas que ocultaba: “Perdonad que os diga con dolor y cariño que en vuestra convivencia de tres generaciones, (yo pertenezco a la cuarta), falta en muchas ocasiones el respeto a los mayores, la confianza entre los hermanos, la comprensión entre vosotros dos abuelos, y el saber dialogar con paz cuando estamos comiendo. También observo, alguna que otra vez, respuestas un tanto agresivas, actitudes egoístas, bruscas y muy tercas. Sé que os queréis pero la convivencia no es feliz. Por ello, planteo reflexionar sobre las exigencias de una convivencia feliz. Y perdonad las impertinencias de una anciana que os quiere y que quiere para todos nosotros una convivencia feliz. .El abuelo agradeció la cariñosa corrección de la tía abuela y propuso como tema: “las manifestaciones de una convivencia feliz”. Confesó que para la respuesta se inspiró en varias obras y autores, comenzando por el Nuevo Testamento, pasando por la obra de Dale Carnegie Cómo ganar amigos (1936) y terminando con la Exhortación sinodal La alegría del amor (cap 4º) del Papa Francisco (1916). Catorce son las manifestaciones:

1ª El respeto
El buen convivir consiste fundamentalmente en el respeto a la dignidad y a los derechos del prójimo. Y para que exista respeto se requieren tres cosas muy elementales: tomar conciencia de cuáles son los derechos o necesidades del prójimo, ser conscientes de cuáles son las responsabilidades o deberes propios, y dar a cada uno lo que le corresponde con el trato que deseamos para nosotros mismos.
2ª El mutuo servicio
Construye la comunidad quien ofrece sus servicios a quienes lo necesitan teniendo presente sus aspiraciones, necesidades y algún que otro "capricho". Así mismo se impone el no negar favores razonables y sí responder con amabilidad al tener que negar, postergar o condicionar algún favor. Que siempre aparezca la delicadeza para pedir favores y para no comprometer al prójimo. El servicio se contempla como una exigencia de la fraternidad humana y de la condición del cristiano. Y no como una instrumentalización que considera al otro como una cosa que sirve a la propia persona.
3ª La manifestación del afecto
¿De qué modo? Con obras y palabras, con sentimientos internos y con frases amables. Pero antes, se precisa reconocer los valores del prójimo, aceptarlo y amarlo como persona. Más aún, habrá que procurar que cada uno se sienta aceptado, valorado y amado por su prójimo más inmediato. No descargar la agresividad; por el contrario tratar a todos como deseamos ser tratados. La comunicación afectuosa incluye cordialidad, el cuidado en los detalles como felicitaciones, obsequios, etc. También se expresa con la admiración que sentimos por sus cualidades.
4ª La confianza
Y ser digno de confianza. Saber que el manifestar la seguridad que tenemos en la responsabilidad ajena ayuda mucho para la convivencia. Así mismo el esfuerzo por merecer la confianza y seguridad en quienes nos rodean. No demos motivos de desconfianza con actitudes oscuras, verdades a medias o con mentiras que desprestigian. La confianza no se exige pero se puede ofrecer.
5ª El diálogo
Las reglas del diálogo piden sinceridad en las palabras, serenidad en el ánimo, flexibilidad-tolerancia o actitud abierta para aceptar verdades diferentes, respeto por la libertad ajena, claridad en las expresiones, saber escuchar con silencio y respeto, la supresión de prejuicios y paradigmas fijos que imposibilitan el cambio de opinión. Y el gran complemento: buscar la unidad en los fundamental, respetar la libertad en lo dudoso y amar siempre y en todo a todos. Se dice: “regala tu comunicación de centro a centro y no esperes a que los demás se abran a ti”.
6ª La comprensión
¿A quién se dirige? A las personas, a la situación de su ánimo y al sentido que quieren dar a sus palabras. En definitiva se trata de cultivar la empatía o el "ponerse en los zapatos del otro" para intentar valorar y sentir como el interlocutor. Actitud contraria es la de quien se encierra en sí mismo y solamente ve las cosas desde su punto de vista. La comprensión pide también asumir la fragilidad-debilidad del otro: no imponer "mi opinión o conducta".
7ª La aceptación
¿A quién y cómo? La gran virtud de la aceptación comienza por uno mismo, pero debe prolongarse en el otro y terminar en los contratiempos de la convivencia familiar o de la profesión. Esta aceptación queda potenciada con la solidaridad oportuna en las alegrías y en las tristezas del prójimo. Ábrete y conecta con sus aspiraciones y necesidades. Una buena máxima: asumir con paciencia los defectos en vez de criticarlos sin fundamento.
8ª El elogio sin adulación
Se trata de reconocer internamente y con palabras los valores y méritos ajenos. Y saber estimular a los semejantes con la sincera alabanza. Se rechaza el adular y sí expresar admiración por cuanto de positivo observamos. El elogio efusivo -siempre sincero- estimula mucho a quienes dependen por alguna razón de nosotros. Ellos pueden quejarse con razón de que no reconocemos sus valores y méritos.
9ª La corrección sin herir
Un ideal difícil de conseguir: que la corrección sea constructiva, oportunamente, pocas veces y con suavidad en la crítica. Son desastrosos los efectos de una corrección irónica, excesiva, de fiscal acusador, reiterada o con expresiones coléricas. Tal corrección puede hacer estallar el orgullo del criticado y matar la convivencia pacífica. Por lo menos, las críticas injustas suscitan la agresividad, el desánimo y el deseo de venganza con otras críticas. Será mejor ofrecer consejos cuando lo pidan pero no intentar cambiar al prójimo "a nuestra imagen y semejanza". Y el gran complemento de la corrección: recibir con humildad la verdad amarga que contienen las correcciones de los demás.
10ª Reconocer los propios errores
Q
ue tiene como complemento pedir perdón por las ofensas y omisiones. ¿Cómo reaccionar ante los propios errores? Prontitud en disculparse, reconocer los errores con elegancia, pedir disculpas al notar que el prójimo se sintió ofendido y no insistir en justificarse como si el otro fuera "el malo" y yo "el bueno" de la película. Y preveer el futuro: adoptar los recursos convenientes para no repetir actos y actitudes que justamente ofenden al prójimo. Difícil pero necesario, será procurar con diligencia un cambio de conducta.
11ª El perdón y el olvido
Si te piden excusas, sé generoso en manifestar tu perdón. Si te acuerdas de las ofensas e ingratitudes, esfuérzate por borrar de tu mente los recuerdos negativos. Recuerda cuál es el cáncer de la convivencia pacífica: el orgullo que no perdona, que no olvida y que está pronto a devolver el golpe. Si rezas el Padre nuestro, recuerda que pides perdón a Dios de tus ofensas porque tú perdonas a los que te han ofendido.
12ª La ayuda al necesitado
¿De qué manera ayudar al prójimo? Mediante el servicio desinteresado que hoy se entiende mejor como promoción y liberación para que el necesitado remedie sus necesidades con ayuda ajena, pero sin paternalismos y no dar "por caridad lo que se le debe por justicia", sin hipotecas para su libertad, sin empañar su dignidad (cf. AA 8). En cuanto a la ayuda material o limosna hoy necesita enfoques más conformes con le mentalidad y sensibilidad del hombre moderno. Pero rigen las clásicas obras de misericordia, tanto las de orden espiritual (enseñar al que no sabe, consolar al triste...) como las de tipo corporal (visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento...)
13ª El amor profundo
El amor profundo es la respuesta de quien se sacrifica ocultamente para hacer felices a los demás, ama a las personas desagradecidas, trata amablemente a los antipáticos, tiene paciencia con los intransigentes, realiza el servicio que corresponde a otro, cede en las conversaciones por el bien de la paz, oculta sus problemas para no afligir al prójimo, sonríe cuando internamente está enojado, responde a la ofensa con un trato generoso. Y como cristiano, pone en práctica otras exigencias de la caridad según pide la Palabra de Dios (Mt 5,35-48; Lc 6,27-38; 1Cor 13, 1-10).
14ª La fe coherente
Para el cristiano, la fe es luz y motivación para cumplir las manifestaciones que pueden realizarse al margen del cristianismo. Ahora bien, el seguidor de Cristo integra los gestos de convivencia en el amor total y en la total vocación como seguidor de Jesús que proclamó el amor a los a los enemigos y comunicó a sus discípulos el mandamiento nuevo: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”,
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