¿Quiénes impiden la paz personal y familiar?
Si la paz se entiende como un estado de tranquilidad, orden, sosiego, buena convivencia, unión-concordia, armonía, quietud, etc.; se comprende que disminuya o desaparezca con los conflictos, agitaciones, disturbios, disensiones, riñas, peleas, pleitos. O con la turbación de las pasiones, la inseguridad, la desunión o el desorden.
Si la paz pide un trato justo sin ofensas, expresarse con libertad, sentirse aceptado, apreciado y amado, gozar de salud, lograr una aceptable realización personal, lograr el dominio de sí, responder con mansedumbre en el actuar, manifestarse con humildad en las palabras, dialogar según la normativa más elemental, convivir de manera respetuosa, poseer valor ante las dificultades, tener seguridad ante el presente y el futuro, etc....; se explica que impidan la paz: las preocupaciones, la enfermedad personal o de familiares, las enemistades, la inseguridad en varios sentidos, el miedo, el olvido, las ofensas, las amenazas, la ingratitud, el desprecio, el olvido y más el rechazo, las críticas, el odio, el trato violento o injusto, la falta de libertad, las muchas tareas y el poco tiempo, la frustración en la realización personal, los errores graves, el deseo con ansiedad, el sentirse inútil, la amargura de quien rechaza lo negativo de la vida, la convivencia tensa, conflictiva, llena de envidias con respuestas agresivas, de ira, violencia, insultos, amenazas, con inseguridad ante el futuro y sin la esperanza que ofrece la fe.
Analizados en un artículo anterior los obstáculos generales, quedaría la tarea de completar con otros que de modo especial quitan o impiden la paz personal. Es el caso del iracundo con su dosis de agresividad, del hedonista que termina respuestas violentas, del ambicioso y del soberbio que aplasta a cualquier adversario. Y de toda conducta descontrolada que conduzca al desasosiego.
El iracundo y la agresividad
La radicalización en las ideas, la agresividad y el descontrol, son las primeras fuentes de aguas negras que envenenan la paz.
El iracundo y el violento son tipos muy fuertes de carácter, propensos a perder los nervios con descargas de ira. Su hipersensibilidad agresiva les hace estallar con modales violentos y con pérdida de la paz interna. A estas personas, coléricas por temperamento, les cuesta mucho el autodominio la humildad, la paciencia y mansedumbre. Vivir en comunión consigo mismo es una batalla continua. La ira puede justificarse como la reacción ante la injusticia o la falsedad pero acompañada de reflexión y calma para encontrar la respuesta adecuada.
La agresividad-ira La agresividad es peyorativa cuando provoca respuestas desordenadas e injustas de ira o cólera. En cuanto a su significado no todos coinciden. El etimológicoviene del latín aggredi, avanzar hacia adelante. Agresiva es la persona acometedora, emprendedora, decidida, impetuosa. En sentido positivo, la agresividad significa la actitud de quien ataca y camina hacia la meta con seguridad en sí mismo y en lo que quiere. En sentido negativo, es agresiva la actividad destructora para autoafirmarse. Desde la perspectiva histórico-existencial la conducta agresiva viene a ser como el comportamiento del hombre manifestado en la guerra, en los crímenes y en los choques personales. Es debida a la descarga del instinto de defensa.
La persona resiste apasionadamente contra un mal que le amenaza o ataca para castigar lo que juzga injusto o reacciona contra un obstáculo que no acepta. En un ambiente hostil, la agresividad es el comportamiento de quien aplica «el ojo por ojo». Y así surge, como la violencia, una agresividad circular: el individuo agresivo influye en el ambiente que a su vez le condiciona.
La caracterología describe los rasgos de la personalidad marcada por la agresividad. Así, está el tipo vengativo, que se ensaña al reparar la ofensa recibida y llega hasta el placer de la venganza; el individuo violento, que, ante el menor ataque, reacciona sin control ni equidad; el iracundo, que se agita y es presa de la emoción violenta; el colérico que aparece como arrogante, duro, pronto al odio, ambicioso y brusco en modales.
El hedonismo y la ambición Son otros tantos factores de la conducta incoherente y obstáculos para la paz. El deseo desordenado del placer destruye y despersonaliza al rechazar valores, compromisos y derechos básicos. Una persona dominada por la sed de gozar se hace esclava de sus caprichos y fácilmente atenta contra los derechos ajenos. Es la persona adicta por cualquier exceso permanente en la comida, sexo, bebida, descanso corporal, diversiones, amistades, alcohol, droga o juego hasta la ludopatía... Estos “viciosos” cultivan el hedonismo que se convierte en la jaula que les imposibilita salir. Ellos buscan el placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de su vida. Para ellos, el fin último del hombre se identifica con el placer: su trabajo se orienta al dinero que facilitará una vida de bienestar material. Su ideal es pasar lo mejor posible “los cuatros días de esta vida”. ¿Y qué sucede cuando pasa el placer? Que también desaparece la paz interior. ¿Es posible que tales personas convivan en paz con otras? Como ejemplo, tengamos presente el drama familiar del drogadicto: ni él tiene paz, ni de paz gozan sus familiares.
“Todo lo necesito” se dice a sí mismo el ambicioso que profesa un amor desmedido hacia los bienes materiales. Estamos ante el que está dominado por la avaricia, ante quien convierte en ídolo la riqueza porque le da un valor absoluto y porque mantiene una dependencia personal. Además, muestra insensibilidad hacia el prójimo necesitado a quien sacrifica para satisfacer sus ansias de un mayor bienestar.
También la ambición desmedida influye en la violencia y coarta la paz. la ambición de ser el primero y el único; ve al prójimo como un estorbo para su gloria y a quien hay que eliminar. El discurso del envidioso es muy crítico y su relación con el prójimo está impregnada del odio más o menos oculto porque el otro tiene lo que él pretendía y que no ha podido conseguir Tanto las personas como las clases sociales y las naciones pueden estar bajo el influjo de la avaricia y de la envidia movidas por el egoísmo de grupo y sin escrúpulo a la hora de anteponer sus intereses a otros más legítimos. Con estas actitudes crean una situación de opresión propicia para rebeliones violentas. La avaricia, mezclada con la envidia, ambiciona objetivos superiores a la justicia y a las posibilidades, en posesiones, honores, influencias, uso de la autoridad, etc. Al crear relaciones de dependencia se hacen inevitables los conflictos.
El individualismo y la prepotencia descontrolan la conducta
La persona pierde la paz por el hedonismo y la ambición. Pero también por el individualismo, la impaciencia, la envidia y, sobre todo, por el orgullo prepotente.
Por el individualismo, la persona antepone el propio interés a los legítimos derechos del prójimo. El egoísmo conlleva siempre la injusticia porque no guarda el justo equilibrio entre el derecho personal y el ajeno. Y, lógicamente, atenta contra la paz.
Cuando domina la impaciencia, cuando fallan los frenos, surgen respuestas agresivas y hasta violentas. La persona impaciente es un tanto orgullosa y prepotente y espera una respuesta afirmativa e inmediata a sus peticiones. La turbación y el desasosiego son otras manifestaciones del impaciente que rechaza el tiempo necesario entre su propósito o mandato y la inmediata realización.
La prepotencia del orgulloso es otro de los factores contrarios a la paz.. Se trata de la supervaloración personal o colectiva en detrimento de la humildad y del amor. Y es un factor detonante de muchos conflictos. Por el afán de imponer la propia ideología, impulsa al recurso de medios coactivos y suscita reacciones violentas. Como rebelde, el orgulloso será contrario a todo lo que se oponga a su pensar y sentir. Como idólatra de su yo, no admite a nadie superior a sí mismo a quien tenga que rendir tributo. Como crítico de todo el mundo, es incapaz de escuchar algún juicio negativo sobre su persona. Y cmo independiente en el obrar, con ansias de dominación, desaprensivo e intolerante, será fácilmente un obstáculo para la convivencia en paz.
¿Algún obstáculo más que impida la paz la interna? Sí, y el de más importancia, el efecto de todo obstáculo: el dolor humano o sufrimiento de la persona causado por múltiples factores. El sufrimiento es obstáculo y antítesis de la paz.
Si la paz pide un trato justo sin ofensas, expresarse con libertad, sentirse aceptado, apreciado y amado, gozar de salud, lograr una aceptable realización personal, lograr el dominio de sí, responder con mansedumbre en el actuar, manifestarse con humildad en las palabras, dialogar según la normativa más elemental, convivir de manera respetuosa, poseer valor ante las dificultades, tener seguridad ante el presente y el futuro, etc....; se explica que impidan la paz: las preocupaciones, la enfermedad personal o de familiares, las enemistades, la inseguridad en varios sentidos, el miedo, el olvido, las ofensas, las amenazas, la ingratitud, el desprecio, el olvido y más el rechazo, las críticas, el odio, el trato violento o injusto, la falta de libertad, las muchas tareas y el poco tiempo, la frustración en la realización personal, los errores graves, el deseo con ansiedad, el sentirse inútil, la amargura de quien rechaza lo negativo de la vida, la convivencia tensa, conflictiva, llena de envidias con respuestas agresivas, de ira, violencia, insultos, amenazas, con inseguridad ante el futuro y sin la esperanza que ofrece la fe.
Analizados en un artículo anterior los obstáculos generales, quedaría la tarea de completar con otros que de modo especial quitan o impiden la paz personal. Es el caso del iracundo con su dosis de agresividad, del hedonista que termina respuestas violentas, del ambicioso y del soberbio que aplasta a cualquier adversario. Y de toda conducta descontrolada que conduzca al desasosiego.
El iracundo y la agresividad
La radicalización en las ideas, la agresividad y el descontrol, son las primeras fuentes de aguas negras que envenenan la paz.
El iracundo y el violento son tipos muy fuertes de carácter, propensos a perder los nervios con descargas de ira. Su hipersensibilidad agresiva les hace estallar con modales violentos y con pérdida de la paz interna. A estas personas, coléricas por temperamento, les cuesta mucho el autodominio la humildad, la paciencia y mansedumbre. Vivir en comunión consigo mismo es una batalla continua. La ira puede justificarse como la reacción ante la injusticia o la falsedad pero acompañada de reflexión y calma para encontrar la respuesta adecuada.
La agresividad-ira La agresividad es peyorativa cuando provoca respuestas desordenadas e injustas de ira o cólera. En cuanto a su significado no todos coinciden. El etimológicoviene del latín aggredi, avanzar hacia adelante. Agresiva es la persona acometedora, emprendedora, decidida, impetuosa. En sentido positivo, la agresividad significa la actitud de quien ataca y camina hacia la meta con seguridad en sí mismo y en lo que quiere. En sentido negativo, es agresiva la actividad destructora para autoafirmarse. Desde la perspectiva histórico-existencial la conducta agresiva viene a ser como el comportamiento del hombre manifestado en la guerra, en los crímenes y en los choques personales. Es debida a la descarga del instinto de defensa.
La persona resiste apasionadamente contra un mal que le amenaza o ataca para castigar lo que juzga injusto o reacciona contra un obstáculo que no acepta. En un ambiente hostil, la agresividad es el comportamiento de quien aplica «el ojo por ojo». Y así surge, como la violencia, una agresividad circular: el individuo agresivo influye en el ambiente que a su vez le condiciona.
La caracterología describe los rasgos de la personalidad marcada por la agresividad. Así, está el tipo vengativo, que se ensaña al reparar la ofensa recibida y llega hasta el placer de la venganza; el individuo violento, que, ante el menor ataque, reacciona sin control ni equidad; el iracundo, que se agita y es presa de la emoción violenta; el colérico que aparece como arrogante, duro, pronto al odio, ambicioso y brusco en modales.
El hedonismo y la ambición Son otros tantos factores de la conducta incoherente y obstáculos para la paz. El deseo desordenado del placer destruye y despersonaliza al rechazar valores, compromisos y derechos básicos. Una persona dominada por la sed de gozar se hace esclava de sus caprichos y fácilmente atenta contra los derechos ajenos. Es la persona adicta por cualquier exceso permanente en la comida, sexo, bebida, descanso corporal, diversiones, amistades, alcohol, droga o juego hasta la ludopatía... Estos “viciosos” cultivan el hedonismo que se convierte en la jaula que les imposibilita salir. Ellos buscan el placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de su vida. Para ellos, el fin último del hombre se identifica con el placer: su trabajo se orienta al dinero que facilitará una vida de bienestar material. Su ideal es pasar lo mejor posible “los cuatros días de esta vida”. ¿Y qué sucede cuando pasa el placer? Que también desaparece la paz interior. ¿Es posible que tales personas convivan en paz con otras? Como ejemplo, tengamos presente el drama familiar del drogadicto: ni él tiene paz, ni de paz gozan sus familiares.
“Todo lo necesito” se dice a sí mismo el ambicioso que profesa un amor desmedido hacia los bienes materiales. Estamos ante el que está dominado por la avaricia, ante quien convierte en ídolo la riqueza porque le da un valor absoluto y porque mantiene una dependencia personal. Además, muestra insensibilidad hacia el prójimo necesitado a quien sacrifica para satisfacer sus ansias de un mayor bienestar.
También la ambición desmedida influye en la violencia y coarta la paz. la ambición de ser el primero y el único; ve al prójimo como un estorbo para su gloria y a quien hay que eliminar. El discurso del envidioso es muy crítico y su relación con el prójimo está impregnada del odio más o menos oculto porque el otro tiene lo que él pretendía y que no ha podido conseguir Tanto las personas como las clases sociales y las naciones pueden estar bajo el influjo de la avaricia y de la envidia movidas por el egoísmo de grupo y sin escrúpulo a la hora de anteponer sus intereses a otros más legítimos. Con estas actitudes crean una situación de opresión propicia para rebeliones violentas. La avaricia, mezclada con la envidia, ambiciona objetivos superiores a la justicia y a las posibilidades, en posesiones, honores, influencias, uso de la autoridad, etc. Al crear relaciones de dependencia se hacen inevitables los conflictos.
El individualismo y la prepotencia descontrolan la conducta
La persona pierde la paz por el hedonismo y la ambición. Pero también por el individualismo, la impaciencia, la envidia y, sobre todo, por el orgullo prepotente.
Por el individualismo, la persona antepone el propio interés a los legítimos derechos del prójimo. El egoísmo conlleva siempre la injusticia porque no guarda el justo equilibrio entre el derecho personal y el ajeno. Y, lógicamente, atenta contra la paz.
Cuando domina la impaciencia, cuando fallan los frenos, surgen respuestas agresivas y hasta violentas. La persona impaciente es un tanto orgullosa y prepotente y espera una respuesta afirmativa e inmediata a sus peticiones. La turbación y el desasosiego son otras manifestaciones del impaciente que rechaza el tiempo necesario entre su propósito o mandato y la inmediata realización.
La prepotencia del orgulloso es otro de los factores contrarios a la paz.. Se trata de la supervaloración personal o colectiva en detrimento de la humildad y del amor. Y es un factor detonante de muchos conflictos. Por el afán de imponer la propia ideología, impulsa al recurso de medios coactivos y suscita reacciones violentas. Como rebelde, el orgulloso será contrario a todo lo que se oponga a su pensar y sentir. Como idólatra de su yo, no admite a nadie superior a sí mismo a quien tenga que rendir tributo. Como crítico de todo el mundo, es incapaz de escuchar algún juicio negativo sobre su persona. Y cmo independiente en el obrar, con ansias de dominación, desaprensivo e intolerante, será fácilmente un obstáculo para la convivencia en paz.
¿Algún obstáculo más que impida la paz la interna? Sí, y el de más importancia, el efecto de todo obstáculo: el dolor humano o sufrimiento de la persona causado por múltiples factores. El sufrimiento es obstáculo y antítesis de la paz.