¿Qué modelo o referente prefieres para tu vida?
El párroco y profesor en el seminario, amigo de la familia, asistió a la charla del doctor a quien había bautizado a sus tres hijos. Gozaba del cariño y confianza de todos. Invitado por el abuelo para dar su opinión, manifestó que sí, que aceptaba el planteamiento psicológico, pero por su experiencia pastoral prefería otro interrogante más cercano a la vida cristiana. En concreto planteó la pregunta: ¿Qué modelo o referente prefieres para tu vida? El abuelo aceptó el interrogante e invitó al párroco a que expusiera el tema. Ahora bien, le pidió, con cierta ironía, “que el sermón no sea muy largo” Difícil tarea, contestó el párroco. Intentaré ser lo más conciso que pueda ya que la materia se presta para muchas reflexiones o “sermones”. Porque tengo que resumir varias clases que imparto en el seminario.
Planteamiento
Es difícil una respuesta al ¿qué modelo o referente prefieres para tu vida? porque, por lo menos, son tres los paradigmas o modelos referentes de vida a elegir. De hecho cada persona vive según un ideal, paradigma o modelo de vida que organiza la conducta. Y todo como fruto de los valores temperamentales, la educación recibida y las experiencias sufridas. En el plano de la fe, el cristiano tiene claro que el paradigma o ideal de vida es Cristo, tal como aparece en los Evangelios. Y tal como ha sido imitado por sus seguidores. El paradigma que presento contiene sus valores y carencias. De todas maneras, para nuestro objetivo, elegí a tres Pontífices con los paradigmas de la bondad, el apostolado y la responsabilidad: a Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.
Hacia el paradigma ideal, Cristo
El modelo elegido posee determinados valores y carencias; recibe influjos positivos y negativos del contexto socio-político en el que está situado; practica sus compromisos bajo la motivación del amor y camina hacia la realización de un paradigma de vida.
¿En qué consiste tal paradigma? En un modelo de vida, un marco teórico o esquema de organización de la conducta, fruto de varios factores como son los valores temperamentales y caracterológicos, los de la educación recibida, la interiorización de criterios elegidos y de las experiencias sufridas. Y todo, alrededor de una espiritualidad-fe- ideología o de una persona que da sentido a los compromisos y respuestas.
Entre los posibles paradigmas seleccioné tres principales que responden a la caracterología de Sheldon y a la hagiotipología diseñada por el jesuita Arturo Roldán.
Para simplificar, presento el primer paradigma polarizado en la bondad-amor; un segundo en el dinamismo-fortaleza, y el tercero en la responsabilidad-fidelidad. Cada paradigma o modelo de vida está integrado por unos factores positivos y otros negativos. Y cada uno de ellos admite una calificación-vivencia máxima, media, mínima o negativa. El promedio de los tres paradigmas con sus correspondientes factores, constituye la personalidad que, para el cristiano, tiene un gran referente, modelo o superhagionormo, Jesucristo. Él, aun como personaje histórico, presenta con su vida y con el mensaje del reino de Dios lo mejor de los tres paradigmas.
Tres paradigmas ético-religiosos
La biotipología de Sheldon descansa en tres componentes temperamentales: la viscerotonía, la somatotonía y la cerebrotonía según describe en su obra Variedad de los temperamentos. Cada uno de nosotros tiene algo de cada biotipo pero normalmente con mayor porcentaje en uno de los tres. Por eso, esta caracterología ofrece unos rasgos que se suman y dan el promedio temperamental de la persona. Por el predominio de uno de los componentes, el individuo recibe el calificativo de viscerotónico, (tipo rechoncho a lo Sancho Panza), o bien de somatotónico, (el tipo atlético, tipo Cid), o bien cerebrotónico (el tipo alto y delgado, a lo Don Quijote).
El Padre Arturo Roldán, apoyado en la tipología de Sheldon, expone en su obra Introducción a la ascética diferencial los rasgos de tres hagiotipos o modelos de santidad (paradigmas de vida) que también pueden dominarse tipos ético-religiosos. Este autor muestra como a cada uno de las componentes temperamentales le corresponde un tipo ético-religioso o modelo de santidad (hagiotipo):
-el 1º polarizado en el amor que, con la base temperamental, denominamos viscero-agapetónico.
el 2º está centrado en la praxis apostólica que con su componente temperamental recibe el calificativo de somato-prasotónico.
Y el 3º gira en torno al deber pero con el respaldo biotipológico resulta ser el cerebro-deontotónico.
Cada tipo ético-religioso o modelo de santidad (hagiotipo) necesita cultivar las virtudes de los otros dos y no centrarse tanto en las virtudes que les facilita su temperamento. En la vida real, los tipos representan una personalidad concreta por el influjo recibido a lo largo de su existencia, bien del esfuerzo personal, bien sea de la educación recibida o del ambiente en que se han desenvuelto.
El paradigma centrado en el amor (agapetonía)
El primer hagiotipo, el agapetónico, tiene como eje el amor o caridad de afecto. ¿A qué valores y virtudes propende con más facilidad? Al amor-bondad, caridad fraterna-amabilidad, mansedumbre, comprensión y tolerancia, prudencia, naturalidad en la virtud, paz-tranquilidad, alegría, humildad, obediencia completa y justicia sentida.
¿Y a qué defectos tiene propensión? A la falta de dinamismo apostólico, el no sentir mucho la conciencia del deber, la poca austeridad o inmortificación, la cobardía, la falta de dominio exterior y de recogimiento interior, la tendencia a la murmuración, la excesiva condescendencia, la pereza y la inconstancia volitiva.
El agapetónico (con el predominio del amor) tiene como “patrono” a San Franciso de Sales. ¡Y cómo no recordar a la figura de Juan XXIII como prototipo de de la espiritualidad centrada en la bondad, en el amor!
El paradigma que gira en torno a la acción (prasotonía)
El prasotónico es el segundo hagiotipo polarizado en la caridad de obras o de acción apostólica. Esta rica personalidad se manifiesta con las virtudes de celo y dinamismo apostólico, la fortaleza, la magnanimidad, la decisión, la predisposición a la constancia, la mortificación corporal, la sinceridad operativa, la inclinación a la oración vocal, a practicar obras de caridad y el hacer cumplir la justicia.
A su vez, el prasotónico está inclinado a determinados defectos como la ineptitud para el amor contemplativo, el no prestar mucha atención a la conciencia del deber, la independencia en el obrar, la violencia y ansias de dominación, la inmodestia corporal y anímica, la disipación de acción, la desaprensión, la intolerancia, las prisas e irreflexión en la acción y la falta de piedad.
El hagiotipo prasotónico estuvo realizado en San Francisco Javier por su dinamismo apostólico. Y la personalidad de Juan Pablo II encaja perfectamente en los valores del prasotónico y del dinamismo apostólico.
El paradigma polarizado en el deber (deontotonía)
Se llama deontotónico al hagiotipo en el que predomina el deber y la caridad de servicio en las obras. Se aprecian como virtudes: la rigurosa conciencia del deber ante Dios, el sentido de responsabilidad, la fidelidad en las cosas pequeñas, la modestia, el pudor, el ascetismo, el amor al retiro y al silencio, la inclinación a la oración mental, la obediencia de ejecución y voluntad, y la justicia valorada.
En este hagiotipo se hacen presentes como defectos: la ineptitud para el amor contemplativo, la falta de celo y dinamismo apostólico, la dureza de juicio, la hipersensibilidad, la modestia acartonada, la tristeza espiritual, la estrechez de corazón con propensión al escrúpulo, la pusilanimidad, la incomprensión e intolerancia, el egoísmo, la poca amabilidad, la inconstancia afectiva y volitiva.
San Juan Berchmans con su santidad centrada en el deber es propuesto como modelo a imitar. Solamente algunos rasgos positivos del deontotónico quedan reflejados en Pablo VI, el Papa fiel y responsable.
Cristo paradigma supremo es tema a desarrollar en varios artículos.
Planteamiento
Es difícil una respuesta al ¿qué modelo o referente prefieres para tu vida? porque, por lo menos, son tres los paradigmas o modelos referentes de vida a elegir. De hecho cada persona vive según un ideal, paradigma o modelo de vida que organiza la conducta. Y todo como fruto de los valores temperamentales, la educación recibida y las experiencias sufridas. En el plano de la fe, el cristiano tiene claro que el paradigma o ideal de vida es Cristo, tal como aparece en los Evangelios. Y tal como ha sido imitado por sus seguidores. El paradigma que presento contiene sus valores y carencias. De todas maneras, para nuestro objetivo, elegí a tres Pontífices con los paradigmas de la bondad, el apostolado y la responsabilidad: a Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.
Hacia el paradigma ideal, Cristo
El modelo elegido posee determinados valores y carencias; recibe influjos positivos y negativos del contexto socio-político en el que está situado; practica sus compromisos bajo la motivación del amor y camina hacia la realización de un paradigma de vida.
¿En qué consiste tal paradigma? En un modelo de vida, un marco teórico o esquema de organización de la conducta, fruto de varios factores como son los valores temperamentales y caracterológicos, los de la educación recibida, la interiorización de criterios elegidos y de las experiencias sufridas. Y todo, alrededor de una espiritualidad-fe- ideología o de una persona que da sentido a los compromisos y respuestas.
Entre los posibles paradigmas seleccioné tres principales que responden a la caracterología de Sheldon y a la hagiotipología diseñada por el jesuita Arturo Roldán.
Para simplificar, presento el primer paradigma polarizado en la bondad-amor; un segundo en el dinamismo-fortaleza, y el tercero en la responsabilidad-fidelidad. Cada paradigma o modelo de vida está integrado por unos factores positivos y otros negativos. Y cada uno de ellos admite una calificación-vivencia máxima, media, mínima o negativa. El promedio de los tres paradigmas con sus correspondientes factores, constituye la personalidad que, para el cristiano, tiene un gran referente, modelo o superhagionormo, Jesucristo. Él, aun como personaje histórico, presenta con su vida y con el mensaje del reino de Dios lo mejor de los tres paradigmas.
Tres paradigmas ético-religiosos
La biotipología de Sheldon descansa en tres componentes temperamentales: la viscerotonía, la somatotonía y la cerebrotonía según describe en su obra Variedad de los temperamentos. Cada uno de nosotros tiene algo de cada biotipo pero normalmente con mayor porcentaje en uno de los tres. Por eso, esta caracterología ofrece unos rasgos que se suman y dan el promedio temperamental de la persona. Por el predominio de uno de los componentes, el individuo recibe el calificativo de viscerotónico, (tipo rechoncho a lo Sancho Panza), o bien de somatotónico, (el tipo atlético, tipo Cid), o bien cerebrotónico (el tipo alto y delgado, a lo Don Quijote).
El Padre Arturo Roldán, apoyado en la tipología de Sheldon, expone en su obra Introducción a la ascética diferencial los rasgos de tres hagiotipos o modelos de santidad (paradigmas de vida) que también pueden dominarse tipos ético-religiosos. Este autor muestra como a cada uno de las componentes temperamentales le corresponde un tipo ético-religioso o modelo de santidad (hagiotipo):
-el 1º polarizado en el amor que, con la base temperamental, denominamos viscero-agapetónico.
el 2º está centrado en la praxis apostólica que con su componente temperamental recibe el calificativo de somato-prasotónico.
Y el 3º gira en torno al deber pero con el respaldo biotipológico resulta ser el cerebro-deontotónico.
Cada tipo ético-religioso o modelo de santidad (hagiotipo) necesita cultivar las virtudes de los otros dos y no centrarse tanto en las virtudes que les facilita su temperamento. En la vida real, los tipos representan una personalidad concreta por el influjo recibido a lo largo de su existencia, bien del esfuerzo personal, bien sea de la educación recibida o del ambiente en que se han desenvuelto.
El paradigma centrado en el amor (agapetonía)
El primer hagiotipo, el agapetónico, tiene como eje el amor o caridad de afecto. ¿A qué valores y virtudes propende con más facilidad? Al amor-bondad, caridad fraterna-amabilidad, mansedumbre, comprensión y tolerancia, prudencia, naturalidad en la virtud, paz-tranquilidad, alegría, humildad, obediencia completa y justicia sentida.
¿Y a qué defectos tiene propensión? A la falta de dinamismo apostólico, el no sentir mucho la conciencia del deber, la poca austeridad o inmortificación, la cobardía, la falta de dominio exterior y de recogimiento interior, la tendencia a la murmuración, la excesiva condescendencia, la pereza y la inconstancia volitiva.
El agapetónico (con el predominio del amor) tiene como “patrono” a San Franciso de Sales. ¡Y cómo no recordar a la figura de Juan XXIII como prototipo de de la espiritualidad centrada en la bondad, en el amor!
El paradigma que gira en torno a la acción (prasotonía)
El prasotónico es el segundo hagiotipo polarizado en la caridad de obras o de acción apostólica. Esta rica personalidad se manifiesta con las virtudes de celo y dinamismo apostólico, la fortaleza, la magnanimidad, la decisión, la predisposición a la constancia, la mortificación corporal, la sinceridad operativa, la inclinación a la oración vocal, a practicar obras de caridad y el hacer cumplir la justicia.
A su vez, el prasotónico está inclinado a determinados defectos como la ineptitud para el amor contemplativo, el no prestar mucha atención a la conciencia del deber, la independencia en el obrar, la violencia y ansias de dominación, la inmodestia corporal y anímica, la disipación de acción, la desaprensión, la intolerancia, las prisas e irreflexión en la acción y la falta de piedad.
El hagiotipo prasotónico estuvo realizado en San Francisco Javier por su dinamismo apostólico. Y la personalidad de Juan Pablo II encaja perfectamente en los valores del prasotónico y del dinamismo apostólico.
El paradigma polarizado en el deber (deontotonía)
Se llama deontotónico al hagiotipo en el que predomina el deber y la caridad de servicio en las obras. Se aprecian como virtudes: la rigurosa conciencia del deber ante Dios, el sentido de responsabilidad, la fidelidad en las cosas pequeñas, la modestia, el pudor, el ascetismo, el amor al retiro y al silencio, la inclinación a la oración mental, la obediencia de ejecución y voluntad, y la justicia valorada.
En este hagiotipo se hacen presentes como defectos: la ineptitud para el amor contemplativo, la falta de celo y dinamismo apostólico, la dureza de juicio, la hipersensibilidad, la modestia acartonada, la tristeza espiritual, la estrechez de corazón con propensión al escrúpulo, la pusilanimidad, la incomprensión e intolerancia, el egoísmo, la poca amabilidad, la inconstancia afectiva y volitiva.
San Juan Berchmans con su santidad centrada en el deber es propuesto como modelo a imitar. Solamente algunos rasgos positivos del deontotónico quedan reflejados en Pablo VI, el Papa fiel y responsable.
Cristo paradigma supremo es tema a desarrollar en varios artículos.