Qué obstáculos y dificultades encuentras

Habló el nieto mayor (14 años):“abuelo, nos preguntas sobre el compromiso y la coherencia. Yo entiendo que es arriesgado preguntar, muy difícil estar comprometido y mucho más ser coherente. Porque como la mayoría de las personas no son coherentes, imagino que existirán muchos obstáculos y dificultades, digo yo. Y me permito, aunque sea el más joven de los presentes, quien te pregunte a ti, abuelo: qué obstáculos y-dificultades son los más frecuentes? Y ¿cuáles han sido los mayores que tú has encontrado en tu vida? “
Sorprendido ante las preguntas inesperadas, el abuelo moderno, “tragó saliva”, guardó silencio y comenzó a dar respuestas a la primera pregunta, dejando para otra ocasión responder a la segunda. Como la respuesta a la pregunta primera del nieto era muy extensa, el abuelo propuso para la presente reunión exponer los obstáculos y dificultades para la realización personal. Y al final de la reunión, después del diálogo, les manifestará su mayor obstáculo como persona, como esposo y padre. Pero no como abuelo porque solamente ha recibido satisfacciones.
Y para que comprendan mejor sus respuestas, el abuelo les invitó a que se imaginaran que eran futbolistas de un equipo “tetracampeón”, o atletas aspirando a la medalla de oro, o miembros de una familia que quiere ser feliz. ¿Qué respuestas o condiciones o exigencias son necesarias? Pues bien, para conseguir estas respuestas hay que superar muchos obstáculos, dificultades y sacrificios. Basta con leer vidas de los personajes de la historia o las entrevistas a los deportistas actuales que han triunfado. Todos hablan de la necesidad del esfuerzo personal, de la unión, solidaridad, fraternidad, sacrificio, muchos ensayos y aguante, mucho esfuerzo y fortaleza, trato fraterno, justo y pacífico.

Obstáculos para la unión y solidaridad
El egoísmo, el falso amor y el amor deformado a sí mismo, dificultan cuado no imposibilitan una vida familiar o de equipo unida, solidaria y fraterna.
Es el egoísmo de quien actúa y afirma que sus intereses son y están antes que nadie. El egoísta se ama con exceso, convierte su yo en el centro del culto y con mucha frecuencia está mezclado con la soberbia que sobrevalora sus posibilidades y desprecia al prójimo. El egoísmo conlleva siempre la injusticia porque el miembro familiar o de un equipo no se guarda el justo equilibrio entre el derecho personal y el ajeno, rehúsa el compromiso. Los “otros” con quien conviven son “un algo” que llena su vida, simples medios para su felicidad.
Es el falso amor de quien dice amar o colaborar. Pero es falso el amor de quien ve al “otro” como “algo” que llena su vida, que le da felicidad pero que no es amado por sí mismo. No existe sino una necesidad que la otra persona satisface: "yo te necesito; nosotros nos necesitamos"...pero sin amor. También es frecuente confundir el amor con el afán de poseer: solamente desea someter a la persona “amada” o a la familia, o al equipo…a los que realmente no quiere por sí mismos..
Y es el amor deformado a sí mismo .La falta de autoestima influye en el bajo rendimiento. Se inflige un trato que rebaja su persona y sus tareas; conduce a un proceso de autodesprecio que puede llegar a una vida acomplejada. Menos grave es el comportamiento infantil del cobarde ante las dificultades y problemas; o del que se manifiesta inseguro y superficial; o bien es un individuo que se deja llevar por el capricho, tiene “rarezas”, complejos, altibajos en la conducta.

Obstáculos para “estar en forma” y poder colaborar
Los deportistas necesitan superar la comodidad, el hedonismo y la agresividad para el entrenamiento continuo, estar en forma y ser buenos miembros de un equipo o de una familia. Obstáculos más significativos son la pereza, la falta de austeridad y la agresividad.
La pereza que adora la comodidad. Son los abúlicos o vagos, enfermos de la voluntad y que rehúyen enteramente el trabajo. Su gozo y gran aspiración es el no hacer nada; su ley consiste en evitar cualquier esfuerzo o molestia que les complique la vida;.conformistas que se muestran indiferentes a los grandes ideales. Les falta entusiasmo, energía, entrega. Se conforman con muy poco y rehuyen las decisiones que importan sacrificio..
El hedonismo, “el de la buena vida” que se limita a comer, beber y divertirse.
Es la persona esclavizada por cualquier exceso permanente en la comida, el sexo, la bebida, el descanso corporal, las diversiones, las amistades, el alcohol, la droga... Buscan el placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de su vida. Para ellos el fin último del hombre se identifica con el placer: Su ideal es pasar lo mejor posible “los cuatros días de vida”. Se les puede aplicar lo que en otro contexto dijera San Pablo: “comamos y bebamos que mañana moriremos” (1Cor 15,32).
La agresividad de quien “pierde los nervios y la paciencia”
El iracundo y el violento son personas muy fuertes de carácter, propensos a perder los nervios y la paciencia con descargas de ira. Su hipersensibilidad agresiva les hace estallar con modales violentos y pérdida de la paz interna. La ira es como una droga cuando el individuo se carga de adrenalina y suben las energías. Les cuesta mucho la humildad, la paciencia y mansedumbre. Vivir en comunión consigo mismo es una batalla continua porque se agitan interna y externamente contra lo que les molesta, lo que consideran injusto, falso o dañino contra sus intereses.
Consideremos la realización como una carrera de obstáculos a superar, o como la cima de una montaña donde los escaladores tienen que afrontar muchas dificultades o como la vida de un atleta-deportista que ganó varias medallas de oro en competiciones mundiales. Todos tienen como respuesta común, una vida llena de esfuerzos y sacrificios para superar cuantos obstáculos y dificultades se presenten. Algo parecido sucede a quien se propone conseguir la plenitud en la realización personal.

Obstáculos para el dominio propio
Enumeramos como obstáculos más significativos los siguientes:
El descontrol sexual que admite varias acepciones. Fruto de una mentalidad relativista y permisiva, el hedonismo consumista, el erotismo y la pornografía en los medios de comunicación, las realizaciones que violan valores básicos de la persona, las vivencias contrarias a la justicia o las manipulaciones que imposibilitan la presencia del amor responsable.
El ánimo depresivo, débil ante las dificultades La depresión, disposición anímica que disminuye el tono visceral y que tanto destruye la comunión como paz interna, está causada por el temperamento, sí, pero también por la enfermedad, el sufrimiento, una vida infrahumana, las humillaciones, los fracasos, el peligro de muerte, la carencia de un mínimo de compensaciones, la rutina, la soledad, etc. Bajo la depresión pierde el interés por actividades que antes le gustaban; se muestra apática, fatigada y con poca energía, con sentimientos de culpa, impotencia e inutilidad.
La impaciencia ante la menor contrariedad. Sin la debida fortaleza ante la duración de lo molesto, surgen las respuestas de impaciencia y las faltas de dominio sobre uno mismo. El impaciente exige lo que no puede recibir de los demás, de sí mismo o del mismo Dios contra quien se rebela. La turbación y el desasosiego son otras manifestaciones del impaciente El no saber esperar es otro de los rasgos del impaciente altanero que protesta contra los defectos del prójimo o las contrariedades de la vida. Todo tiene que resultar a la medida del sentido de su verdad y de su justicia.

Obstáculos para un trato justo y fraterno entre todos
Las ofensas en general, y las respuestas de soberbia, envidia y avaricia impiden en el equipo deportivo o en la comunidad familiar el trato justo y fraterno.
Las ofensas y los virus no combatidos que destruyen la personalidad. Porque toda ofensa contra Dios o contra el prójimo es una respuesta incoherente, es la victoria del mal sobre el bien, del egoísmo sobre el amor, la falsedad sobre la verdad, la injusticia sobre el respeto. Es lo que sucede con los pecados capitales a los que podemos llamar “los virus” que destruyen la personalidad.
La soberbia de quien sostiene que sus valore, méritos y opiniones son los mejores. El soberbio supervalora, exagera la estima legítima del propio valer, poseer y poseer. Y tiende a compararse con los demás haciendo notar su superioridad como el fariseo a quien Jesús condena (Lc 18, 10-14; Mt 2, 12). La actitud orgullosa se caracteriza por su afán desmedido de ser preferido y tenido en cuenta, por su hipersensibilidad hacia el propio honor y fama. Fundamental es su desprecio interno de los demás. También es rebelde, contrario, a todo lo que se oponga a su pensar y sentir; idólatra de su yo que no admite a nadie superior a sí mismo a quien tenga que rendir tributo. En comunidad es el individuo incapaz de dialogar, y menos aún. de escuchar alguna crítica sobre su persona.
La envidia como tristeza-malhumor ante el bien ajeno. El envidioso siente tristeza o fastidio por el bien ajeno; ve con malos ojos la promoción de los otros como si fuera una disminución personal; experimenta alegría (más o menos disimulada) ante los fracasos y desgracias del prójimo-rival. Cultiva también celos y celotipias por la ambición de ser el primero y el único; ve al prójimo como un estorbo para su gloria y a quien hay que eliminar. El discurso del envidioso es muy crítico, impregnado del odio más o menos oculto porque “el otro” tiene lo que él pretendía pero no ha podido conseguir. Es muy difícil que el envidioso viva en paz con el prójimo y consigo mismo,
La avaricia del insensible que todo lo quiere. Profesa un amor desmedido hacia los bienes materiales: convierte en ídolo la riqueza porque le da un valor absoluto Además, muestra insensibilidad hacia el prójimo necesitado a quien sacrifica para satisfacer sus ansias de mayores riquezas. De ordinariio, pretende objetivos superiores a sus posibilidades en la adquisición de cosas, Tal persona convierte “el ser más” en otro ídolo (personal o colectivo), objeto de culto y fuente de divisiones sociales
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