¿Hacia dónde voy, hacia dónde vas?
EL SEGUNDO INTERROGANTE DEL ABUELO MODERNO
Al primer interrogante propuesto por el abuelo (¿quién eres) sigue otro más agresivo y con doble formulación: ¿hacia dónde vas, hacia dónde voy? Si importante era el primero, no menos el segundo, pues plantea la necesidad de definirse ante la vida: a qué realización personal pretendemos, qué aspiraciones y esperanzas deseamos obtener, y, sobre todo, cuál es el ideal de vida que ilusiona y motiva para vivir y sufrir. A la hora de responder habrá que evitar la meta-ideal de una felicidad egoísta. Y sea cual fuere la respuesta, que esté presente como gran meta de la vida formar una comunidad familiar donde todos amen y reciban amor. Tres son los criterios para responder a la pregunta formulada:
1º Definirse ante la vida con legítimas aspiraciones y esperanzas
Quien busca su realización personal necesita definir su vida según la meta elegida. Porque quien no sabe lo que quiere y le da igual una meta que otra, difícilmente conseguirá la realización de su persona. Necesita un conjunto de valores capaces de impactar toda la persona a manera de fuertes motivaciones. Así mismo necesita una meta con su proyecto que incluya las raíces para sostener la vida toda. Será como el tronco que sostiene las ramas o relaciones diferentes de la persona.
Las aspiraciones. La felicidad, la realización personal y las esperanzas, y sobre todo el amar y ser amado, forma parte de las aspiraciones humanas. Pero a todas ellas podemos añadir otras, como el comunicarse y vivir en compañía de seres queridos; sentirse útil ayudando a los demás; descansar tras el trabajo; recibir un premio, el reconocimiento justo; vivir en un ambiente de libertad, justicia y paz; recibir el honor y la gloria debidos a la propia dignidad y méritos contraídos, tener seguridad ante el futuro para sí y para cuantas personas ama, convivir en una familia sana, disfrutar de un trabajo seguro con unos ingresos suficientes, una casa confortable y un tiempo para la diversión con los amigos.
Las esperanzas La persona que aspira a la felicidad o que trabaja para su realización personal está atraída por una esperanza o deseo profundo. La esperanza pide la realización de los deseos y la satisfacción de las aspiraciones más profundas del ser humano. ¿Cómo definir la esperanza? Como la razón principal de nuestro vivir: el conjunto de motivaciones que justifican el trabajo, la superación del dolor y el riesgo desinteresado; la roca que da seguridad ante las dificultades. Mientras exista el equilibrio entre el objetivo difícil y las posibilidades, aparece la esperanza como fuente gozosa de fortaleza y confianza.
El ideal con un proyecto que ilusione. Muy unido a las aspiraciones y esperanzas es el ideal de vida. Porque el objetivo de realizarse exige un “algo” que sea como la columna vertebral de la persona. Puede llamarse ideal que ilusiona; objetivo o fin que entusiasma. O bien, la opción fundamental que estructura y unifica las diversas tareas. Este “algo” se puede concretar en un proyecto que contienne la razón para amar, sufrir, gozar y esperar. Se trata de una dimensión fundamental que dará sentido a la vida, proporcionará felicidad aunque sea relativa, y será la fuente de otros valores humanos. Ahora bien, que el proyecto sea concreto, acomodado y comprenda las tres dimensiones: 1ª la intelectual o norma para pensar, valorizar y actuar; 2ª la afectiva o amor como motivación definitiva, impulso para las respuestas más exigentes, bálsamo en la tristeza y razón de las alegrías; y 3ª la dinámica o fuerza para obrar, especialmente en las dificultades.
2º “No” a una meta egoísta dominada por el egoísmo
La persona egoísta antepone el propio interés a los legítimos derechos del prójimo: es incapaz de dar con generosidad; ve sus intereses como lo primero y lo último olvidando los ajenos. El egoísmo conduce siempre a la injusticia porque no guarda el justo equilibrio entre el derecho personal y el ajeno. Dice amar el egoísta pero tal amor es una droga pasajera que rehúsa el compromiso: él siente como gran vivencia el “yo te necesito”. Y su gran respuesta: “yo te instrumentalizo”. En definitiva, quienes conviven con el egoísta son “un algo” que llenan su vida, simples medios para su felicidad.
Y “no” al ideal hedonista
Se trata de la persona esclavizada por cualquier exceso permanente en la comida, el sexo, la bebida, el descanso corporal, las diversiones, las amistades, el alcohol o la droga. Los hedonistas buscan el “pasarlo bien” y la supresión del dolor como objetivo o razón de su vida. Para ellos, el fin último del hombre se identifica con el placer: su trabajo se orienta al dinero que facilitará una vida de bienestar material. Su ideal es una existencia tranquila y placentera. Y pasar lo mejor posible “los cuatros días de vida”. En un sentido teórico, afirman como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales. Se les puede aplicar lo que en otro contexto dijera San Pablo: “comamos y bebamos que mañana moriremos” (1Cor 15,32).
3º Y “sí” a vivir la felicidad en familia.
Con una palabra o con otra, la felicidad resume la realización positiva de las personas en sus principales aspiraciones y valores. Ser feliz es el ideal de vida que se esconde en la lucha por conseguir fines totales o parciales. Y lograr la felicidad, liberarse del mal, ser feliz pasándolo "lo mejor posible", gozar de la vida, amar y ser amado, realizarse o salvarse según la propia fe, son términos que expresan una dimensión básica de la persona : Es clásico el criterio de San Agustín: "feliz es aquel que tiene todo lo que quiere y nada malo quiere". Será feliz quien posea los bienes vitales y carezca de males...durante el mayor tiempo posible.
Amar y ser amado en familia
Amar es la vocación de toda persona. El varón y la mujer han nacido para amar y ser amados. Es su vocación irrenunciable. Por otra parte, el amor es el corazón de la familia entendida como una comunidad de relaciones de amor entre padres, hijos, hermanos y abuelos: ¡todos se ven fruto del amor, los unos de los otros! Sin amor desaparece la familia. La experiencia confirma: en la familia, comunidad de vida y de amor, es donde mejor consigue la persona su propia realización. Es ahí donde encuentra uno de los objetivos más grandes y que más sentido dan a la vida como el poder amar y el sentirse amado. Se puede afirmar que formar una familia, amar y ser amado en la comunidad de vida y amor, es una de las grandes metas que responde con fundamento a quien pregunte: ¿hacia dónde vas? “Voy en búsqueda de un ideal vivido en familia”
Tanto el primer interrogante (¿quién eres?) como el segundo (¿hacia dónde vas?), necesitan como gran complemento las respuestas de la próxima pregunta: ¿a qué te comprometes?
Al primer interrogante propuesto por el abuelo (¿quién eres) sigue otro más agresivo y con doble formulación: ¿hacia dónde vas, hacia dónde voy? Si importante era el primero, no menos el segundo, pues plantea la necesidad de definirse ante la vida: a qué realización personal pretendemos, qué aspiraciones y esperanzas deseamos obtener, y, sobre todo, cuál es el ideal de vida que ilusiona y motiva para vivir y sufrir. A la hora de responder habrá que evitar la meta-ideal de una felicidad egoísta. Y sea cual fuere la respuesta, que esté presente como gran meta de la vida formar una comunidad familiar donde todos amen y reciban amor. Tres son los criterios para responder a la pregunta formulada:
1º Definirse ante la vida con legítimas aspiraciones y esperanzas
Quien busca su realización personal necesita definir su vida según la meta elegida. Porque quien no sabe lo que quiere y le da igual una meta que otra, difícilmente conseguirá la realización de su persona. Necesita un conjunto de valores capaces de impactar toda la persona a manera de fuertes motivaciones. Así mismo necesita una meta con su proyecto que incluya las raíces para sostener la vida toda. Será como el tronco que sostiene las ramas o relaciones diferentes de la persona.
Las aspiraciones. La felicidad, la realización personal y las esperanzas, y sobre todo el amar y ser amado, forma parte de las aspiraciones humanas. Pero a todas ellas podemos añadir otras, como el comunicarse y vivir en compañía de seres queridos; sentirse útil ayudando a los demás; descansar tras el trabajo; recibir un premio, el reconocimiento justo; vivir en un ambiente de libertad, justicia y paz; recibir el honor y la gloria debidos a la propia dignidad y méritos contraídos, tener seguridad ante el futuro para sí y para cuantas personas ama, convivir en una familia sana, disfrutar de un trabajo seguro con unos ingresos suficientes, una casa confortable y un tiempo para la diversión con los amigos.
Las esperanzas La persona que aspira a la felicidad o que trabaja para su realización personal está atraída por una esperanza o deseo profundo. La esperanza pide la realización de los deseos y la satisfacción de las aspiraciones más profundas del ser humano. ¿Cómo definir la esperanza? Como la razón principal de nuestro vivir: el conjunto de motivaciones que justifican el trabajo, la superación del dolor y el riesgo desinteresado; la roca que da seguridad ante las dificultades. Mientras exista el equilibrio entre el objetivo difícil y las posibilidades, aparece la esperanza como fuente gozosa de fortaleza y confianza.
El ideal con un proyecto que ilusione. Muy unido a las aspiraciones y esperanzas es el ideal de vida. Porque el objetivo de realizarse exige un “algo” que sea como la columna vertebral de la persona. Puede llamarse ideal que ilusiona; objetivo o fin que entusiasma. O bien, la opción fundamental que estructura y unifica las diversas tareas. Este “algo” se puede concretar en un proyecto que contienne la razón para amar, sufrir, gozar y esperar. Se trata de una dimensión fundamental que dará sentido a la vida, proporcionará felicidad aunque sea relativa, y será la fuente de otros valores humanos. Ahora bien, que el proyecto sea concreto, acomodado y comprenda las tres dimensiones: 1ª la intelectual o norma para pensar, valorizar y actuar; 2ª la afectiva o amor como motivación definitiva, impulso para las respuestas más exigentes, bálsamo en la tristeza y razón de las alegrías; y 3ª la dinámica o fuerza para obrar, especialmente en las dificultades.
2º “No” a una meta egoísta dominada por el egoísmo
La persona egoísta antepone el propio interés a los legítimos derechos del prójimo: es incapaz de dar con generosidad; ve sus intereses como lo primero y lo último olvidando los ajenos. El egoísmo conduce siempre a la injusticia porque no guarda el justo equilibrio entre el derecho personal y el ajeno. Dice amar el egoísta pero tal amor es una droga pasajera que rehúsa el compromiso: él siente como gran vivencia el “yo te necesito”. Y su gran respuesta: “yo te instrumentalizo”. En definitiva, quienes conviven con el egoísta son “un algo” que llenan su vida, simples medios para su felicidad.
Y “no” al ideal hedonista
Se trata de la persona esclavizada por cualquier exceso permanente en la comida, el sexo, la bebida, el descanso corporal, las diversiones, las amistades, el alcohol o la droga. Los hedonistas buscan el “pasarlo bien” y la supresión del dolor como objetivo o razón de su vida. Para ellos, el fin último del hombre se identifica con el placer: su trabajo se orienta al dinero que facilitará una vida de bienestar material. Su ideal es una existencia tranquila y placentera. Y pasar lo mejor posible “los cuatros días de vida”. En un sentido teórico, afirman como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales. Se les puede aplicar lo que en otro contexto dijera San Pablo: “comamos y bebamos que mañana moriremos” (1Cor 15,32).
3º Y “sí” a vivir la felicidad en familia.
Con una palabra o con otra, la felicidad resume la realización positiva de las personas en sus principales aspiraciones y valores. Ser feliz es el ideal de vida que se esconde en la lucha por conseguir fines totales o parciales. Y lograr la felicidad, liberarse del mal, ser feliz pasándolo "lo mejor posible", gozar de la vida, amar y ser amado, realizarse o salvarse según la propia fe, son términos que expresan una dimensión básica de la persona : Es clásico el criterio de San Agustín: "feliz es aquel que tiene todo lo que quiere y nada malo quiere". Será feliz quien posea los bienes vitales y carezca de males...durante el mayor tiempo posible.
Amar y ser amado en familia
Amar es la vocación de toda persona. El varón y la mujer han nacido para amar y ser amados. Es su vocación irrenunciable. Por otra parte, el amor es el corazón de la familia entendida como una comunidad de relaciones de amor entre padres, hijos, hermanos y abuelos: ¡todos se ven fruto del amor, los unos de los otros! Sin amor desaparece la familia. La experiencia confirma: en la familia, comunidad de vida y de amor, es donde mejor consigue la persona su propia realización. Es ahí donde encuentra uno de los objetivos más grandes y que más sentido dan a la vida como el poder amar y el sentirse amado. Se puede afirmar que formar una familia, amar y ser amado en la comunidad de vida y amor, es una de las grandes metas que responde con fundamento a quien pregunte: ¿hacia dónde vas? “Voy en búsqueda de un ideal vivido en familia”
Tanto el primer interrogante (¿quién eres?) como el segundo (¿hacia dónde vas?), necesitan como gran complemento las respuestas de la próxima pregunta: ¿a qué te comprometes?