Obispos de Colombia, Panamá y Costa Rica visitan el campamento de Lajas Blancas La Iglesia, con el sufrimiento de los migrantes en el Darién: "Es un tapón de humanidad"
El Darién, esta selva inhóspita ubicada entre Colombia y Panamá, es testigo cada año del flujo migratorio que atraviesa el continente desde Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica, continuando hasta México para alcanzar el objetivo final, EEUU y Canadá
“Solo Dios sabe lo que hemos sufrido” fue la frase que brotó entre sollozos de un hombre de unos 40 años
El arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa Mendieta, también pidió a los migrantes que "no permitan que les roben la esperanza ni que le impidan seguir soñando”, al tiempo que manifestó su gratitud “a este pueblo noble del Vicariato Apostólico de Darién que con mucho esfuerzo trabajan tendiendo la mano"
El arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa Mendieta, también pidió a los migrantes que "no permitan que les roben la esperanza ni que le impidan seguir soñando”, al tiempo que manifestó su gratitud “a este pueblo noble del Vicariato Apostólico de Darién que con mucho esfuerzo trabajan tendiendo la mano"
| RD/Vatican News
El Darién, esta selva inhóspita ubicada entre Colombia y Panamá, es testigo cada año del flujo migratorio que atraviesa el continente desde Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica, continuando hasta México para alcanzar el objetivo final, EEUU y Canadá.
De acuerdo a la Defensoría del Pueblo de Colombia, para el año 2023 más de 520.000 personas cruzaron este territorio hacia Panamá, con un aumento del 110% respecto al año anterior, incluyendo 406.905 adultos y 113.180 menores de edad. En lo que va corrido del 2024, este flujo ha seguido aumentando, situación que agravaría aún más la crisis.
En respuesta a esta compleja situación migratoria, los obispos de Colombia, Panamá y Costa Rica, junto con agentes pastorales, se reunieron del 19 al 22 de marzo en la Ciudad de Panamá, convocados por el Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral, para “analizar, reflexionar y asumir compromisos pastorales ante la compleja situación migratoria”, y luego, el miércoles 20, se dirigieron hacia el Vicariato Apostólico del Darién.
Acompañaron los obispos fronterizos a esa zona, miembros del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede, organizador del encuentro, el representante del Observatorio Sociopastoral de Movilidad Humana de Mesoamericana y el Caribe, así como directores de pastoral social, miembros de la Pastoral de Movilidad Humana y de la Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Desplazamiento, Refugio y Trata de Personas (Red Clamor).
Allí visitaron un albergue en la comunidad de Lajas Blancas, para dialogar con migrantes y ofrecer una celebración de la Eucaristía presidida por el Cardenal Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. En este albergue los migrantes llegan a través de canoas por el Río Chucunaque.
En Viacrucis de migración
Obispos y agentes de pastoral son el rostro de una Iglesia madre que marcha con sus hijos e hijas. Obispos y agentes de pastoral son como “la Verónica, quien con cariño brinda alivio y esperanza en el viacrucis de la migración”, y “el rostro de una Iglesia madre, que marcha con sus hijos e hijas”, afirmó el Papa Francisco en su mensaje a los migrantes del jueves pasado. Su mensaje lo leyó el Nuncio Apostólico, monseñor Dagoberto Campos Salas, en la visita que realizaron los obispos al albergue de migrantes.
A los migrantes el Santo Padre le animó a que no se olviden de su dignidad, que no tengan miedo de mirar a los demás a los ojos porque no son un descarte, sino que forman parte de la familia humana y la familia de los hijos de Dios.
“Solo Dios sabe lo que hemos sufrido” fue la frase que brotó entre sollozos de un hombre de unos 40 años, al bajar de la embarcación y abrazar a uno de los sacerdotes que se encontraban a la orilla del río; mientras que en otro instante se escuchó la voz de una niña que preguntó a su mamá, con inocencia y anhelo: “ya llegamos a Estados Unidos”.
Dolor, tristeza, desamparo se mezclan con la esperanza de los migrantes del campamento en Lajas Blancas, que se ven “forzados a abandonar su tierra, a enfrentarse a los riesgos y a las tribulaciones de un camino duro, al no encontrar otra salida”, ha dicho el Papa Francisco, en su mensaje a los obispos y agentes de pastoral luego de agradecerles su compromiso con los hermanos y hermanas que representan “la carne sufriente de Cristo”.
El arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa Mendieta, también pidió a los migrantes que "no permitan que les roben la esperanza ni que le impidan seguir soñando”, al tiempo que manifestó su gratitud “a este pueblo noble del Vicariato Apostólico de Darién que con mucho esfuerzo trabajan tendiendo la mano".
Los obispos y agentes de pastoral también tuvieron un espacio para orar junto a los migrantes, para fortalecerlos en la fe y en la esperanza en Jesucristo, que no deja de escuchar a quienes claman justicia y misericordia. Otra parada realizada por los obispos y agentes de pastoral, fue a la estación temporal de recepción de migrantes irregulares en San Vicente, Metetí en Darién, recientemente afectado por un fuego que afectó varios módulos. Ahí se entregaron kits de aseo personal a migrantes.
Levantar la voz por los migrantes
Este viernes, como conclusión del encuentro, los obispos realizaron una conferencia de prensa en donde el arzobispo de Panamá, Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, leyó una declaración conjunta en la que los prelados expresan la necesidad de “levantar la voz al reconocer una creciente crisis humanitaria” en la región. Los obispos denunciaron que la selva del Darién se ha convertido en un “tapón de humanidad”, debido a las “condiciones de vulnerabilidad y muerte para hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas”. “El número de personas que perecen son incalculables, ya que muchos de los cuerpos de los padecidos no son rescatados”, advirtieron los prelados.
Los prelados, también manifestaron que, en su recorrido los migrantes, “son víctimas de estructuras y grupos criminales”, quienes “hacen de la desesperación de nuestros hermanos su negocio y profanan la dignidad”.
La migración tiene cara de mujer y de niño
Los prelados constataron además cómo la migración forzada afecta a millones de personas, “pero de manera particular a los más vulnerables”. Y confirmaron que la migración, “cada vez más, tiene cara de mujer y de niño”.
Las causas por las que los migrantes abandonan sus tierras son por la “necesidad de supervivencia, de reunificación familiar y por causas estructurales como la pobreza, la desigualdad, los efectos del cambio climático y la persecución política y social”.
Las Lajas Blancas
Los obispos de estos tres países llegaron al campamento de Lajas Blancas, ubicado a cerca de cinco horas de Ciudad de Panamá, vía terrestre. Lajas Blancas es la segunda parada que realizan las personas migrantes tras haber sobrevivido a su paso por el temido Tapón del Darién. Estando allí, quedan a la espera de poder conseguir 60 dólares para pagar por un cupo en un bus que los traslade a la frontera con Costa Rica y así, continuar su camino hacia el Norte.
La Iglesia expresando su cercanía a los migrantes
En este campamento, los representantes de la Iglesia dialogaron, oraron y dieron la bendición a algunos de los migrantes. Además, les llevaron un mensaje especial del papa Francisco. En él, el Santo Padre les expresa su cercanía y les pide que “no se olviden de su dignidad humana, que no tengan miedo de mirar a los ojos porque no son un descarte, sino que también forman parte de la familia humana y de la familia de los hijos de Dios”.
Un signo de solidaridad durante la visita de los obispos y agentes de pastoral, fue la donación de tres mil kits de aseo personal: 600 para niños; 1100 mujeres y 1300 hombres, considerando el promedio de dos mil a dos mil quinientos migrantes que llegan por día en estos lugares de recepción.
El padre Leonidas Moreno, administrador diocesano de Apartadó, jurisdicción a la que toca directamente esta realidad en Colombia, expresó a los medios, que en esta zona encontró el mismo rostro de dolor que, en repetidas ocasiones ha tenido que ver en Necoclí, Turbo y poblaciones vecinas. Una vez más constató la crudeza de saber que hay quienes se aprovechan de la situación de los migrantes para hacer negocios de todo tipo. El sacerdote califica esta realidad como una tragedia y a los migrantes, seres humanos que hay que atender y acoger.
Es frecuente que la zona sea visitada por agentes pastorales, en esta visita, la primera para muchos de los prelados presentes, los obispos vieron la difícil realidad que padecen diariamente cientos de migrantes en su paso por el corredor que conecta a los tres países y que, desde 2015, es escenario de una crisis humanitaria de grandes proporciones.
Haití, Ecuador, Chile, Cuba, Nepal, Bangladesh, Pakistán, China y, por supuesto, Venezuela, son solo algunos de los lugares de los que provienen hombres, mujeres y niños en busca de mejores condiciones de vida, un sueño que, a veces, resulta opacado por el dolor, e incluso, la muerte
Un flujo migratorio “complejo”
Haití, Ecuador, Chile, Cuba, Nepal, Bangladesh, Pakistán, China y, por supuesto, Venezuela, son solo algunos de los lugares de los que provienen hombres, mujeres y niños en busca de mejores condiciones de vida, un sueño que, a veces, resulta opacado por el dolor, e incluso, la muerte. Uno de los aspectos que más preocupa es el aumento considerable en el número de menores que transitan por esta zona, muchas veces, solos.
Una realidad que confronta y que duele, pero que también impulsa a la Iglesia a seguir trabajando de manera conjunta y activa bajo esta misión. Así lo indicó el padre Rafael Castillo Torres, director del Secretariado Nacional de Pastoral Social-Cáritas colombiana.
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