Grecia somos todos

Yo pienso que, si Bruselas ha tomado la decisión que ha tomado ante Grecia, tal decisión se ajusta a los derechos jurídicos y políticos de la UE. Pero, ¿se ajusta también a los derechos de los ciudadanos, a todos los derechos que tenemos los simples ciudadanos?

Los derechos de la UE no coinciden con los derechos de los ciudadanos de cada país. Un ejemplo elocuente: hace unos días, tres instituciones internacionales, que tienen una credibilidad reconocida (Amnistía Internacional, Greenpeace, Oxfam-Intermon), hicieron público un documento en el que advertían a los españoles que tenemos una Constitución “que no protege todos los derechos por igual”.

Y lo demostraba haciendo estas preguntas:

1) ¿Por qué, bajo esta Constitución, la desigualdad crece y ya somos el segundo país más desigual de Europa, con 760.000 hogares sin ingresos?
2) ¿Cómo es posible que se hayan producido, con una Constitución que reconoce el derecho a la vivienda (art. 47), casi 600.000 desalojos hipotecarios?
3) ¿Por qué se ha retirado la tarjeta sanitaria a cerca de 800.000 personas, con el derecho que todos tenemos a la atención sanitaria (art. 43.1)? El citado documento hace más preguntas.

Pero con lo dicho, basta.

No tengo datos para indicar lo que ocurre en otros países fuera de España. Pero me temo que, en Grecia concretamente, la limitación de derechos de los ciudadanos es mayor. Y más graves las consecuencias, por lo que se refiere a las limitaciones de derechos que soportan los ciudadanos.

Una sociedad y una cultura, que en buena medida se basan en una desigualdad tan patética, tienen un futuro extremadamente problemático. Por eso y desde este punto de vista, se puede asegurar que, en Europa y ahora mismo, todos somos Grecia. ¿Qué futuro nos espera, digan lo que digan los “grandes números” de los economistas?

La Grecia clásica nos dejó sus saberes geniales, pero como sociedad se hundió. Porque los que pensaban y decidían iban por su camino, mientras que quienes trabajaban eran los esclavos (E. R. Dodds). Era una sociedad asombrosamente desigual. La conclusión es clara: la brutal desigualdad, que borró como país a los griegos de la Antigüedad, probablemente hundirá también a los de ahora. Y si no se les pone remedio a estas desigualdades, incluso los sabios y poderosos alemanes, que ya van camino del IV Reich, acabarán hundidos, como ya hundieron al primero, al segundo y al tercero. La desigualdad (en derechos y en dignidad) es una apisonadora que nos iguala a todos, destrozándonos a todos.
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