Igualdad y trabajo para todos
¿Tiene esto solución? Por supuesto que la tiene. Pero con tal que todos arrimemos el hombro. Por eso - y por si sirve de algo lo que voy a decir -, quiero recordar aquí un relato extravagante: la parábola de los jornaleros de la viña. Es la historia aquélla que cuenta el evangelio de Mateo (20, 1-16). Un propietario, que tenía una viña, sale al amanecer para contratar trabajadores que vayan a su finca, ajustando con ellos el jornal de costumbre. Luego vuelve a salir a media mañana, al mediodía, a media tarde e incluso a última hora. Todo el día sacando gente del paro, para que fueran a su empresa a ganarse el pan. Y lo extraño es que, a la hora de pagar, a todos les pagó la misma cantidad, “empezando por los últimos” (Mt 20, 8).
¿Por qué cuenta el Evangelio esta increíble historia? Porque así quiso explicar cómo es la bondad de Dios, que tuvo su reproducción “concreta en la vida de Jesús” (Ulrich Luz). Pero no es de religión de lo que yo quiero hablar aquí. El Evangelio, antes que un “libro de religión”, es un “proyecto de vida”. Y en este proyecto - como cuenta la parábola - se encuentra la firme decisión de no consentir que haya gente en el paro, ni que entre la gente existan desigualdades. Así entendió Jesús la famosa sentencia que el relato de Mateo colocó al comienzo y al final de la parábola: “los últimos serán los primeros” (Mt 19, 30; 20, 16).
Sin duda que a muchos lectores les costará lo suyo entender de veras este extraño “proyecto de vida”, en el que los últimos van a ser, también de veras, precisamente los primeros. ¿Qué demonios significa todo esto? Acabo de leer un lúcido ensayo de Giorgio Agamben, “El fuego y el relato”. En este ensayo nos recuerda Agamben el fragmento póstumo que Kafka dedicó precisamente a “Las parábolas”. Y en él nos pregunta el autor de “El proceso”: “¿Por qué os resistís? Si pusierais en práctica las parábolas, vosotros mismos os convertiríais en parábola, y de ese modo os veríais libres de las preocupaciones diarias”.
El día que nuestros políticos aparquen sus intereses y los intereses del propio partido, el día que los políticos y los banqueros, y los ricos (y los pobres), lleguemos a ser todos parábola, de forma que la palabra y la vida sean una misma cosa, ese día habrá trabajo para todos. Y todos, manteniendo y respetando nuestras diferencias, seremos iguales en derechos, tolerancia y dignidad.