Adviento o la esperanza amanecida hoy
“Y aunque no hemos visto a Dios, somos como aves migratorias o peces migratorios, que han nacido en un lugar extraño, pero cuando llega el invierno sienten una inquietud misteriosa, una llamada en la sangre, la nostalgia de una patria primaveral que no han visto nunca y parten hacia allá sin saber adónde. Han sentido la llamada de la tierra prometida, la voz del Amado que llama”. (Ernesto Cardenal) La esperanza es la razón de ser de la humanidad. Sin ella se secan nuestros retoños más logrados, se nubla el deseo de bien y la vida se convierte en fardo pesado sobre la espalda de los más vulnerables. Ser hombre en plenitud es vivir en la esperanza. Soñar posibilidades nuevas, apostar por un mañana más luminoso. Sin esperanza nos amenaza la náusea, nos instalamos en la vulgaridad y sólo apostamos por propuestas hedonistas.
Con frecuencia nos preocupa llenar nuestra vida de años ¿Y llenar nuestros años de vida?
La humanidad entera grita a raudales esperanza; está en Adviento. Hoy más que nunca necesitamos una sobredosis de esperanza que cure esta herida supurante de desasosiego y acomodación en la que vivimos. Se nos han caído las hojas del optimismo porque nos ha invadido una crisis extraña, de falta de valores, como hojas secas que han llenado el suelo donde nos sentíamos seguros.
Y sin embargo toda la historia de la salvación está tejida de esperanza.
Abrahán esperaba en Sara el hijo que ya no podía tener. Moisés esperaba la liberación de su pueblo ante la negativa insistente del Faraón. Noé esperaba la misericordia y la cercanía de Dios cuando construía el arca. David y Salomón esperaban que Dios se quedara con ellos para siempre en medio de su pueblo. Israel, cautivo en Babilonia, esperaba su libertad y al Mesías liberador. ¡Ojalá se rasgase el cielo y bajases!
Los salmos insisten, una y otra vez, en el deseo de Dios.
¿Hasta cuándo, señor, seguirás olvidándome? (12)
“No te quedes lejos, fuerza mía, ven corriendo a socorrerme”( 21)
“Acércate a mí, ven, líbrame” ( 68)
“Levántate, Señor, ven a tu mansión” ( 131)
El Cantar de los cantares es un grito poético en busca del Amado:
“Abrí a mi amado pero mi amado se había ido de largo. El alma se me salió en su huída. Lo busqué y no lo hallé. Lo llamé y no me respondió.
La humanidad en dolores de parto (San Pablo) espera y llama: ¡Maranatha! Ven, Señor, Jesús!
La iglesia, nueva humanidad, espera la llegada de Jesús y lo busca con pasión.
“A dónde te escondiste, amado,
Y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
Habiéndome herido,
Salí tras ti corriendo y eras ido”
(San Juan de la Cruz)
Y así está hoy la humanidad, herida. Decía recientemente el gran psiquiatra Enrique Rojas que las clínicas de psicólogos y psiquiatras están cada día más abarrotadas de gente herida, vulnerable, descolocada, deprimida…
En medio de las multitudes encontramos a personas amenazadas por una profunda soledad. La gente necesita ser escuchada, tenida en cuenta, valorada… Y todo esto que sentimos a nivel individual se transmite también a las instituciones. Acaba de morir en Madrid un joven solo, en una habitación de su piso y nadie se había percatado de ello después de mucho tiempo. Su cuerpo estaba ya momificado. Nadie lo esperaba, nadie lo echaba de menos, nadie se preocupada de él, nadie lo amaba en una ciudad con más de tres millones de habitantes.
La misma vida consagrada, que parece un espacio reservado en medio del mundo, está sintiendo, como nunca, el azote de la crisis vocacional y, sobre todo, de radicalidad en sus valores más firmes. Alejarse del ideal primero, de la fuente original, es perderse en la mezcla del mar y perder su identidad propia. Nuestra desgracia es que “como gotas de agua que se funden en el mar”, hemos perdido lo propio de nosotros y nos estamos deshumanizando aceleradamente.
Hay un estrés generalizado que nos impide una búsqueda serena de lo que en verdad merece la pena. Imposible encontrarlo a la carrera. El misterio se resiste a las prisas. La esperanza es la vitamina de la vida.
La señora esperanza tiene 98 años y está ya en la residencia de mayores. Se ha caído y se ha roto la cadera, o al revés, se ha roto la cadera y se ha caído. No está para una operación ya a su edad. El médico le ha recomendado un reposo total y ella ha respondido muy convencida: “Voy a obedecer al médico en todo lo que me ha pedido porque no quiero estar después toda la vida con molestias”
Esto es esperanza. Dispuesta a vivir contra toda esperanza una vida larga con 98 años. Estar dispuesto a cultivar un hondo deseo de Dios en un tiempo que tiene anorexia de lo divino. Es mantener erguida la pregunta y la búsqueda de Dios allí donde cada uno vive y trabaja, sueña y descansa. Se trata de sorprendernos de nuevo por todo cuando forma parte de nuestra realidad cotidiana y ver en ello el milagro del ser. No somos chatarra espacial abandonada en ese espacio misterioso que nos sobrecoge por sus límites desconocidos. Soy fruto de una experiencia de amor.
Adviento es deseo del Dios que me ama sin condiciones, sea como sea, piense como piense sienta como sienta, peque cuanto peque… Dios me ama sin condiciones. Y como a mí me ama, también a mis hermanos los hombres, a todos, a todos, a todos…
Sentimos hambre, sed, deseos, añoranzas, sueños…eso es Adviento. Sentir que estamos vivos y Dios nos convoca a hacer más vida la vida. ¡Somos mendigos permanentes!
Nos estamos acostumbrando a lo sublime y ya no nos emocionamos lo suficiente. Somos profesionales de la fe, funcionarios de lo sagrado, licenciados en el misterio, sacristanes de nuestros rezos. ¡Cualquiera sirve para enterrar un muerto menos un sepulturero¡
Adviento es la esperanza hecha vitamina de la fe que se convierte en instinto de vida. No es verdad que “mientras hay vida hay esperanza”, No, “mientras hay esperanza hay vida”
Adviento es un cóctel que vamos a hacer juntos en este tiempo. Donde no puede faltar:
-El gozo. Lo que esperamos nos llena de alegría. Ya es alegría en nosotros.
-La confianza: este esfuerzo nos asegura la meta y la victoria, No es la esperanza frustrada de los payasos de la obra de Samuel Beket, “Esperando a Godot” que no ven cumplidos sus sueños. Nuestra esperanza ya ha sido cumplida; es una esperanza que es hoy y no mañana.
-La paciencia: Porque el camino es largo y está sembrado de chacales, de escorpiones y víboras como el desierto que tuvo que atravesar el pueblo de Dios.
La certeza: Nuestra esperanza o es un opio bien aderezado, Nos apoyamos en la gracia de Dios y no sólo en nuestras pobres fuerzas.
La utopía: el horizonte al que no queremos renunciar nunca porque es la mejor energía para no perder el camino.
La vida no es la peste de Albert Camus ni una náusea sino una hermosa oportunidad para crecer y saborear un amor ilimitado que nos hace libres y felices en la espera.
Una religiosa anónima, ha expresad así su esperanza en un poema. Todo poema es hoy ya un germen de esperanza.
¡Qué fácil es esperar cuando la esperanza es cierta!
Quiero esperarte despierta, pues sé que no tardarás.
Sé, Jesús, que vienes ya; sé que siempre estás viniendo;
gracias por tantos momentos en que te siento llegar
Y cada vez que Tú llegas, cuando siento que ya estás,
luego crece otra esperanza: Ven, Señor, no tardes más.
Esperar es la fuerza de camino, la luz en la oscuridad,
es crear en nuestro barro espacios de eternidad.
Esperar es saber que, cuando empieza algo bueno,
eso ya no morirá. Esperar es dejarte poseer
por la ganas de luchar, de vivir y de sembrar.
Esperar es sembrar en cada surco simiente de eternidad
Y saber que la cosecha alguien la recogerá.
Esperar es dejarte poseer, aquí, por la eternidad.
La esperanza cristiana es una esperanza cativa y dinámica, nunca pasiva y de brazos cruzados, de pena y resignación. El mayor pecado de la vida consagrada presente y de la vida de las comunidades eclesiales es la monotonía o aún peor porque lo ha dicho la superiora, y el cansancio que imprime el paso del tiempo y la tradición. Hacer las cosas porque siempre se han hecho así. Nunca avanzaremos hacia la utopía necesaria. Eso es esperar sin esperanza; una contradicción.
León Felipe expresa muy bien la monotonía en un poema que siempre me ha impresionado. ¡Qué grande es León Felipe!
¡Qué día tan largo y qué camino tan áspero!
¡Qué largo es todo, qué largo y qué áspero!
En el cielo está clavado el sol iracundo y alto;
La tierra es toda llanura, llanura, toda llanura.
Y en la llanura… ¡ni un árbol!
La esperanza en la escritura y en la iglesia tiene nombre de mujer: María.
Una mujer que es capaz, en tiempos de zozobra, de decir SI.
-Cruza la montaña de Aincarem; no se queda de brazos cruzados.
-No entiende demasiado pero confía, espera y ama.
-Hace posible el milagro de la vida de su hijo en ella. ¡Hay vida! La promesa se ha cumplido, La esperanza ya tiene nombre. Ella ha sido como una melodía que “In crescendo” se ha hecho sinfonía universal. La mujer sin nada ahora lo tiene todo.
-Se mantiene enhiesta junto a la cruz de Jesús, esperando…
Dice Dolores ALeixandre:“La Abundancia y seguridad nos han inmunizado contra el deseo, vivimos un presente diminuto que nos marcan nuestros relojes digitales y no somos capaces de desear apasionadamente el futuro que nos ha sido regalado y prometido”
No sabemos cómo encauzar nuestra vida hacia un puerto seguro.
Pueden ser muy iluminadoras las palabras del Psiquiatra Enrique Rojas, incluso o sobre todo, para la vida consagrada:
¿Qué ha pasado en las últimas décadas en nuestra cultura para que esto se haya producido, ¿Cuáles con las claves que explican este fenómeno de perder el derrotero y no encontrar el trazado para dirigir la vida personal hacia buen puerto? Veo mucha gente desorientada en lo fundamental, malos tiempos corren cuando hay que enfatizar lo obvio. Y son muchos los factores que han contribuido a ese estar perdidos, desconcertados, sin hacer pie y sin tener unos referentes claros, coherentes, firmes, que empujen con fuerza a toda la existencia hacia adelante, luchando por superar los obstáculos que se vayan presentando. Para mí las variables que se entremezclan para originar este hecho son las siguientes:
1.- Los cambios vertiginosos.
2.- Manipulación y malversación negativa de las palabras como amor y libertad.
3.- Abundancia de informaciones negativas sin formación.
4.- Presentación de vidas conocidas sin mensaje interior.
5.- Triunfo de la mediocridad por ausencia de líderes positivos.
6.- Absolutización del relativismo moral
Y termina diciendo: Cervantes dijo: “Tú mismo te has forjado tu aventura”. Para circular de forma desenvuelta en un mundo tan difícil y complejo recomiendo la siguiente fórmula: Busca la ética, la adhesión a la inteligencia y la voluntad al bien. Y no hay bien sin amor.
Para terminar un poema a la esperanza de uno de mis poetas favoritos, si no el que más, Machado:
"Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera"
Con frecuencia nos preocupa llenar nuestra vida de años ¿Y llenar nuestros años de vida?
La humanidad entera grita a raudales esperanza; está en Adviento. Hoy más que nunca necesitamos una sobredosis de esperanza que cure esta herida supurante de desasosiego y acomodación en la que vivimos. Se nos han caído las hojas del optimismo porque nos ha invadido una crisis extraña, de falta de valores, como hojas secas que han llenado el suelo donde nos sentíamos seguros.
Y sin embargo toda la historia de la salvación está tejida de esperanza.
Abrahán esperaba en Sara el hijo que ya no podía tener. Moisés esperaba la liberación de su pueblo ante la negativa insistente del Faraón. Noé esperaba la misericordia y la cercanía de Dios cuando construía el arca. David y Salomón esperaban que Dios se quedara con ellos para siempre en medio de su pueblo. Israel, cautivo en Babilonia, esperaba su libertad y al Mesías liberador. ¡Ojalá se rasgase el cielo y bajases!
Los salmos insisten, una y otra vez, en el deseo de Dios.
¿Hasta cuándo, señor, seguirás olvidándome? (12)
“No te quedes lejos, fuerza mía, ven corriendo a socorrerme”( 21)
“Acércate a mí, ven, líbrame” ( 68)
“Levántate, Señor, ven a tu mansión” ( 131)
El Cantar de los cantares es un grito poético en busca del Amado:
“Abrí a mi amado pero mi amado se había ido de largo. El alma se me salió en su huída. Lo busqué y no lo hallé. Lo llamé y no me respondió.
La humanidad en dolores de parto (San Pablo) espera y llama: ¡Maranatha! Ven, Señor, Jesús!
La iglesia, nueva humanidad, espera la llegada de Jesús y lo busca con pasión.
“A dónde te escondiste, amado,
Y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
Habiéndome herido,
Salí tras ti corriendo y eras ido”
(San Juan de la Cruz)
Y así está hoy la humanidad, herida. Decía recientemente el gran psiquiatra Enrique Rojas que las clínicas de psicólogos y psiquiatras están cada día más abarrotadas de gente herida, vulnerable, descolocada, deprimida…
En medio de las multitudes encontramos a personas amenazadas por una profunda soledad. La gente necesita ser escuchada, tenida en cuenta, valorada… Y todo esto que sentimos a nivel individual se transmite también a las instituciones. Acaba de morir en Madrid un joven solo, en una habitación de su piso y nadie se había percatado de ello después de mucho tiempo. Su cuerpo estaba ya momificado. Nadie lo esperaba, nadie lo echaba de menos, nadie se preocupada de él, nadie lo amaba en una ciudad con más de tres millones de habitantes.
La misma vida consagrada, que parece un espacio reservado en medio del mundo, está sintiendo, como nunca, el azote de la crisis vocacional y, sobre todo, de radicalidad en sus valores más firmes. Alejarse del ideal primero, de la fuente original, es perderse en la mezcla del mar y perder su identidad propia. Nuestra desgracia es que “como gotas de agua que se funden en el mar”, hemos perdido lo propio de nosotros y nos estamos deshumanizando aceleradamente.
Hay un estrés generalizado que nos impide una búsqueda serena de lo que en verdad merece la pena. Imposible encontrarlo a la carrera. El misterio se resiste a las prisas. La esperanza es la vitamina de la vida.
La señora esperanza tiene 98 años y está ya en la residencia de mayores. Se ha caído y se ha roto la cadera, o al revés, se ha roto la cadera y se ha caído. No está para una operación ya a su edad. El médico le ha recomendado un reposo total y ella ha respondido muy convencida: “Voy a obedecer al médico en todo lo que me ha pedido porque no quiero estar después toda la vida con molestias”
Esto es esperanza. Dispuesta a vivir contra toda esperanza una vida larga con 98 años. Estar dispuesto a cultivar un hondo deseo de Dios en un tiempo que tiene anorexia de lo divino. Es mantener erguida la pregunta y la búsqueda de Dios allí donde cada uno vive y trabaja, sueña y descansa. Se trata de sorprendernos de nuevo por todo cuando forma parte de nuestra realidad cotidiana y ver en ello el milagro del ser. No somos chatarra espacial abandonada en ese espacio misterioso que nos sobrecoge por sus límites desconocidos. Soy fruto de una experiencia de amor.
Adviento es deseo del Dios que me ama sin condiciones, sea como sea, piense como piense sienta como sienta, peque cuanto peque… Dios me ama sin condiciones. Y como a mí me ama, también a mis hermanos los hombres, a todos, a todos, a todos…
Sentimos hambre, sed, deseos, añoranzas, sueños…eso es Adviento. Sentir que estamos vivos y Dios nos convoca a hacer más vida la vida. ¡Somos mendigos permanentes!
Nos estamos acostumbrando a lo sublime y ya no nos emocionamos lo suficiente. Somos profesionales de la fe, funcionarios de lo sagrado, licenciados en el misterio, sacristanes de nuestros rezos. ¡Cualquiera sirve para enterrar un muerto menos un sepulturero¡
Adviento es la esperanza hecha vitamina de la fe que se convierte en instinto de vida. No es verdad que “mientras hay vida hay esperanza”, No, “mientras hay esperanza hay vida”
Adviento es un cóctel que vamos a hacer juntos en este tiempo. Donde no puede faltar:
-El gozo. Lo que esperamos nos llena de alegría. Ya es alegría en nosotros.
-La confianza: este esfuerzo nos asegura la meta y la victoria, No es la esperanza frustrada de los payasos de la obra de Samuel Beket, “Esperando a Godot” que no ven cumplidos sus sueños. Nuestra esperanza ya ha sido cumplida; es una esperanza que es hoy y no mañana.
-La paciencia: Porque el camino es largo y está sembrado de chacales, de escorpiones y víboras como el desierto que tuvo que atravesar el pueblo de Dios.
La certeza: Nuestra esperanza o es un opio bien aderezado, Nos apoyamos en la gracia de Dios y no sólo en nuestras pobres fuerzas.
La utopía: el horizonte al que no queremos renunciar nunca porque es la mejor energía para no perder el camino.
La vida no es la peste de Albert Camus ni una náusea sino una hermosa oportunidad para crecer y saborear un amor ilimitado que nos hace libres y felices en la espera.
Una religiosa anónima, ha expresad así su esperanza en un poema. Todo poema es hoy ya un germen de esperanza.
¡Qué fácil es esperar cuando la esperanza es cierta!
Quiero esperarte despierta, pues sé que no tardarás.
Sé, Jesús, que vienes ya; sé que siempre estás viniendo;
gracias por tantos momentos en que te siento llegar
Y cada vez que Tú llegas, cuando siento que ya estás,
luego crece otra esperanza: Ven, Señor, no tardes más.
Esperar es la fuerza de camino, la luz en la oscuridad,
es crear en nuestro barro espacios de eternidad.
Esperar es saber que, cuando empieza algo bueno,
eso ya no morirá. Esperar es dejarte poseer
por la ganas de luchar, de vivir y de sembrar.
Esperar es sembrar en cada surco simiente de eternidad
Y saber que la cosecha alguien la recogerá.
Esperar es dejarte poseer, aquí, por la eternidad.
La esperanza cristiana es una esperanza cativa y dinámica, nunca pasiva y de brazos cruzados, de pena y resignación. El mayor pecado de la vida consagrada presente y de la vida de las comunidades eclesiales es la monotonía o aún peor porque lo ha dicho la superiora, y el cansancio que imprime el paso del tiempo y la tradición. Hacer las cosas porque siempre se han hecho así. Nunca avanzaremos hacia la utopía necesaria. Eso es esperar sin esperanza; una contradicción.
León Felipe expresa muy bien la monotonía en un poema que siempre me ha impresionado. ¡Qué grande es León Felipe!
¡Qué día tan largo y qué camino tan áspero!
¡Qué largo es todo, qué largo y qué áspero!
En el cielo está clavado el sol iracundo y alto;
La tierra es toda llanura, llanura, toda llanura.
Y en la llanura… ¡ni un árbol!
La esperanza en la escritura y en la iglesia tiene nombre de mujer: María.
Una mujer que es capaz, en tiempos de zozobra, de decir SI.
-Cruza la montaña de Aincarem; no se queda de brazos cruzados.
-No entiende demasiado pero confía, espera y ama.
-Hace posible el milagro de la vida de su hijo en ella. ¡Hay vida! La promesa se ha cumplido, La esperanza ya tiene nombre. Ella ha sido como una melodía que “In crescendo” se ha hecho sinfonía universal. La mujer sin nada ahora lo tiene todo.
-Se mantiene enhiesta junto a la cruz de Jesús, esperando…
Dice Dolores ALeixandre:“La Abundancia y seguridad nos han inmunizado contra el deseo, vivimos un presente diminuto que nos marcan nuestros relojes digitales y no somos capaces de desear apasionadamente el futuro que nos ha sido regalado y prometido”
No sabemos cómo encauzar nuestra vida hacia un puerto seguro.
Pueden ser muy iluminadoras las palabras del Psiquiatra Enrique Rojas, incluso o sobre todo, para la vida consagrada:
¿Qué ha pasado en las últimas décadas en nuestra cultura para que esto se haya producido, ¿Cuáles con las claves que explican este fenómeno de perder el derrotero y no encontrar el trazado para dirigir la vida personal hacia buen puerto? Veo mucha gente desorientada en lo fundamental, malos tiempos corren cuando hay que enfatizar lo obvio. Y son muchos los factores que han contribuido a ese estar perdidos, desconcertados, sin hacer pie y sin tener unos referentes claros, coherentes, firmes, que empujen con fuerza a toda la existencia hacia adelante, luchando por superar los obstáculos que se vayan presentando. Para mí las variables que se entremezclan para originar este hecho son las siguientes:
1.- Los cambios vertiginosos.
2.- Manipulación y malversación negativa de las palabras como amor y libertad.
3.- Abundancia de informaciones negativas sin formación.
4.- Presentación de vidas conocidas sin mensaje interior.
5.- Triunfo de la mediocridad por ausencia de líderes positivos.
6.- Absolutización del relativismo moral
Y termina diciendo: Cervantes dijo: “Tú mismo te has forjado tu aventura”. Para circular de forma desenvuelta en un mundo tan difícil y complejo recomiendo la siguiente fórmula: Busca la ética, la adhesión a la inteligencia y la voluntad al bien. Y no hay bien sin amor.
Para terminar un poema a la esperanza de uno de mis poetas favoritos, si no el que más, Machado:
"Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera"