Decálogo educativo cristiano

1.- Más vale prevenir que curar. Es posible evitar en la mayoría de los casos el fracaso escolar. Es difícil, pero es posible. Los profesores no podemos quedarnos impasibles ante esta situación que puede condicionar la vida de un ser humano para siempre.

2.- La acción educativa es presencia: Frente a un mundo que separa, clasifica, divide y aísla. La escuela cristiana se caracteriza por una presencia y cercanía humanas, especialmente de aquellos más necesitados en su proceso formativo. Recordad el caso de la higuera estéril.

3.- La acción educativa es encarnación: La escuela parte de la vida y pretende preparar para la vida. Por tanto nuestra labor tiene que estar en conexión con el mundo que nos rodea. Ningún problema humano es ajeno a la escuela. ¿De qué le sirve a un alumno que sea capaz de entender la asociación de un lexema y un morfema si no sabe entender por qué hemos de vivir juntos los españoles y los marroquíes?

4.- La acción educativa es acogida: Frente a la tendencia social de cerrar puertas y fronteras. Frente a las tendencias exclusivistas que acaban generando violencia. La escuela debe ser ámbito donde se fomenta la acogida, la universalidad, la tolerancia, la aceptación de las diferencias. Promocionar solamente a los que tienen buenos expedientes es convertir la cultura en un instrumento para perpetuar las desigualdades y fomentar las injusticias.

5.- La acción educativa es libertad: Educar en libertad y para la libertad es ofrecer a los alumnos la posibilidad de que ellos mismo hagan su propio camino. ¡Ay del hombre de un solo libro! ¡Ay del educador de una sola idea! Nuestra misión no es poner diques a nadie sino ofrecer cauces de acompañamiento personal a todos.

6.- La acción educativa es diálogo: El diálogo nos enriquece a todos, los monólogos educativos aburren hasta a las ovejas. No somos educadores sólo para dar a nuestros alumnos, lo somos también para recibir. La convivencia, el diálogo y el afecto nos enriquecen a todos y lo necesitamos todos. Ser dialogantes y estimular el diálogo y el respeto es apostar por la felicidad que empieza por uno mismo.

7.- La acción educativa es mirada transcendente: Los profesores cristianos no somos solamente lingüistas, matemáticos o químicos; antes de nada somos personas y creyentes. Compartir este don con nuestros alumnos es una necesidad vital cuando realmente Dios ocupa un puesto central en nuestra vida. Un profesor que ofrece a sus alumnos lo mejor de sí mismo, no puede negarles el don de la fe. Sería una estafa imperdonable. A no ser que ese adjetivo sustantivado de cristiano sea solamente un barniz para exteriores.


8.- La acción educativa es celebración: Nuestra misión educadora no es una aventura personal; somos enviados de la sociedad para crear cauces de sociabilidad y de fraternidad. Somos, como cristianos, portadores del gozo de la fe; y la fe, como la vida, es fiesta y celebración. Por eso celebramos el gozo de ser familia humana y comunidad creyente.

9.- La acción educativa es misión: El educador es el mismo en la escuela y en la calle. Un profesor incoherente no es un educador, es un mercenario, que enseña, a cambio de dinero, lo que no siente y lo que no vive. La educación no es una profesión sin más; es una vocación. Llevar a la vida, a la escuela, a la calle y a la familia, lo que enseñamos es fundamental para sentirnos educadores íntegros y equilibrados. Eso es como el que tiene un taller para reparar neumáticos y se dedica por la noche a pinchar las ruedas de los coches de sus vecinos. Difícilmente podemos ser educadores si nos escasea la honradez.

10.- La acción educativa es solidaridad: Si la educación es un privilegio de unos pocos o la utilizamos simplemente como instrumento para ser más que los otros, para ganar más que los otros, para disfrutar más que los otros, entonces estamos educando para la injusticia y fomentando las desigualdades. No es ésta una educación para la paz, sino más bien para la guerra. La acción educativa es una contribución a la paz y no hay paz estable sin justicia. Fomentar la solidaridad entre los alumnos es lo mismo que contribuir a dar de comer a los hambrientos del mañana. No faltan alimentos en nuestra tierra, lo que falta es solidaridad. Y la escuela tiene mucho que decir en este asunto.
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