¡Hay mucha vida consagrada! Día de la Vida Consagrada, en cobertura

Hacia la postconciencia

Estamos muy cerca de celebrar la Jornada de la Vida Consagrada, el 2 de febrero, fiesta de la Candelaria o de la Presentación de Jesús en el templo. Como dice el evangelio del día "Todo varón será consagrado al Señor". Desde el principio de los tiempos de la vida cristiana la Iglesia ha tenido como un tesoro a la Vida Consagrada en su seno. ¡Y no es para menos! Le ha aportado muchas alegrías y mucha santidad. El santoral de la Iglesia está abarrotado de personas que consagraron su vida al Señor y a los hermanos, en una diversidad de carismas que nos sigue impresionando. Y no es que lo diga yo por ser consagrado sino que lo ha dicho el Concilio vaticano II y todos los Papas, en preciosos documentos sobre la Vida Consagrada. ¿Y de dónde le viene a la Vida Consagrada este regalo que quiere vivir en pobreza, castidad y obediencia? Le viene desde su capacidad de estar en conexión, en buena cobertura con Dios. De vez en cuando, sabe actualizar su Wifi para no perder la conexión con Jesucristo, su maestro y señor. Ahí está la clave de todo. No hace mucho tiempo me tocó sentarme en el AVE enfrente de un joven tatuado hasta las cejas, atravesado de "piercings", con la cabeza casi rapada y en un momento del camino me preguntó si podía darle la hora. Así comenzó nuestro pequeño diálogo, que otros compañeros de viaje, sentados cerca de nosotros, seguían con mucho interés aunque lo disimulaban. En un momento determinado le pregunté a qué se dedicaba y me dijo con toda serenidad!: - A nada; soy tatuador, y aún vivo en casa de mis padres. Con lo caros que están los pisos y el poco trabajo que tenemos lo jóvenes es donde mejor se puede estar a no ser que ocupemos un piso vacío de esos que los bancos tienen para especular hasta que nos echen a palos. Yo ya lo hubiera hecho pero mi pareja, que es de buena familia, me dice que con ella no cuente para eso. Así que me toca esperar una oportunidad mejor. Y así el viaje transcurría con toda normalidad hasta que me preguntó: - ¿y tú a qué te dedicas? -Soy fraile y cura le dije. -¡Coño, pero todavía hay frailes jóvenes?. -¿Joven?- le dije- ya tengo sesenta y cinco años. -¿Sabes que yo también estuve en un seminario de curas? Mis padres, de pueblo, no tenían ni un céntimo y gracias al seminario yo puede estudiar un poco hasta que ya tenía que hacerme cura y dije: ¡hos...! que me ponen la sotana, y me salí de allí. Pero hice los mejores amigos de mi vida que todavía lo siguen siendo. Uno de ellos llegó a ser cura y es un tío coj...! Yo pensaba que curas ya quedaban muy pocos y los que quedan son tan mayores... Creí que estaban en peligro de extinción como los linces. Nuestro diálogo hasta que me apeé en Ciudad Real transcurrió sobre temas insustanciales, no quería entrar en temas profundos y seguramente yo tampoco veía ambiente propicio. Pero me extrañó que cuando me levanté para irme porque se acercaba mi destino me dijo: ¡Que te vaya bien, tío! Fue muy interesante recordar viejos tiempos. Si no fuera porque eso ya es pasado, te pediría la bendición como hacían los curas del seminario. Curiosamente, yo llevaba unas cruces muy pequeñas de metal que había comprado en Madrid para regalar a la gente y le di una, sin saber cómo sería su reacción, porque ya he vivido reacciones de todo tipo al dar esas cruces. Y tengo que decir que me emocionó porque enseguida la besó y me dijo: ¡chula, tío!, me la voy a colgar de la oreja.
Y ahora recordando aquella escena singular se me ocurre que nunca como ahora se llena de sentido la Vida Consagrada. Sí, porque en estos tiempos de la postverdad y el relativismo, es necesario más que nunca mantener la pregunta y el asombro sobre Dios. Ante la inmanencia exagerada proponemos una supraconciencia hacia la eternidad. Este año la Jornada tiene como lema ‘Peregrinos y sembradores de esperanza’. Es una oportunidad de oro para recordar a tantas personas consagradas que en tantos puntos del mundo y en muchos lugares de frontera se entregan a la causa del evangelio desde el silencio y el anonimato, huyendo de las cámaras y sin buscar titulares, haciendo realidad el espíritu de las Bienaventuranzas. ¡Bravo por ellas! Acabo de participar, por ejemplo, recientemente en el centenario de la Alianza en Jesús por María. La Vida Consagrada sigue camiando como peregrina de la fe y sembradora de esperanza. Es un tiempo para el agradecimiento y la renovación de nuestro compromiso en la Iglesia. Para fortalecer nuestros carismas y alejarnos de la domesticación, venga de donde venga, porque la Vida Consagrada lleva una dimensión carismática y profética irrenunciable. No importa que seamos pocos, importa que seamos fieles; no importa que tengamos pocas vocaciones, importa que sepamos echar las redes al otro lado de la barca; no importa tanto que recemos mucho por las vocaciones sino que sepamos acogerlas y merecerlas para que no se malogren por nuestra falta de radicalidad evangélica.
¡Feliz día de la Vida Consagrada, hermanos! Hemos sido muy dichosos de haber descubierto un tesoro escondido en el campo, que sepamos ahora vender lo que tenemos -nos sobra todo- para comprar ese campo bendecido. En ello nos va la vida.

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