¿Hay que rearmar la Vida Consagrada? Un Kit para la Vida Consagrada.

Echar las redes al otro lado de la barca.

En estos días se habla mucho de rearme. Me parece un desatino tener que invertir esa cantidad monstruosa de millones en armas, ya sea para prepararnos para un supuesto ataque o para disuadir a otros posibles atacantes. ¡Es un horror! ¿No es posible, a través  de la palabra, llegar a acuerdos? ¡Tanta diplomacia como se estudia para llegar a tener que rearmarnos! Cada vez creemos menos en nosotros mismos, ¿Estamos perdiendo autoestima? Estamos fracasando como humanidad.

Pero donde sí hay que rearmarnos es en la Vida Consagrada. Los desafíos que nos amenazan son tan grandes que es posible que nos invada una mediocridad imparable que nos obligue a la rendición. Y tenemos el peligro de que este ataque sea inminente y nos llegue sin previo aviso. Hay ya muchos infiltrados entre nosotros, como caballo de Troya, dispuestos a destruirnos desde dentro porque los grandes enemigos de la Vida Consagrada no están fuera de nosotros, más allá de nuestras fronteras, sino más bien dentro de nosotros mismos, en nuestras casas, en nuestra vida y en nuestras comunidades. Es muy fácil buscar fuera a los enemigos, esto nos deja tranquilos y no remueve nuestras conciencias pero nadie se cree ya que los monstruos de la VC vengan del bosque sino más bien del claustro y de la convivencia, más aún yo diría de la mentalidad, muchas veces obsoleta, en la que nos hemos envuelto como si fuera un hábito, ahora que ya no usamos el hábito. Es urgente ya preparar un kit de subsistencia siguiendo los consejos de la Unión Europea. ¿Quien diría que Úrsula Von der Leyen nos iba a dar pistas para ponernos en discernimiento ante las amenazas evidentes que la Vida Consagrada está padeciendo? Yo ya estoy preparando mi Kit de subsistencia y he colocado en mi mochila, la del corazón, algunas cosas o valores que me van a ser imprescindibles. Lo comparto por si a alguien le viene bien. 

Lo primero es buscar una buena mochila, un lugar amplio y abierto en la bodega del corazón, donde ir colocando de manera ordenada algunos valores imprescindibles para nuestra supervivencia.

En primer lugar, la Sagrada Escritura porque hablamos mucho y la escuchamos con frecuencia pero no siempre la hacemos vida de nuestra vida y razón de nuestro quehacer. ¡Cuántas veces somos, como decía Tagore, como los cantos rodados del arroyo, envueltos en agua durante años y si los partimos están secos por dentro.  No puede faltar tampoco el yodo del discernimiento que escasea con frecuencia en nuestras comunidades. Por ejemplo, se nos  va un hermano y no convocamos a capítulo para ver qué ha podido suceder, porque si algo hay valioso en nuestra vida es cada uno de los hermanos y una marcha es una pérdida dramática. ¿Cómo no vamos a preguntarnos que es lo que ha podido pasar? Añadamos también  un poco  de  humanidad a nuestro kit. Se supone que de esto andamos sobrados pero, visto lo visto, tengo cada día más dudas. Y, si escasea la humanidad, el fracaso personal y comunitario está servido. No quiero entrar en casos de inhumanidad que voy conociendo porque sería como un tsnusami de incoherencia a los valores asumidos. Resulta que al final la cuestión esencial no son los votos, que los vamos cumpliendo como vamos pudiendo, solo son medios, sino la escasez de diálogo, de escucha y de humanidad.  No podemos dejar de meter en el Kit el Proyecto comunitario, elaborado por todos y para todos, porque sin proyecto comunitario cultivamos el terreno fértil para los autoritarismos, los clericalismos, incluso laicos,  y el individualismo más exacerbado que nos lleva a que cada uno de nosotros seamos una ONG particular al servicio de nuestro ego y del narcisismo que nos acecha de continuo. Queremos hacer el bien pero siempre y cuando se nos reconozca  a nosotros como  los protagonistas a quienes deben entrevistar los medios y sacar en las primeras páginas.  Cuando una persona consagrada aparece en todos los saraos, lagarto, lagarto...Hay que meter también en el kit un frasco de pobreza de la buena, no de esa que contribuye a aumentar las arcas de la comunidad sino de aquella que se desvía  a los pobres de verdad y no se quede solo en buenas intenciones y oraciones. No nos olvidemos, por favor, de meter también un “tupper” de creatividad y cercanía para saber estar cerca de todos sin aires de superioridad, con espíritu de discípulos y no tanto de maestros.  A esto podemos también añadir una mentalidad disponible para el cambio, al menos al mismo ritmo que llevan los tiempos actuales, porque sin esto seremos siempre un grupo sospechoso de gueto. Nadie querrá pertenecer a un gueto y tal vez por eso las vocaciones escapan de nosotros porque los jóvenes de hoy son, por suerte, muy inteligentes y preparados, con experiencia en Erasmus y  en  tecnología digital que nos asombra. En la sociedad actual hay muchas novedades apasionantes que son desafíos para nosotros, nuevas familias, ideologías dominantes, tecnologías desafiantes. Y nosotros a veces no hemos pasado de poner un lampadario en la iglesia con el  fin de que echen una moneda para que se encienda automáticamente y así nos deje una ganancia. Éste es el tiempo de la digitalización y la inteligencia artificial. No lo olvidemos. Nos va a afectar muy pronto a todos de una manera directa. Este cambio de mentalidad tiene que llevarnos a rezar menos por las vocaciones, sin dejar de hacerlo, y a ser más coherentes con los jóvenes, más abiertos, más dispuestos a dialogar y a compartir la vida y las casas con ellos. Lo dice Jesús en el evangelio: hay que echar las redes al otro lado de la barca. Y llevamos siglos echando las redes en el mismo lado y así nos pasamos la noche sin haber pescado nada. Ni vamos a pescar si seguimos así.  El mejor kit de subsistencia que tiene la VC es su Señor y la fuerza de su Espíritu, su condición carismática. Por eso, se ha mantenido en la historia, a pesar de muchos embates llegados desde fuerza y desde dentro. Y aquí sigue, por los senderos de este año jubilar, convocada a la esperanza, desafiando al tiempo y convencida de que tiene aún mucha historia que construir, seguramente no desde los números y las fuerza del pasado pero sí desde la fragilidad de su ancianidad, como Isabel y Sara, y la fortaleza de su fidelidad, como María de Nazaret. La vida Consagrada tiene todo el futuro que nosotros, los consagrados, queramos darle.

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