Mercedarias Misineras de Bérriz Mujeres emponderadas para la misión
En la fiesta de Maragarita María Maturana
Siempre tuve un deseo ardiente de conocer Bérriz. Siendo niño y postulante mis formadores me hablaron de una monja de clausura que salió de su monasterio de Bérriz para irse de misionera a las lejanas tierras del Oriente, después de solicitar su permiso al al Papa para esa aventura. Algo increíble para una mujer, en pleno siglo XIX y, además, monja de clausura. Nació en Bilbao en 1884 y murió en San Sebastián en 1934. En mi imaginación de niño me parecía una heroína, al modo de Juana de Arco o Agustina de Aragón y siempre soñé con poder visitar su monasterio de Bérriz y agradecer a Dios allí mismo el ejemplo de fe y compromiso misionero de esta mujer valiente y heroína de mis sueños. En mi imaginación de niño, Bérriz era para mí como tierra sagrada, igual que Santiago para los peregrinos, romeros para los que se dirigen a Roma o palmeros para los que van a Jerusalén. Yo siempre quise ser mercedario que algún día besara la tierra sagrada de Bérriz. ¡ Y lo logré! Fue mucho tiempo después, cuando ya era Provincial de la Merced de Castilla y en uno de mis viajes canónicos a las comunidades del País vasco, incluí en mi agenda una visita a Bérriz para hacer realidad un sueño lejano y acariciado durante mucho tiempo. Bérriz y el convento de la madre Margarita, donde ella vivió y fue profesora de aquel colegio me pareció un lugar de ensueño y un oasis de la fe misionera. ¡Cuánto disfruté en aquella visita ! No solo por estar tan cerca de las huellas y recuerdos personales -reliquias- de ella en su museo sino por aquel paisaje embriagador donde está el monasterio que parece obligarte a mirar al cielo una y otra vez. Bérriz es así. Nadie que va allí se queda indiferente y nadie que conoce a las mercedarias de Bérriz deja de asombrarse de ver a mujeres emponderadas, bien preparadas, abiertas y muy comprometidas con la misión liberadora allí donde están. La madre Margarita supo crear en ellas este espíritu ardoroso y firme, femenino y lleno de fortaleza que cautivan a quienes las conocen. A mí me han cautivado. Más tarde conocí, ya siendo presidente de CONFER, a algunas mercedarias de Bérriz que trabajaban en la antigua sede de Confer en Madrid, que sirvió para cerciorarme aún más de la impresión que tenía de ellas: mujeres emponderadas para la misión, siempre disponibles para el servicio a los más vulnerables y cautivos, en el lenguaje mercedario. Trabajé con ellas muy feliz y me sacaron de algunos apuros que siempre acompañan este servicio a la Vida Consagrada. Siempre les estaré agradecido, especialmente a Mercedes, Anaí y Carmen. Siempre llevaré en el corazón a mi amiga del alma María Teresa Arias, mmb, que tanto me quiso y a quien tanto quise, una mujer artista y sensible, imagen de Margarita María Maturana a la que ella me enseñó a conocer y a amar más.
Ahora que celebramos la fiesta de la beata Margarita María Maturana, quiero aprovechar para dejar constancia de esta huella afectiva que ha quedado en mí y sentirme agradecido por todo lo que ha sido, es y será este carisma de Merced liberadora, surgido del brote de santidad de san Pedro Nolasco y su obra redentora, ya desde 1218 en la Iglesia, al que Margarita María Maturana estaba unida, en la espiritualidad de Cristo Redentor, y que tantos frutos de servicio liberador ha regalado a la Iglesia y quiere seguir regalando.
¡Felicidades, hermanas de Bérriz, hijas de Margarita María Maturana y de los cautivos a los que os habéis consagrado! Cuando brilla una luz en este mundo tan enamorado de la penumbra no podemos dejar de ponerla en lo alto del celemín para que alumbre a todos los de casa. Y vosotras, hermanas Mercedarias Misioneras de Bérriz, sois una potente luz. Seguimos en la tarea liberadora.
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