Paloma, nunca gavilán.

Tuve la suerte de conocer personalmente a Paloma Gómez Borrero en la hermosa embajada de España ante la santa la sede, muy cerca de la plaza de España de Roma y del monumento a la Inmaculada, con motivo de la recepción que las Hermanas Mercedarias de la Caridad ofrecieron en la beatificación de su fundador, el sacerdote granadino Juan Nepomuceno Zegrí. Allí, en un corrillo de conversación donde yo me encontrada con las autoridades españolas que habían participado en la ceremonia, entre ellas la presidenta del Congreso, doña Ana Pastor, conocí a Paloma Gómez Borrero. Después de verla tantas veces en televisión me pareció una mujer de casa de toda la vida, familiar y cercana, que hablaba sin cesar, pero siempre era interesante lo que contaba. Tenía una anécdota oportuna para cualquier tema que saliera a la luz.
Se sorprendió de que yo tan joven, entonces, fuera el provincial de la Merced de Castilla y me comentó, con gracia muy respetuosa, que casi todos los provinciales que ella conocía eran muy santos pero tenían problemas con la artrosis y que los mercedarios se ve que tenían visión de futuro al elegir un provincial tan joven. Era el día 9 de noviembre del año 2003 y yo contaba con 53 años.
Si algo quiero destacar de Paloma, que me llamó la atención aquel día, era su sonrisa permanente mientras hablaba. Hablaba sonriendo o sonreía hablando, y su capacidad para recordar una anécdota curiosa a propósito de cualquier tema que salía en la conversación. Lo sabía todo sobre los papas y siempre hablaba de ellos con cariño y admiración. Notamos, eso sí, una cierta predilección por Juan Pablo II. Los que estábamos en aquel corrillo, mientras compartíamos un refresco, acabamos por escuchar a Paloma con sumo gusto y ella terminó por ser la única que hablaba porque era la que más recursos tenía. ¿Quién, si no ella podía hablar de los asuntos vaticanos con datos fehacientes y frescos? Ana Pastor, también bien documentada, le hizo algunas preguntas y ella enseguida respondió con datos precisos y anécdotas iluminadoras. Fue un magnífico encuentro en las habitaciones de la embajada de España, rodeados de hermosos tapices españoles, con la presencia de ilustres personalidades que celebran juntos que España contaba con un beato más en el libro de los escogidos.
Querida Paloma, que ya brindas, como aquel día de noviembre, en los salones del Altísimo, seguro que ya has explorado todas las instancias celestiales para escribir la mejor crónica celestial. En poco tiempo nadie va a saber más que tú del Padre eterno. Cuéntanos algo con la frescura y espontaneidad como tú lo hacías y con esa sonrisa amplia y transparente que te retrataba como una mujer buena y cercana, amiga de Dios, de los papas y de la iglesia. Escríbenos, si quieres, en el periódico del cielo y, cada día, miraremos a lo alto para leer, con sumo gusto, en las letras caprichosas de las nubes. Tú siempre has sido de volar con los papas por el cielo del periodismo.
Te recordamos con cariño y elevamos una oración al Padre en agradecimiento y súplica por ti.
La ciudad eterna ya NO es lo mismo sin ti, ni tampoco nosotros lo somos.
Volver arriba