El Paseo de la Fama y la indecencia


He tenido la oportunidad en este verano de visitar la ciudad cosmopolita de Los Ángeles, la segunda más poblada de Estados Unidos, que fundara hace casi 450 años, en 1728, un franciscano jiennense de Bailén, Felipe de Neve, con un grupo de 43 españoles. Precisamente he estado en el lugar del origen de la ciudad, en la capilla dedicada a nuestra señora de los Ángeles. Es un lugar que aun conserva el encanto de lo que fue en sus orígenes. Se llama así porque los franciscanos fundadores quisieron perpetuar a santa María degli Angeli, la localidad italiana donde se encuentra la Porciúncula, un lugar muy emblemático para cualquier franciscano.

PARADOJA
PARADOJA Alejandro Fernández Barrajón

La ciudad, lejos de conservar su espíritu franciscano original, se ha convertido en la referencia de la grandeza y la fama. Allí habita la mayoría de las grandes fortunas y estrellas de Hollywood. Una colina cerca de la ciudad nos lo recuerda con un rótulo gigante visible a varios kilómetros. Muchos visitantes de esta ciudad no dejan de visitar en un Boulevard de esta ciudad el famoso Paseo de la fama donde hay más de 2700 estrellas en las aceras dedicadas nominalmente a cada uno de los grandes triunfadores, las celebridades que han logrado destacar en el cine, en la música o en las distintas facetas creativas. Una estrella que no es gratis, cada patrocinador escogido debe abonar unos 30.000 dólares. Hay ya nueve españoles que disfrutan de este reconocimiento.
Pero esto no es lo más llamativo: Pude ver en una de las aceras, abarrotadas de estrellas de famosos, a un pobre hombre, durmiendo en un banco, haraposo, sucio y, seguramente, hambriento. Y muy cerca de allí, en los jardines, aledaños al Paseo de la fama, grupos de indigentes que compartían el alimento y dormían bajo los árboles. Las gentes pasaban cerca de él buscando las estrellas de sus celebridades preferidas y apenas se percataban de la situación de este hombre vulnerable y tumbado al lado de la acera junto a las estrellas de las celebridades. Imaginé que para Dios este es el verdadero famoso, la auténtica estrella, el ignorado y despreciado por todos, como el caído a la orilla del camino entre Jerusalén y Jericó. En Los Ángeles hay muchas estrellas de la fama y también mucha indecencia que permite estas atroces desigualdades tan vergonzosas. Cuando pude ver desde lejos, porque ellos guardan con mucho escrúpulo su intimidad, las fachadas al mar de las viviendas de los más famosos y adinerados personajes de Los Ángeles, entendí que era necesaria una justicia divina ya que nosotros no vamos a ser capaces de lograr una justicia humana somera. No hay derecho, pensé, aunque algunos tengan consigo todas la de la ley.

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