Una Iglesia llamada a ser samaritana Solidaridad se escribe con V de Valencia

Orgulloso de mi iglesia


En estos días estamos con el corazón sobrecogido por las consecuencias que ha producido la dana en los pueblos de Valencia. En todo el país nos sentimos unidos a los valencianos, nuestros hermanos y compatriotas en solidaridad con ellos. ¿Quién no ha aportado algo, en la medida de sus posibilidades, para que les llegue y pueda ayudar, como grano de arena, a paliar esa terrible desgracia que está acompañando nuestras vidas y todos los noticiarios desde que sucedió hace ahora tres meses. Y conviene que así sea para que no se olvide. ¡A cuantos nos hubiera gustado poder echar una mano en directo en esa ardua tarea de quitar barro y adecentar de nuevo las calles, las casas, los negocios, las parroquias, para que la vida pueda recuperar su normalidad! Yo me siento muy orgulloso de un grupo de jóvenes de mi pueblo, entre los cuales hay uno de mis sobrinos, que han dejado sus tareas y se han ido a Valencia a quitar lodo. Ellos forman parte de esa caravana que todos los días atraviesa el "Puente de la solidaridad", como ya se le conoce, para ofrecerse a trabajar en la reconstrucción de las zonas afectadas. ¡La mayoría, jóvenes! Esos jóvenes tan denostados hoy en general. "El pueblo es el que salva al pueblo". Porque si esperamos que sean los políticos, de un signo o de otro, y los señores de este mundo los que nos salven, lo tenemos crudo. Solo el pueblo solidario y sencillo es capaz de empatizar con los más pobres y necesitados. Me siento también en estos días muy orgulloso de mi Iglesia porque ha sabido situarse en el lugar que le corresponde entre los más afectados por la tragedia. He visto cómo los locales parroquiales y los templos se han convertido en almacenes provisionales para repartir alimentos y productos básicos para los afectados. Y he visto escenas entrañables y samaritanas de cercanía y solidaridad como la de sacerdotes y consagrados arremangados limpiando el barro de las calles, locales comerciales y garajes para que puedan recuperar la normalidad. El mismo arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benabent Vidal, se ha hecho cercano a los damnificados visitando las calles embarradas y dando entereza a los voluntarios para que la presencia eclesial sea fecunda. La mano caritativa de la Iglesia, Caritas Española, se ha volcado de manera excepcional con la tarea de reconstrucción de la normalidad. Hoy mismo en la parroquia de santa Quiteria de Fuente el Fresno, mi pueblo, se ha leído un comunicado de agradecimiento a los fieles por su generosa contribución material y se han anunciado nuevas colectas en el futuro inmediato para acompañar todo el tiempo necesario hasta la total recuperación de la zona devastada. En solo un mes, Cáritas ha recaudado 42,8 millones de euros para esta causa, a través de Cáritas española, valenciana y todas las diocesanas. Nunca una campaña de Cáritas ha sido tan eficiente a la hora de recaudar fondos con tanta rapidez. Ésta es la Iglesia de la que me siento orgulloso. No sé si otras organizaciones sociales, algunas regadas con muchos fondos públicos han hecho lo mismo, ni me importa. Estoy pensando en los sindicatos, en las asociaciones de actores y directores de cine, entre otros. Pero no solo eso, es que ya se están empezando a ver los resultados de la gestión de Cáritas en su apoyo a más de 500 empresas, en la rehabilitación de almacenes para recibir y almacenar todas las donaciones en género, en la apertura de líneas telefónicas necesarias, donde se han recibido ya casi cinco mil llamadas y en crear un plan de trabajo de tres años para más de veinte mil personas. Ahora se propone atender a veinte mil doscientas personas con un programa de treinta y tres millones de euros durante los próximos tres años. Y siempre dando prioridad, como Jesús,  a los más vulnerables: ancianos, niños, jóvenes, familias numerosas, personas en soledad y sin redes de apoyo, emigrantes y personas que estaban antes en situaciones precarias. Ojalá esta misma rapidez se lleve a cabo en las organizaciones políticas, de cualquier color, que prometen mucho pero después la realidad es otra. Pregúntenles si no a los canarios, después de la erupción volcánica sufrida en la Palma en 2021, aún hay gente viviendo en casas prefabricadas. Cuando muchos se huyen de la tragedia y de las responsabilidad, la Iglesia quiere estar cerca de la gente porque se sabe enviada por su Señor, el buen pastor, que dio la vida por sus ovejas. Una prueba de que el Adviento, que hoy comenzamos, puede dar buenos frutos. El Señor es nuestra esperanza y así ha sido y lo será siempre.

Etiquetas

Volver arriba