Un año más, un año menos

El año 2017, como un hombre cansado y envejecido, está llegando a su fin. Ha dicho el médico de cabecera que ya está desahuciado y que sólo podemos ya hacer lo posible para que su calidad de vida, en estos últimos momentos, sea la mejor posible. Cuando uno tiene la posibilidad de mirar atrás, y el fin de un año, es un momento muy oportuno y necesario, se acumulan muchos sentimientos encontrados.Entre todos ellos, sin duda, predomina el agradecimiento. A pesar de todo lo vivido, seguimos aquí, arrancando hojas del calendario, más rápido de lo que quisiéramos, y ya estamos colgando de la pared el calendario del próximo año. ¡Tenemos otra oportunidad!
Decía Gerardo Diego que “Están los amigos, y más allá, la selva”. Yo he tenido la inmensa suerte de tener a los amigos muy cerca aún estando lejos. Amigos incondicionales, de los que siempre dan y nunca piden. Es muy gratificante saberse rodeado de amigos. Al final de este año 2017, que se apaga, también guardo un recuerdo cariñoso y enciendo una vela por ellos ante el portal de Belén. En esa llama encendida están presentes también los que se ha ido porque yo tengo la mala costumbre de no olvidar a nadie que ha pasado por mi vida, ni siquiera a los que puedan sentirse enemigos.
Un buen amigo, aunque me ha fallado mucho este año, ha sido mi cuerpo. Siempre me ha acompañado a donde he ido pero, en ocasiones, me ha dejado solo. Por gracia, mi cabeza sigue lúcida y dispuesta a pensar, sentir y crear, pero mi cuerpo me ha traído mucha debilidad y algún que otro dolor para que no olvide que soy pobre criatura siempre necesitada de Dios y sepa apoyarme en Él. Como decía san Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Dios ha permitido que mi lengua siga torpe y traicionera pero, a cambio, me ha dejado una pluma ágil que no deja de escribir para hacerme bien y, de paso, hacer bien a los que me leen. A primeros de año me publicarán el que es mi libro número 18. Ya es un libro que cumple la mayoría de edad. En poco tiempo os comunicaré la salida con el título “Todos sirven primero el vino bueno”. Es la editorial PPC quien se empeña en publicarlo y yo no le voy a llevar la contraria.
Este año 2018 es un año especial y jubiloso para la familia mercedaria: ¡800 años de fundación! de “La Merced” no es cualquier cosa. Es un acontecimiento eclesial de primera magnitud. El papa Francisco ha querido que todos nuestros templos sean jubilares. El templo más sagrado que tenemos los mercedarios es de los cautivos, de carne y hueso. En Sanmeligma (Camerún ) se puede pagar la libertad de los presos hacinados y en condiciones infrahumanas, por 50 euros. ¿Habrá redentores?
Y nos ha dicho, además: “Para liberar tenéis que haceros pequeños, unidos al cautivo, en la certeza de que así, no solo cumpliréis vuestro propósito de redimir, sino que encontraréis también vosotros la verdadera libertad” (Francisco)
¡Menudo proyecto nos ha puesto delante el papa Francisco! ¡Anda que no tenemos que cambiar mentalidades y actitudes para avanzar en esta dirección! ¿Estaremos dispuestos a lo largo del nuevo año jubilar? ¿Será un paso adelante o sólo una mirada atrás?
Ahora, a punto de estrenar un nuevo año, le pido a Dios que nos haga carne sensible al dolor de los otros. Mirada compasiva ante los miles de refugiados que cada día avanzan, como una columna de sufrimiento y esperanza, hacia el portal de Belén, o de la esperanza. Por tierra, entre alambradas; por mar, en pateras; por aire, como polizones…
La vida se abre paso como brizna de hierba entre el asfalto, para que la cuidemos y la respetemos. ¡Señor, allí donde esté, que mi vida tenga sentido!
¡Feliz Navidad y pleno año 2018, lleno del júbilo de Dios!
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