He aprendido mucho
Estoy a punto de cumplir ya los 57 años.
Lo malo que tienen los años son las arrugas y las agujetas que se van apropiando de uno sin apenas darte cuenta. Cada vez que voy al médico me encuentra una nueva "avería" con la que no contaba. Me consuelo con la manida frase "Es que los años no pasan en balde"
Pero, a la vez, esta experiencia de haber superado ampliamente los cincuenta, más de la mitad de la vida, me concede el privilegio de almacenar en la bodega del alma muchos recursos que necesito cuando me sobreviene la tempestad inesperada.
He aprendido, por ejemplo, que no es posible mantener muchos amigos con una relación profunda. Los amigos son normalmente pocos pero probados a fuego. Y he aprendido también que sin ellos uno se desmorona fácilmente. Son tan valiosos que todo el tiempo dedicado a ellos es una inversión. Por eso cada día, los saludo de mañana, a través del “guasap” y les envío un poema para que sepan que no los olvido y los quiero de veras. No tengo reparos en decirles que los quiero y les ofrezco mi abrazo en la primera oportunidad que tengo. Son imprescindibles.
He aprendido que la vida es un suspiro y hay que suspirar con profundidad antes de que los pulmones se queden sin aire.
He aprendido que mi familia nunca me falla y, por eso, yo tampoco puedo fallarles a ellos.
He aprendido que muy cerca de mí, donde menos lo esperaba, ha habido mucho trepa dispuesto a pisarme con tal de escalar. Ya sé cómo calcular distancias y no ser el muchacho ingenuo y espontáneo que siempre fui. En las tierras del diablo hay que llevar un tridente, por si acaso, aunque no lo uses.
Aprendí que dando mucho se recibe mucho y todo lo que guarde para mí será pasto del fuego devorador y del silencio.
He aprendido que el tiempo es una oportunidad y sólo una y pasa tan veloz que apenas lo percibes. Por eso soy incapaz de perder mucho tiempo en tonterías y naderías que me dejan igual o peor.
Aprendí que entres tantas ideas, religiones y filosofías, sectas e iglesias como pululan en la sociedad, que sólo una ha conseguido tocar y llenar mi corazón y por eso es para mí la verdadera: la comunidad de Jesús de Nazaret y su Evangelio, aunque no hayamos conseguido todavía la coherencia que exige nuestro compromiso con él.
Hay situaciones que nunca quiero que formen parte de la mochila del equipaje de mi vida. Aunque, como humano que soy, no deje de ser culpable yo también:
-Que haya gente con hambre en el siglo de la tecnología que casi todo lo puede.
-Que no todos pueden acceder a la cultura cuando internet llega a todos los rincones del mundo.
-Que las guerras le sigan quitando la silla al diálogo de pueblos por puros intereses económicos de unos pocos.
-Que muchos pueblos aún no conozcan la libertad social en el siglo del triunfo de las democracias y el derecho.
-Que aún se obligue a las niñas a casarse contra su voluntad e incluso se les mutile el clítoris por supersticiones y costumbres bárbaras.
-Que aún se mantenga dictaduras infames y dictadores con ansias de poder y grandeza a costa del sufrimiento de los pueblos.
-Que aún se mantenga la prostitución como un trabajo para ganarse la vida, ya sea por explotadores sin escrúpulos, ya por clientes traumatizados que reducen el amor a placer.
-Que falten recursos para investigan enfermedades muy devastadoras como el cáncer, el sida o el ELA y sobre dinero para la carrera espacial o la compra de armas de destrucción masiva.
He aprendido mucho en estos 57 años. He aprendido tanto que me doy cuenta de que sé muy poco todavía y he de seguir cultivando una curiosidad viva, como los niños, preguntándome una y otra vez por qué y para qué. Y así lo voy a seguir haciendo, para que mis 57 años no sean inútiles.
Lo malo que tienen los años son las arrugas y las agujetas que se van apropiando de uno sin apenas darte cuenta. Cada vez que voy al médico me encuentra una nueva "avería" con la que no contaba. Me consuelo con la manida frase "Es que los años no pasan en balde"
Pero, a la vez, esta experiencia de haber superado ampliamente los cincuenta, más de la mitad de la vida, me concede el privilegio de almacenar en la bodega del alma muchos recursos que necesito cuando me sobreviene la tempestad inesperada.
He aprendido, por ejemplo, que no es posible mantener muchos amigos con una relación profunda. Los amigos son normalmente pocos pero probados a fuego. Y he aprendido también que sin ellos uno se desmorona fácilmente. Son tan valiosos que todo el tiempo dedicado a ellos es una inversión. Por eso cada día, los saludo de mañana, a través del “guasap” y les envío un poema para que sepan que no los olvido y los quiero de veras. No tengo reparos en decirles que los quiero y les ofrezco mi abrazo en la primera oportunidad que tengo. Son imprescindibles.
He aprendido que la vida es un suspiro y hay que suspirar con profundidad antes de que los pulmones se queden sin aire.
He aprendido que mi familia nunca me falla y, por eso, yo tampoco puedo fallarles a ellos.
He aprendido que muy cerca de mí, donde menos lo esperaba, ha habido mucho trepa dispuesto a pisarme con tal de escalar. Ya sé cómo calcular distancias y no ser el muchacho ingenuo y espontáneo que siempre fui. En las tierras del diablo hay que llevar un tridente, por si acaso, aunque no lo uses.
Aprendí que dando mucho se recibe mucho y todo lo que guarde para mí será pasto del fuego devorador y del silencio.
He aprendido que el tiempo es una oportunidad y sólo una y pasa tan veloz que apenas lo percibes. Por eso soy incapaz de perder mucho tiempo en tonterías y naderías que me dejan igual o peor.
Aprendí que entres tantas ideas, religiones y filosofías, sectas e iglesias como pululan en la sociedad, que sólo una ha conseguido tocar y llenar mi corazón y por eso es para mí la verdadera: la comunidad de Jesús de Nazaret y su Evangelio, aunque no hayamos conseguido todavía la coherencia que exige nuestro compromiso con él.
Hay situaciones que nunca quiero que formen parte de la mochila del equipaje de mi vida. Aunque, como humano que soy, no deje de ser culpable yo también:
-Que haya gente con hambre en el siglo de la tecnología que casi todo lo puede.
-Que no todos pueden acceder a la cultura cuando internet llega a todos los rincones del mundo.
-Que las guerras le sigan quitando la silla al diálogo de pueblos por puros intereses económicos de unos pocos.
-Que muchos pueblos aún no conozcan la libertad social en el siglo del triunfo de las democracias y el derecho.
-Que aún se obligue a las niñas a casarse contra su voluntad e incluso se les mutile el clítoris por supersticiones y costumbres bárbaras.
-Que aún se mantenga dictaduras infames y dictadores con ansias de poder y grandeza a costa del sufrimiento de los pueblos.
-Que aún se mantenga la prostitución como un trabajo para ganarse la vida, ya sea por explotadores sin escrúpulos, ya por clientes traumatizados que reducen el amor a placer.
-Que falten recursos para investigan enfermedades muy devastadoras como el cáncer, el sida o el ELA y sobre dinero para la carrera espacial o la compra de armas de destrucción masiva.
He aprendido mucho en estos 57 años. He aprendido tanto que me doy cuenta de que sé muy poco todavía y he de seguir cultivando una curiosidad viva, como los niños, preguntándome una y otra vez por qué y para qué. Y así lo voy a seguir haciendo, para que mis 57 años no sean inútiles.