P. Arnaiz, Beato






La declaración formal del P. Arnaiz como Beato ha tenido lugar el 20 de octubre en la Catedral de Málaga, como muestra la foto. Una palabra, unos rasgos sueltos, unos recuerdos personales, sobre este personaje, que fuera de Málaga es mucho menos conocido.


Castellano, traspasado a Málaga. No nació en Andalucía, sino en Valladolid. La costumbre de la antigua Castilla de poner al recién nacido el nombre del santo del día, movió a sus buenos católicos padres a darle el nombre tan poco común de Tiburcio, un signo de identidad muy característico de este personaje. Él emplazamiento, con todo, que le ha dado carácter al P. Arnaiz es Málaga, ciudad en la que permaneció los últimos 24 años de su vida, donde murió y donde yacen desde entonces sus restos mortales. Su vinculación tan estrecha, ha conseguido que desde siempre que sea llamado el “apóstol de Málaga”.

Sacerdote secular, antes de ser jesuita. Antes de entrar en la Compañía de Jesús, Arnaiz desarrolló bastante actividad. Tras sus estudios iniciales, hizo la carrera sacerdotal completa en el Seminario de Valladolid, se ordenó como sacerdote diocesano, y ocupó diversos puestos de responsabilidad en las Diócesis de Valladolid y Avila. Tenía pasados los 40 años, cuando ultima su decisión de entrar en la Compañía de Jesús. Su decisión se había demorado porque se sentía obligado a acompañar a su madre anciana y enferma. Sólo cuando muere su madre, se siente suficientemente libre para hacerse jesuita. Hace entonces un comentario, que denota el carácter ya radical de su espiritualidad: “Ya no se me vuelve a morir a mí nadie, porque voy a morir yo a todo lo que no sea Dios". Un rasgo bien definido de su carácter.

Máxima popularidad en Málaga.

Lo que más me sorprende en la figura del P. Arnaiz es la inconcebible popularidad que tenía en Málaga. La hermosa Iglesia neogótica de los jesuitas de Málaga permanecía casi toda la jornada abierta, sobre todo para acoger a la gente que acudía a visitar su tumba. Era una fila ininterrumpida, también a las horas más insospechadas, de personas que acudían a rezarle un rato, a traerle unas flores o -siguiendo las indicaciones que desde esta Iglesia se hacían- a traer algún paquete alternativo de alimentos para los pobres que él tanto trató. Eran personas sencillas, mayoritariamente de clases humildes, mujeres y también hombres, todas con recogimiento y respeto. Algunas entraban y salían, con escándalo de algunos, incluso durante la celebración de las Eucaristías que se estaban celebrando en el altar mayor de la Iglesia. Llamaba mucho la atención que la fila de visitantes casi no se interrumpía. En grupos grandes, también, la misa que mensualmente se celebraba en su honor, en los días 18 que conmemora su muerte, se convertía en toda una manifestación, porque había que añadir muchas sillas a los bancos de la amplia Iglesia, y siempre había gente de pie. Todo esto, además, cuando el P. Arnaiz no era ni Beato, ni siquiera todavía Venerable. Esta presencia masiva en su tumba, siempre lo consideré el mayor testimonio de su santidad, más que la ejecución de un milagro por su intercesión (también lo hizo, cumpliendo el requisito que aún mantiene la Iglesia para los procesos de beatificación y canonización). La popularidad en Málaga saltó además fuera de la Iglesia, pues se colocó una escultura suya de cuerpo entero, en una céntrica rotonda de la ciudad, inmediata al visitadísimo edificio de El Corte Inglés. Ciertamente, era un personaje muy popular en Málaga.

Sus preferencias, en el pueblo sencillo. Se podría decir que el pueblo pagaba a Arnaiz, después de muerto, la preferencia que él siempre tuvo por las clases más populares. Su largo apostolado en Málaga se centró siempre en los más pobres, en los pequeños pueblos de la provincia (los que recorría recurrentemente con sus Misiones Populares) y en los barrios de la ciudad, en los "corralones" (casas muy grandotas, con varios pisos de muy pequeñas viviendas en derredor y un gran patio común en el centro),zonas ambas a las que consagró la mejor parte de su actividad apostólica. Es notable como en su tiempo ya lejano, la primera parte del siglo XX, siempre unió dos aspectos en su apostolado, el directamente religioso y el cultural-social, simultaneando la construcción de capillas con la implantación de nuevas escuelas. Murió el 18 de julio de 1926 y su entierro fue una auténtica manifestación popular, porque ya en vida había adquirido una gran fama de santidad. En la oración fúnebre que entonces se le dedicó, el entonces obispo de Málaga y que ya ha sido también declarado santo -don Manuel González-, dijo estas enfáticas frases definitorias sobre el difunto: "¿Qué haces, Jesús mío(…)? ¿Cómo quieres que lleve la carga que has impuesto sobre mis hombros, si me privas de los mejores operarios de esta viña?". En su muerte, ya recogió lo que había sembrado durante su vida.

Con el título de doctor.

Al ver ahora las informaciones sobre su beatificación, me ha sorprendido la fotografía del P. Arnaiz revestido con su birrete y su toga de doctor universitario. Y es que este hombre había sido revestido en 1896, antes de su ingreso en la Compañía de Jesús, como doctor en Teología en Toledo. Es claro que viró una posible vocación intelectual anterior por una posterior dedicación a los más pobres y humildes.




Elogio del P. General de los jesuitas. Para comunicar la noticia de la beatificación del P. Arnaiz, el ahora P. General jesuita, Arturo Sosa, ha escrito una carta a toda la Compañía de Jesús resumiendo lo principal de su vida. Cierra esta carta con una enumeración de "las ricas cualidades" que podrían ahora ser recogidas del P. Arnaiz, lo que, "en modos adaptados a los contextos actuales", podría ahora ser de él imitado: "su prontitud para detectar y atender urgencias estructurales, su enérgica determinación para emprender nuevas obras y perseverar en ellas, su hábil capacidad de atraer y juntar a personas de distinto origen social para socorrer a los pobres, su admirable fortaleza a la hora de afrontar las contrariedades, su valiente afán evangelizador incluso en épocas y circunstancias difíciles, su convencida confianza en la providencia, su firme amor personal d Jesucristo, o su amistad, generosidad y afabilidad con toda clase de gente". Una lectura moderna de la ya lejana vida de este gran apóstol de Málaga. Como termina la carta de Arturo Sosa: "demos gracias a Dios por el regalo de este nuevo beato para la Iglesia". Amén, así sea.

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