Jesuita asesinado en Siria

Espeluzna enterarse de que, en el mundo actual, una persona de bien pueda morir de esta forma. La noticia nos llega de Siria: El lunes pasado, 7 de abril, un jesuita residente en Siria desde hace 40 años fue matado de un tiro en la cabeza, después de ser violentamente sacado desde el interior al jardín de la residencia que los jesuitas tienen en Homs, Siria. Esta noticia nos llega así de cruda a nuestros países occidentales, pero por desgracia esta muerte se une a los muchos miles de personas que están muriendo en Siria de forma cruenta.


El jesuita que así ha muerto el pasado lunes se llamaba Frans Van der Lugt, era holandés de origen y había llegado ya a la cima de los 75 años. Sorprende de él que, cuando en el pasado mes de febrero se logró una acuerdo auspiciado por la ONU para que la población civil pudiese ser evacuada de los barrios más castigados por la guerra, este bravo jesuita estimó que, tras 40 años de estancia en el país, no consideraba adecuado salir huyendo. En un video grabado por él en esas mismas fechas afirmaba literalmente: "El pueblo sirio me ha dado mucho, mucha amabilidad, mucha inspiración y todo lo que poseo. Ahora que sufre debo compartir su pena y sus dificultades". A esto añadía, con impresionante naturalidad: "Soy el único sacerdote y el único extranjero que queda. Pero no me siento como un extranjero, sino como un árabe entre los árabes".

En Siria, como en cualquier sitio de guerra, la batalla informativa es tan cruenta como la de las bombas y las muertes. Sobre este caso se dividen ahora las opiniones. El gobernador provincial del gobierno del país, Talal al Barazi, atribuye la muerte a miembros del Frente al Nustra, vinculado a Al Qaeda, esto es a los insurgentes de la oposición. En cambio, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), confirma la muerte, pero indica que el asesinato ha sido producido "por desconocidos". Es la guerra informativa, que tanto dificulta averiguar la verdad de todo lo que está ocurriendo en Siria.

Ahora todos deploran el asesinato. El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, lo califica como "acto inhumano de violencia" y llama "heroico" al jesuita. Una portavoz del Departamento de Exteriores de Estados Unidos, Jen Psaki, denuncia el asesinato y afirma que su país esta "entristecido por la muerte del jesuita holandés". Los representantes del Gobierno de Bashar al-Asad y de la oposición se culpan mutuamente del asesinato que ambos verbalmente condenan.

El P. General de los jesuitas, Adolfo Nicolás, ha mostrado la tristeza que le produce la muerte de "un hombre que ha dedicado su vida a los más pobres y necesitados, en la ciudad de Homs. Siempre hablo de paz reconciliación, abriendo sus puertas a todo el que le pedía ayuda de cualquier raza o religión".

Espeluzna un asesinato de este calibre y en el actual momento de nuestra civilización. Pero antes y ahora, para el creyente una muerte como ésta se sublima como martirio. Nadie tiene más mérito que el que da la vida por sus hermanos, sentenció para siempre Jesús.
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