Pasión y objetividad, en la política
Escribir algo sobre las elecciones -casi como sobre un próximo partido de fútbol- antes de que se produzcan supone arriesgarse a que lo escrito quede pronto ajado por el curso de los acontecimientos. Lo que voy a decir, con todo, no es una apuesta sobre el posible ganador, y puede por tanto mantener su valor igual antes que después de las elecciones.
Me llama mucho la atención que las previsiones de votos se distancien tanto unas de las otras. Parece que la sociología debería hacer sus previsiones con más precisión, y no dejando tanto margen de incertidumbre entre las distintas previsiones.
Resulta que las previsiones de votos anticipadas antes de las elecciones se presentaron con una oscilación de un 8 por ciento de mayoría del ganador sobre el siguiente y un solo 1 por ciento del ganador sobre su inmediato seguidor. Esta diferencia tan distante permite el cálculo de una victoria sobre el otro de hasta 10 diputados, o de sólo 1 ó 2 de ventaja sobre el siguiente.
La diferencias tan extremas en las previsiones responden a los intereses de los que elaboran las encuestas y al afán de influir anticipadamente en el voto de los demás. Los que más desean que gane el PP le pronostican una ventaja por encima del 8 por ciento (LA RAZÓN), mientras que los que menos desean que ganen los del PP le reducen al 1 por ciento la posible ventaja sobre el siguiente, el PSOE, y hasta incluso pronostican que esta mínima diferencia puede ser menor o hasta igualarse con su seguidor (= empate técnico), pues es inferior al margen de error existente en todas las encuestas (EL PAÍS). Los restantes medios retratan también sus intereses, por la mayor o menor ventaja pronosticada a los partidos que cada cual desea que ganen o que pierdan.
Los resultados reales de las elecciones, cuando se obtengan, demostrarán el margen de verdad que había en los pronósticos. Y evidenciarán, además, la dosis clara de intereses y deseos de manipulación que existía en las previsiones. Se suele repetir que la sociología no es una ciencia exacta, no prevé con exactitud los resultados de lo que se espera. Pero el contraste entre las previsiones y los resultados obtenidos demuestra también que la sociología es una ciencia manipulable y, de hecho, manipulada.
Hago este elemental comentario antes de que se lleven a cabo las elecciones, por diferenciarlo y alejarlo del interés porque ganen unos o ganen otros, por destacar sólo los grandes intereses evidenciados en los pronósticos. Casi sería preferible manifestar a pecho descubierto los propios deseos, en lugar de cubrirlos con apariencias de sociología aséptica. En política, como en todo, la pasión conviene diferenciarla de la objetividad, de la búsqueda sincera de la verdad. Es legítimo desear que ganen unos o que ganen otros, pero sería más honesto manifestarlo abiertamente y no revestir los propios deseos con el manto de una aparente ciencia aséptica.
Me llama mucho la atención que las previsiones de votos se distancien tanto unas de las otras. Parece que la sociología debería hacer sus previsiones con más precisión, y no dejando tanto margen de incertidumbre entre las distintas previsiones.
Resulta que las previsiones de votos anticipadas antes de las elecciones se presentaron con una oscilación de un 8 por ciento de mayoría del ganador sobre el siguiente y un solo 1 por ciento del ganador sobre su inmediato seguidor. Esta diferencia tan distante permite el cálculo de una victoria sobre el otro de hasta 10 diputados, o de sólo 1 ó 2 de ventaja sobre el siguiente.
La diferencias tan extremas en las previsiones responden a los intereses de los que elaboran las encuestas y al afán de influir anticipadamente en el voto de los demás. Los que más desean que gane el PP le pronostican una ventaja por encima del 8 por ciento (LA RAZÓN), mientras que los que menos desean que ganen los del PP le reducen al 1 por ciento la posible ventaja sobre el siguiente, el PSOE, y hasta incluso pronostican que esta mínima diferencia puede ser menor o hasta igualarse con su seguidor (= empate técnico), pues es inferior al margen de error existente en todas las encuestas (EL PAÍS). Los restantes medios retratan también sus intereses, por la mayor o menor ventaja pronosticada a los partidos que cada cual desea que ganen o que pierdan.
Los resultados reales de las elecciones, cuando se obtengan, demostrarán el margen de verdad que había en los pronósticos. Y evidenciarán, además, la dosis clara de intereses y deseos de manipulación que existía en las previsiones. Se suele repetir que la sociología no es una ciencia exacta, no prevé con exactitud los resultados de lo que se espera. Pero el contraste entre las previsiones y los resultados obtenidos demuestra también que la sociología es una ciencia manipulable y, de hecho, manipulada.
Hago este elemental comentario antes de que se lleven a cabo las elecciones, por diferenciarlo y alejarlo del interés porque ganen unos o ganen otros, por destacar sólo los grandes intereses evidenciados en los pronósticos. Casi sería preferible manifestar a pecho descubierto los propios deseos, en lugar de cubrirlos con apariencias de sociología aséptica. En política, como en todo, la pasión conviene diferenciarla de la objetividad, de la búsqueda sincera de la verdad. Es legítimo desear que ganen unos o que ganen otros, pero sería más honesto manifestarlo abiertamente y no revestir los propios deseos con el manto de una aparente ciencia aséptica.