Interrogantes abiertos. La mucha gente en Semana Santa
| Luis Espina Cepeda
Lo que más me impresiona de la Semana Santa es la mucha gente que pone en la calle. Es más que la que sale a la calle por otros motivos. Es desde luego muchísima más gente que la que acude estos días a las Iglesias. Un paseo por la ciudad en la primera jornada de la Semana Santa, el Domingo de Ramos a la hora de las procesiones, pone ya en contacto con la fuerza descomunal que tiene este acontecimiento popular. Esta masiva presencia del pueblo invita a la reflexión.
Pueblo, pueblo
La gente que inunda las calles es la manifestación más genuina del pueblo: todos los niveles sociales, todas las edades, todas las indumentarias, las más variada representación de lo que es el pueblo de una ciudad....
Se ve a la gente endomingada, algo mejor vestida de lo que se suele en los días ordinarios. En algunos sitios se aduce el refrán de que "el que el Domingo de Ramos no estrena, no ha visto ná". Salvo en las personas mayores, ya se ven pocas corbatas en los hombres, pero sí los trajes completos, réplica de la mucho más variadísima indumentaria de las mujeres, entre las que ya no se impone por ser Semana Santa el antiguo pudor propio de las Iglesias... El colorido y variedad de la indumentaria es una primera característica de este tiempo festivo, en la calle.
Un nivel algo superior en el vestuario, se observa en el público que llena los palcos. Muy característica de la Semana Santa es la instalación de los palcos en las calles, unos reducidísimos espacios acotados por hierros cubiertos por toldos rojos, que alberga cada uno de ellos seis sillas, Desconozco la cifras exactas, pero se contarán seguramente por miles los palcos que ocupan todas las aceras y plazas de la carrera oficial de las capitales semanasenteras, las calles y plazas por donde obligadamente tienen que desfilar los pasos(tronos, en los ambientes malagueños), los nazarenos y el cúmulo de personajes revestidos que portan los innumerables símbolos e insignias de la procesión de cada Cofradía. El nivel externo de las personas que ocupan los palcos es superior, porque me han informado que supera los 200 Euros el coste de un palco durante la Semana Santa, el derecho a usarlos durante el reducido horario que consumen las procesiones para pasar cada día por el recorrido oficial. Con todo, los capillitas, los mejores expertos de la Semana Santa, dicen con razón que el palco no es el mejor sitio para vivir la Semana Santa, pues sin el callejeo por los sitios estratégicos de cada procesión no se llega a experimentar la emoción más intensa de los recorridos procesionales.
Entre esta tan abundante participación popular, conviene destacar que también es muy numerosa la presencia de los jóvenes. La asistencia no se reduce a gente mayor, como ocurre frecuentemente en las Iglesias y tal vez también incluso en los asientos de los mismos palcos. Los jóvenes inundan las calles, normalmente en grupos, auténticas manadas, que discurren alegremente por las calles o se mantienen en pie a las puertas de los bares. La población que invade las calles durante ls Semana Santa contiene toda la variadas representación del pueblo al que representa.
Contraste numérico
Pocos días antes de la Semana Santa, publicó la prensa diaria una información estadística sobre la decreciente participación de la población en los actos religiosos, que contrasta enormemente con la elevadísima presencia popular en los actos dela Semana Santa. Titulares de EL País (10 Abril 2019, página 30, a 4 columnas): La religión pierde influencia, al desplomarse los ritos y la fe - Las bodas por la Iglesia caen por debajo del 20% - La mitad de los jóvenes no cree en Dios - España se aproxima a Francia en el aumento de la seculirización. Dado el carácter del diario los titulares pueden destacar tal vez lo más negativo, pero los datos están tomados de un recienteinforme, Laicidad en cifras 2018,elaborado por una para mi desconocida Fundación Ferrer i Guàrdia.
Las cifras negativas se pueden multiplicar: el 46,8% de los nacidos en 2017 tenía padres que no se habían casado, mientras que los hijos de padres no casados era sólo el 9,6% en 1990; en el curso 2015-2016, un 33% de los alumnos de Primaria estudiaron asignaturas alternativas a la Religión; las bodas religiosas en Cataluña durante 2018 fueron el 9%; los que actualmente se confiesan como practicantes en toda España son el 26,6%, aunque los que se declaran creyentes sean el 69,5%; etc, etc. Según estos datos, el decrecimiento de una menor religiosidad explícita actual es innegable..
Interrogantes abiertos
Aun teniendo en cuenta una posible selección segada de los datos ofrecidos y sin caer en simplismos interpretativos, la comparación entre los datos de la asistencia masiva a los actos religiosos de la Semana Santa y la participación real en los actos religiosos de las Iglesias arroja unos resultados innegablemente negativos para la religiosidad más explícita de la Iglesia.
Un hecho que sin duda hay que tener en cuenta es que para el pueblo, para la gente normal y corriente que circula por las calles, resulta muchomás fácil entender el carácter religioso de una procesión, o sentir una cierta emoción ante una bella imagen de un Crucificado o de una Virgen Dolorosa o de un paso cimbreante, que entender y llegar a participar en una Eucaristía. Para el pueblo sencillo resulta más comprensible y emocionante el cante de una saeta que la liturgia de un sacramento o los Oficios de la Semana Santa.. El carácter hondamente religioso de una celebración litúrgica es más subido y sublime que la emoción ante cualquier manifestación de la religiosidad popular.
Luego está la gradación larguísima -y prácticamente del todo indefinible- de las emociones ante los figuras o los símbolos de la religiosidad popular. Del respetuoso silencio o el simple persignado cuando pasa una imagen hasta el sentimiento consciente de la conexión de la imagen con la figura evangélica y con el carácter vivo de Jesús o de María para el creyente cristiano, media una distancia enorme muy difícil de concretar y de cuantificar. El carácter más o menos religiosos de las vivencia populares es un profundo arcano muy difícil de penetrar. Cuánto hay de religioso en cada manifestación de la religiosidad popular resulta tan difícil de averiguar como percibir lo más hondo de cada persona. Cada cual vive los actos de la religiosidad popular -y también de la liturgia más sublime- según el nivel de hondura que tiene su fe, del todo superficial o muy arraigado y profundo.
Los interrogantes que plantea cualquier gesto de una persona a la comprensión humana son prácticamente insuperables. El hombre o la mujer nunca resultan del todo penetrables. Ante cada manifestación humana, y más si es religiosa, sólo cabe el respeto humilde, sin simplificaciones y sin fáciles minusvaloraciones de lo ciertamente imperfecto. Sólo Dios conocerá del todo cuánto hay de religiosidad auténtica en cada manifestación religiosa de los humanos, en general, y de la Semana Santa, en particular. .
Pueblo, pueblo
La gente que inunda las calles es la manifestación más genuina del pueblo: todos los niveles sociales, todas las edades, todas las indumentarias, las más variada representación de lo que es el pueblo de una ciudad....
Se ve a la gente endomingada, algo mejor vestida de lo que se suele en los días ordinarios. En algunos sitios se aduce el refrán de que "el que el Domingo de Ramos no estrena, no ha visto ná". Salvo en las personas mayores, ya se ven pocas corbatas en los hombres, pero sí los trajes completos, réplica de la mucho más variadísima indumentaria de las mujeres, entre las que ya no se impone por ser Semana Santa el antiguo pudor propio de las Iglesias... El colorido y variedad de la indumentaria es una primera característica de este tiempo festivo, en la calle.
Un nivel algo superior en el vestuario, se observa en el público que llena los palcos. Muy característica de la Semana Santa es la instalación de los palcos en las calles, unos reducidísimos espacios acotados por hierros cubiertos por toldos rojos, que alberga cada uno de ellos seis sillas, Desconozco la cifras exactas, pero se contarán seguramente por miles los palcos que ocupan todas las aceras y plazas de la carrera oficial de las capitales semanasenteras, las calles y plazas por donde obligadamente tienen que desfilar los pasos(tronos, en los ambientes malagueños), los nazarenos y el cúmulo de personajes revestidos que portan los innumerables símbolos e insignias de la procesión de cada Cofradía. El nivel externo de las personas que ocupan los palcos es superior, porque me han informado que supera los 200 Euros el coste de un palco durante la Semana Santa, el derecho a usarlos durante el reducido horario que consumen las procesiones para pasar cada día por el recorrido oficial. Con todo, los capillitas, los mejores expertos de la Semana Santa, dicen con razón que el palco no es el mejor sitio para vivir la Semana Santa, pues sin el callejeo por los sitios estratégicos de cada procesión no se llega a experimentar la emoción más intensa de los recorridos procesionales.
Entre esta tan abundante participación popular, conviene destacar que también es muy numerosa la presencia de los jóvenes. La asistencia no se reduce a gente mayor, como ocurre frecuentemente en las Iglesias y tal vez también incluso en los asientos de los mismos palcos. Los jóvenes inundan las calles, normalmente en grupos, auténticas manadas, que discurren alegremente por las calles o se mantienen en pie a las puertas de los bares. La población que invade las calles durante ls Semana Santa contiene toda la variadas representación del pueblo al que representa.
Contraste numérico
Pocos días antes de la Semana Santa, publicó la prensa diaria una información estadística sobre la decreciente participación de la población en los actos religiosos, que contrasta enormemente con la elevadísima presencia popular en los actos dela Semana Santa. Titulares de EL País (10 Abril 2019, página 30, a 4 columnas): La religión pierde influencia, al desplomarse los ritos y la fe - Las bodas por la Iglesia caen por debajo del 20% - La mitad de los jóvenes no cree en Dios - España se aproxima a Francia en el aumento de la seculirización. Dado el carácter del diario los titulares pueden destacar tal vez lo más negativo, pero los datos están tomados de un recienteinforme, Laicidad en cifras 2018,elaborado por una para mi desconocida Fundación Ferrer i Guàrdia.
Las cifras negativas se pueden multiplicar: el 46,8% de los nacidos en 2017 tenía padres que no se habían casado, mientras que los hijos de padres no casados era sólo el 9,6% en 1990; en el curso 2015-2016, un 33% de los alumnos de Primaria estudiaron asignaturas alternativas a la Religión; las bodas religiosas en Cataluña durante 2018 fueron el 9%; los que actualmente se confiesan como practicantes en toda España son el 26,6%, aunque los que se declaran creyentes sean el 69,5%; etc, etc. Según estos datos, el decrecimiento de una menor religiosidad explícita actual es innegable..
Interrogantes abiertos
Aun teniendo en cuenta una posible selección segada de los datos ofrecidos y sin caer en simplismos interpretativos, la comparación entre los datos de la asistencia masiva a los actos religiosos de la Semana Santa y la participación real en los actos religiosos de las Iglesias arroja unos resultados innegablemente negativos para la religiosidad más explícita de la Iglesia.
Un hecho que sin duda hay que tener en cuenta es que para el pueblo, para la gente normal y corriente que circula por las calles, resulta muchomás fácil entender el carácter religioso de una procesión, o sentir una cierta emoción ante una bella imagen de un Crucificado o de una Virgen Dolorosa o de un paso cimbreante, que entender y llegar a participar en una Eucaristía. Para el pueblo sencillo resulta más comprensible y emocionante el cante de una saeta que la liturgia de un sacramento o los Oficios de la Semana Santa.. El carácter hondamente religioso de una celebración litúrgica es más subido y sublime que la emoción ante cualquier manifestación de la religiosidad popular.
Luego está la gradación larguísima -y prácticamente del todo indefinible- de las emociones ante los figuras o los símbolos de la religiosidad popular. Del respetuoso silencio o el simple persignado cuando pasa una imagen hasta el sentimiento consciente de la conexión de la imagen con la figura evangélica y con el carácter vivo de Jesús o de María para el creyente cristiano, media una distancia enorme muy difícil de concretar y de cuantificar. El carácter más o menos religiosos de las vivencia populares es un profundo arcano muy difícil de penetrar. Cuánto hay de religioso en cada manifestación de la religiosidad popular resulta tan difícil de averiguar como percibir lo más hondo de cada persona. Cada cual vive los actos de la religiosidad popular -y también de la liturgia más sublime- según el nivel de hondura que tiene su fe, del todo superficial o muy arraigado y profundo.
Los interrogantes que plantea cualquier gesto de una persona a la comprensión humana son prácticamente insuperables. El hombre o la mujer nunca resultan del todo penetrables. Ante cada manifestación humana, y más si es religiosa, sólo cabe el respeto humilde, sin simplificaciones y sin fáciles minusvaloraciones de lo ciertamente imperfecto. Sólo Dios conocerá del todo cuánto hay de religiosidad auténtica en cada manifestación religiosa de los humanos, en general, y de la Semana Santa, en particular. .