Esa es la pregunta que me interpela al inicio de este curso.
Quienes habéis tenido la oportunidad de descansar, sed bienvenidos. Confío que hayáis podido reponer fuerzas para seguir trabajando y aportando vuestro granito de arena con la mayor sencillez posible en este “minuto para el encuentro”.
El mundo que hemos o han construido ya es suficientemente complicado como para que sigamos echando más tierra encima. Por eso propongo que para este curso seamos capaces de no encerrarnos en nuestro “chiringuito” y estar atentos a esas voces que nadie quiere escuchar, que parecen no existir en nuestra sociedad y ser invisibles, pero están y son hermanos nuestros.
Intentemos en la medida que nos sea posible asumir acciones alternativas de justicia y solidaridad en medio de una crisis creada por un sistema capitalista que domina el mundo. Pienso que no podemos seguir manteniéndonos en la pasividad, ni darnos por vencidos cuando todos conocemos a personas con nombre y rostro que están sufriendo. Somos mayoría frente a esa minoría prepotente que nos impone una sociedad de lucro y excusión de las mayorías marginadas. Seamos, o por lo menos intentemos ser, esas voces que no se resignan, que no pierden la esperanza y luchan por un mundo más justo.
No lo consideremos una utopía. Jesús de Nazaret no lo hizo. Se podía haber quedado en la Pascua, sin embargo llegó a la resurrección.