No es tiempo de callar sino de hablar
El grito sin precedentes de este Congreso ha sido la Palabra. Dejar paso a la Palabra. Apartar las ataduras y los miedos para empezar a ser luz y palabra pudiendo expresar lo que sentimos y vivimos… Este era el sentir de más de 500 personas que nos encontrábamos allí.
Siempre intentando aprender, siendo conscientes de que no tenemos, ni pretendemos tener una verdad plena, pero sí, una nueva reformulación de esta Iglesia dejando a un lado los miedos y caminando con coherencia y sabiduría.
Quizá nos encontremos en un momento de “escarcha” como nos decía nuestro querido y admirado Pagola, pero puede que también sea un tiempo de renacimiento y reforma, donde la semilla que se sembró en el Concilio Vaticano II algún día comience a dar su fruto aunque ahora lo quieran tapar.
“Dejemos hablar a Dios y no tanto de Dios” nos decía Arregui. No dejemos de trabajar por el Reino, por hacerlo posible aquí y ahora, por identificarnos con el dolor y el sufrimiento de tantas personas cada día.
Jesús gritó, protestó ante el silencio, ante esa ley que se situaba por encima de la persona. Es difícil cambiar un mundo que solo se mueve por intereses económicos o deportivos, pero tenemos que saber confiar para llegar a entender, y cuando lo consigamos, podremos hablar.
No tenemos el monopolio de la palabra, ni lo pretendemos, pero sí la palabra, sí el grito y también la esperanza.
Trabajemos por el Reino de Dios, recuperemos el centro y empecemos a liberarnos de esos miedos inútiles que no nos conducen a nada. Creo que merece la pena sentirlo y vivirlo así…