El beso de Tucho
El nombramiento de Tucho Fernández fue "cuestionado" por una vieja publicación sobre El Beso, algo que, parece, un buen teólogo no debiera.
No es la primera vez que alguien cuestiona la seriedad de un beso. El viejo libro de Otto Kuss sobre Pablo lo demuestra.
Sería de esperar, en los censores, actitudes coherentes con eso en las celebraciones eucarísticas.
Sería de esperar, en los censores, actitudes coherentes con eso en las celebraciones eucarísticas.
| Eduardo de la Serna Eduardo de la Serna
El beso de Tucho
Eduardo de la Serna
Joan Manuel Serrat canta que si no fueran tan temibles nos darían risa, y se está refiriendo a “Los macarras de la moral”. Pues en ellos pensé casi instantáneamente cuando vi una de las muchas críticas contra el nombramiento de Víctor Manuel Fernández (Tucho) al frente del Dicasterio de la doctrina de la Fe. Escuché opiniones que no merecen ni siquiera ser escuchadas (es decir, perdí el tiempo), vi información falsa (ahora que debemos hablar inglés las llaman fake news), pero quizás lo más desopilante fue la crítica por un viejo librito que escribió Tucho sobre “el beso”.
Antes de avanzar, una nota breve: en 2006, la editorial de la Universidad de Córdoba publicó un libro con bio-bibliografías de diferentes teólogos que se encontraban “A mitad del camino” (tal el título de la obra, editada con Carlos Schickendantz y Marcelo González), allí – entre otros 21 estudiosos, Tucho hace referencia a sus estudios y publicaciones, anotando – por ejemplo – que, por criterios pastorales, por ejemplo catequesis de Confirmación, escribió un número de libros sencillos, algunos como consecuencia de “mi tarea como director de Catequesis de mi diócesis” (p.109). De hecho, cuando en notas o en la conclusión, él mismo comenta sus obras, a gran parte de ellas – la de El beso, entre otras – ni siquiera la menciona.
Pero la reacción que provocó en algunos sectores fue desproporcionada, lo que revela una dudosa buena intención. Pero, al ver esto, inmediatamente recordé algo que comento.
Es conocido, en los ambientes bíblicos de habla castellana, que en la 2da mitad del siglo pasado la editorial Herder publicó los comentarios bíblicos al Nuevo Testamento de la Universidad de Ratisbona. Entre ellos, los resonantes nombres de A. Wikenhauser, J. Schmid y Otto Kuss. Pues bien, en la introducción al libro sobre la persona y obra de Pablo, este último manifiesta su enojo con un decano de otra facultad alemana que, al presentarlo, dijo: “Pese a ese apellido es un teólogo”. Parece que don Otto no se caracterizaba por el sentido del humor, por lo que dedicó toda la introducción de esta obra a mostrar la importancia del “beso” (Kuss, en alemán, significa beso). Es así que explica el origen del término, la importancia que da Pablo al “beso santo”, la relación del Espíritu Santo con el “osculum” y la relación del beso (en griego filêma) con Filemón, merecedor de una carta personal de Pablo. Finaliza diciendo que “tras un cuidadoso examen de toda la cuestión ya no podrá ponerse en litigio la conveniencia de un nombre vituperado para un teólogo” (O. Kuss, San Pablo, Herder 1975, 15-17). Curiosa analogía.
En el interesante trabajo de Alan Kreider, La Paciencia. El sorprendente fermento del cristianismo en el imperio romano (Sígueme, Salamanca 2017) puede verse en pp.257-265 un comentario sobre "el beso de la paz" en los padres de la Iglesia. Allí, por ejemplo, sobresale este texto de San Cipriano: "Nada en estos momentos me daría un placer mayor o un deleite más noble que besar tus labios que han confesado al Señor" (Ep 6.1.1).
Es evidente que para algunos sectores eclesiásticos nada que tenga que ver con el cuerpo debe ser tenido en cuenta de un modo positivo (“Y el verbo se hizo nube y sobrevoló entre nosotros”, ironiza González Faus). Además, claro está, que pareciera que muchos de los “preopinantes” nunca tuvieron actividad pastoral, ni tuvieron que hacer, escribir, reflexionar cosas en sus ámbitos populares. En lo personal pienso que si toda su vida fue en torno a un escritorio no tienen ninguna (¡ninguna!) capacidad para soñar con presidir el Dicasterio.
Y, finalizo, si el beso es algo dudoso (y hasta con tendencias preocupantes) quisiera creer que en los cuestionadores que tengan el orden sagrado en cualquiera de sus grados, comenzarán y finalizarán la celebración de misa sin besar la mesa eucarística, que no besarán el Evangelio al finalizar la lectura y, por supuesto, omitirán el beso de la paz en sus celebraciones. De coherencia hablamos, ¿o no?