Un santo para cada día: 25 de marzo La Anunciación de María

La Anunciación. Fra Angelico
La Anunciación. Fra Angelico

Todos conocemos ya, sobradamente, el bellísimo relato que nos ofrece S. Lucas en su Evangelio. ¿Quién se lo pudo contar? Quizás lo supo directamente de labios de María, o a través de algún otro cronista que lo escuchara de Ella. Creo que lo importante ahora es hacer algunas reflexiones sobre un momento tan trascendente para nuestra vida como cristianos.

Resulta sobrecogedor el pensar cómo una sencilla muchacha de aldea, de apenas unos 15 años, prudente y recatada, como sería María, tuviera que vivir una escena así; le tuvo que llenar de asombro, sorpresa y turbación, yo diría que incluso le produciría miedo la aparición inesperada de ese ser sobrenatural, portador de aquel mensaje tan impresionante e inesperado.

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Es cierto que a todas las jovencitas de Israel se les pasaría alguna vez por la mente la idea de que pudieran ser ellas las elegidas para Madre del Mesías, pero aun así, a esa edad no se está preparado para esas sorpresas, por mucho que lo hayas deseado vivamente. Seguro que María no se consideraba digna de tal honor. No entiende lo que está pasando, pero es Dios quien la está hablando y sus palabras son acogidas con esa fe profunda que nos recuerda a Abrahám, el “Caballero de la fe en Dios”. Bienaventurada tú María por haber creído sin ofrecer resistencia alguna  a  diferencia de Zacarias el esposo de Ana.  Todo se produce sin la menor dilación. El Ángel le habla, la Virgen escucha, cree y acto seguido se produce  el gran prodigio en un instante y en un espacio reducido donde la inabarcable infinidad de Dios tomó forma humana haciéndose  como nosotros. "Verbum caro hic factum est" es la inscripción que aparece en la Gruta de la Anunciación,  ubicada en el interior de la basílica que lleva su nombre,  con ella se quiere recordar  uno de los capítulos más misteriosos y hermosos de la historia de la salvación, que hace sentirse emocionado  a cuantos visitan este  sagrado lugar,  porque nunca  Dios  había estado tan cerca de los hombres.

 A poco que se medite  en este suceso acecido hace más de 2000 años, uno ha de sentirse forzosamente asombrado por la enorme sencillez, naturalidad e infinita humildad con la que esta adolescente, casi una niña, asume el gran Misterio de la Encarnación. ¡Qué entereza, qué madurez espiritual revelan sus actitudes, sus dudas y sus palabras, llenas de acatamiento y sumisión a la voluntad de Dios! “Ecce ancilla Domini”. Aquí está la esclava del Señor, la servidora humilde y dócil, que acepta lo que el Señor disponga sobre Ella.  Durante unos momentos el futuro de esperanza de toda la humanidad estuvo pendiente del “Sí” de esta doncella de Nazaret y ésta habría de ser la forma de actuar  a lo largo de su existencia. Toda la vida de María estuvo caracterizada por ese espíritu de aceptación y de ofrenda. Se siente sierva  porque se cree llamada a ejercer una misión en favor del pueblo elegido como es la de ser  Madre de Aquel que vino a servir y no a ser servido.

Pero no podemos ni debemos olvidar también que la presencia del Espíritu Santo es imprescindible en el momento de la Encarnación: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. María, inspirada por el Espíritu, consintió libremente en ser la Madre del Verbo.

Anunciación
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Ese mismo Espíritu produce en Ella dos efectos maravillosos: el primero, es la concepción del Hijo de Dios sin intervención de varón y el segundo, es su aceptación sin reservas ni titubeos, de la voluntad de Dios.  Oportuno es reparar en la celebración de esta festividad, que tiene lugar el 25 de marzo y que en manera alguna es aleatoria, sino que responde a una lógica interna que preside el calendario litúrgico. Esta fecha está en relación íntima con el 25 de diciembre, que es el día señalado para la celebración del nacimiento de Jesús. Entre ambas fechas median 9 meses, que es el tiempo que por lo general es lo que tarda en gestarse un nuevo ser humano.  

Reflexión desde el contexto actual:

Yo me he preguntado muchas veces cómo reaccionarían nuestras adolescentes de ahora ante un planteamiento similar ¿Aceptarían el Misterio? ¿Se negarían a aceptarlo? ¿O les resultaría indiferente el tema y “pasarían” de ello?...... ¿No es precisamente hoy el gran problema de la juventud el ejercicio de una libertad responsable?  Sin duda alguna viendo de qué forma se comportan ahora muchas de nuestras adolescentes, resulta aún más admirable  el presenciar esta escena y ver como María asume con toda entereza y responsabilidad el magno misterio de  concebir en sus entrañas al Hijo del Altísimo. 

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