Un santo para cada día: 3 de septiembre S. Gregorio Magno (Un papa que hizo época)
Gregorio Magno sería reconocido como uno de los cuatro Doctores de la Iglesia Occidental juntamente con San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo. Ha sido considerado justamente como el gran moralista de la Edad Media; su abundante correspondencia le ha convertido en uno de los Pontífices mejor conocidos de la antigüedad
| Francisca Abad Martín
Estamos ante el más fecundo de los Papas medievales y uno de los cuatro Padres de la Iglesia Latina. Es el primer hombre medieval que supo concretar en sus obras el espíritu de la nueva época.
San Gregorio nació hacia el año 540 en el seno de una familia de la nobleza romana, profundamente cristiana. Su padre, Gordiano, era senador. Su madre se llamaba Silvia, vivía en un palacio en las estribaciones del monte Celio (una de las siete colinas de Roma). La Iglesia venera en sus altares a varios miembros de su familia, entre ellos a sus padres.
Durante su niñez vivió momentos de una gran convulsión política; eran tiempos de inseguridad y guerras permanentes; testigo fue de la invasión de los godos y de los normandos en que Italia fue arrasada y Roma convertida en ruinas. En su juventud cursó derecho y adquirió una sólida formación jurídica, también literaria, aunque ésta fue menos brillante. Se dedicó durante un tiempo a la política y en el 573 alcanzó el puesto de prefecto de Roma, la mayor dignidad a la que se podía aspirar, pero no encontraba la paz que su alma ansiaba. Conoció entonces a dos monjes benedictinos y después de una fuerte lucha interior, se separó del mundo y se hizo benedictino.
Fundó varios monasterios, incluso a la muerte de su padre, repartió sus bienes entre los pobres y convirtió su castillo en un monasterio, bajo la advocación de San Andrés (en el lugar donde se alza hoy la iglesia de San Gregorio Magno). Fue elegido abad. A los cuatro años de la paz monacal, el Papa Benedicto I le ordena diácono y le envía a Constantinopla, en el año 578, como nuncio para contener el empuje de los lombardos, de donde regresó hacia el 586 y se retiró nuevamente al monasterio, pero el Papa Pelagio II le nombró su secretario.
Se extendió entonces por Roma una gran epidemia de peste. Una de las primeras víctimas fue el Papa Pelagio II. Entonces el clero, el senado y el pueblo reunidos, eligieron a Gregorio como papa. Se había terminado para él la tan ansiada soledad del claustro. El nombramiento se hizo el 3 de septiembre del 590. Los años pasados con los monjes habían dejado honda huella en él y esa misma concepción monacal de la espiritualidad decidió trasladarla a la liturgia y al pontificado. Publicó la “Regula Pastoralis”, que llegó a ser durante la Edad Media el código de los obispos, lo mismo que la regla de San Benito lo había sido para los monjes.
Su solicitud pastoral llegó a todas las iglesias, no solo de Italia, sino de toda Europa y de Oriente. Como obispo de Roma su principal preocupación fue llevar al pueblo a practicar la fe en la que se creía: “La verdadera oración, decía, no se hace con palabras sino con el corazón”, pero la reforma que más fama le ha dado es el llamado “canto gregoriano”. La obra se realizó por medio de los músicos de la “Schola Cantorum”, que llegó a ser un centro de cultura musical y seminario para el clero romano. Con su colección de cantos, recogida en el “Antifonario gregoriano” se aunaron los diversos cantos en una sola liturgia.
Fue principalmente un hombre de acción, él mismo presidía las celebraciones en las fiestas solemnes y una vez al mes repartía a los pobres alimentos y ropa. Dice uno de sus biógrafos que la Iglesia se había convertido en un gran almacén. Como escritor pasa por ser el más fecundo de los Papas medievales. Digna de ser recordada es su eficaz actuación política que culminaría con la evangelización de los pueblos bárbaros. Él siempre creyó que a estos pueblos no se les podía seguir tratando como tribus sanguinarias, sino que era mucho más cristiano y sobre todo políticamente más conveniente, acogerles como hermanos para lo cual envió a las distintas regiones cualificados misioneros para evangelizarlas. El resultado fue la conversión de muchas tribus y el logro de una paz fecunda entre Roma y los dirigentes de los pueblos bárbaros.
Gregorio Magno sería reconocido como uno de los cuatro Doctores de la Iglesia Occidental juntamente con San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo. Ha sido considerado justamente como el gran moralista de la Edad Media; su abundante correspondencia le ha convertido en uno de los Pontífices mejor conocidos de la antigüedad.
Falleció en Roma el 12 de marzo del 604. Tras su muerte, la aclamación popular ya lo declaraba santo. Fue canonizado muy pronto.
Reflexión desde el contexto actual:
De la mano del papa Gregorio se fue moldeando la doctrina, la administración, la disciplina y liturgia de la vida eclesial posterior. Grande entre los grandes, la influencia de Gregorio Magno ha llegado hasta nosotros, pudiéndose decir que, en algunos aspectos, seguimos viviendo de las rentas. Este Siervo de los siervos de Dios nos legó una obra eclesiástica y civil de gran envergadura y su doctrina, como en el caso de Agustín, ha sido fundamental, tanto en el pensamiento cristiano como en la cultura occidental en general. Tal como dijera F. H Dudden: “Casi todos los principios directivos del subsecuente catolicismo son encontrados, por lo menos en germen, en Gregorio Magno