Un santo para cada día: 20 de marzo San Juan Nepomuceno (El mártir del secreto confesional)

San Juan Nepomuceno (El mártir del secreto confesional )
San Juan Nepomuceno (El mártir del secreto confesional )

El culto a San Juan Nepomuceno comenzó a extenderse y el pueblo sintió por él una gran veneración siendo tenido como patrón del sigilo sacramental de Bohemia y Moravia. Sus reliquias reposan en el templo de San Vito y en el puente de Praga, sobre el río Moldava, llamado ahora el “Puente Carlos”, se yergue una estatua del santo, señalando el punto desde donde le arrojaron al río

Ha sido considerado tradicionalmente como el patrono del sigilo sacramental de la confesión, así como el patrono de la fama y el buen nombre. También es patrono de Bohemia y Moravia y de la ciudad de Praga.

En torno a San Juan Nepomuceno se ha creado un halo de misterio, que todavía persiste. Parece ser que un teólogo precursor del protestantismo, llamado Jan Huss, que había hecho mucho proselitismo en la universidad de Praga, negaba la necesidad de la confesión y la obediencia al Papa y para contrarrestar su influencia y la de sus seguidores, los husitas, Juan Nepomuceno fue presentado como mártir defensor del secreto de la confesión, contribuyendo también a ello el hecho de que su lengua se conservara incorrupta. Jan Huss sería condenado en el Concilio de Constanza y acabaría muriendo en la hoguera.

Parece ser que lo que se corría sobre San Juan Nepomuceno fue muy difundida por el jesuita checo Balbín, fallecido en Praga en 1688, quien vio en la vida de San Juan Nepomuceno una oportunidad para contrarrestar el ambiente contrario a la confesión, creado por los husitas, escribiendo él mismo una historia de San Juan Nepomuceno basada en la leyenda, que se difundió rápidamente por varios países, pero según estudios posteriores hoy ha quedado bajo interrogante.

La diócesis de Praga con más de 1500 parroquias estaba regida, en el siglo XIV por Juan Jenstein, hombre doctísimo y de vida intachable. Junto a él encontramos a Juan Nepomuceno, nacido en la localidad checa de Nepomuk (de ahí le viene el nombre) alrededor de 1345. Ya en 1370 era Notario de la Curia Arzobispal. Ordenado sacerdote en 1379 ejerció como párroco en la ciudad de Praga, simultaneando con el estudio del derecho eclesiástico en su Universidad. En 1382 el arzobispo lo envía a Padua donde se doctora en derecho canónico, llegando por fin a ser canónigo de la Catedral de San Vito en Praga. Fue entonces cuando ocurrió el suceso que dio pie para que el rey arremetiera contra él y para que se crease un determinado “relato” en torno a su muerte.

Nos encontramos a finales del S. XIV y en la abadía de Kladruby, al fallecer el abad, fue elegido uno para sustituirle, siendo confirmado por el Vicario General, que era Juan Nepomuceno, pero el rey quería suprimir esa abadía y crear una nueva sede episcopal que fuera regentada por un miembro de su Corte. Contrariado el rey trató de presionar al Vicario quien, al negarse, labró su propia condena. El rey mandó asesinarle y arrojar su cuerpo al río Moldava, pero el prestigioso historiador Palacki, da a entender que debió de haber alguna motivación más para perpetrar este crimen “Había también otros motivos, dice, por los que el rey odiaba a este pío sacerdote”. y bien pudiera estar refiriéndose a la negativa por parte de Nepomuceno para revelar el secreto de confesión  de su esposa,  de quien tenía celos fundados en la sospecha de que le estaba siendo infiel. Naturalmente de ser éste el verdadero motivo, al rey no le favorecía en nada que ello se diera a conocer, era preferible que apareciera otra razón distinta para justificar esta muerte. Por otra parte Tomás Ebendorfer de Haselbach en 1450 y más tarde el historiador Pablo Zidek, parecen dar como válida la leyenda que atribuye la muerte de este piadoso sacerdote a su decidida determinación de guardar el sigilo sacramental, algo que los husitas nunca negaron, a pesar de sus buenas relaciones con el rey. El hecho verosímil de que Nepomuceno fuera confesor de la reina apunta en esta misma dirección, sin olvidarnos por supuesto del hecho prodigioso, suficientemente constado, que figura como telón de fondo en torno a este suceso.

 Después de que Inocencio XIII declarara el 25 de junio de 1721 al mártir Juan Nepomuceno beato y abierto ya el proceso de canonización, una comisión presidida por el arzobispo de Praga, compuesta por dignidades eclesiásticas y civiles, profesores de medicina y cirujanos, el 27 de enero de 1725, examinaron la lengua que fue encontrada incorrupta que en presencia de todos comenzó a esponjarse y a ponerse de color rosa, como si correspondiera a una persona viva. Esto contribuyó a reforzar más la leyenda del sigilo sacramental y fue decisivo para su canonización por Benedicto XIII el 19 de marzo de 1729.

San Juan Nepomuceno, entre las esculturas de los puentes de Praga
San Juan Nepomuceno, entre las esculturas de los puentes de Praga

El culto a San Juan Nepomuceno comenzó a extenderse y el pueblo sintió por él una gran veneración siendo tenido como patrón del sigilo sacramental de Bohemia y Moravia. Sus reliquias reposan en el templo de San Vito y en el puente de Praga, sobre el río Moldava, llamado ahora el “Puente Carlos”, se yergue una estatua del santo, señalando el punto desde donde le arrojaron al río.

Reflexión desde el contexto actual:

Con leyenda o sin leyenda, lo cierto es que San Juan Nepomuceno pagó con su vida el enfrentamiento al rey, quien no pudiendo soportar la humillación ordenó su asesinato. Parece evidente que el sigilo sacramental de la confesión es una exigencia de todo punto necesaria para preservar la libertad interior de quienes se acerquen a recibir el sacramento del perdón. El tema ha vuelto a la actualidad con motivo del asunto de la pederastia. Tal como queda expresado en el Canon 983 del Derecho canónico el sigilo sacramental es inviolable, porque el penitente no se confiesa con quien administra este sacramento sino con Dios. El que está sentado en el confesonario es mero receptor, que una vez dada la absolución lo único que tiene que hacer es olvidar. El problema ha surgido porque este precepto canónico puede entrar en conflicto con la legislación civil vigente en algún país, como ha sucedido con “La Royal Commission australiana”. El sacerdote, que además de católico es un ciudadano ¿A qué ley queda obligado a seguir, a la civil o a la religiosa?  Es comprensible que el laicismo defienda que las leyes civiles están por encima de las leyes religiosas, pero esto no es asumible por la Iglesia Católica, aunque nunca faltan quienes se muestran más sensibles a las solicitudes civiles que a las religiosas.

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