Un santo para cada día: 12 de agosto Santa Juana Francisca de Chantal ( Viuda valerosa. Cofundadora de “Las Salesas”)

Santa Juana Francisca de Chantal
Santa Juana Francisca de Chantal

Santa Juana Fremiot, baronesa de Chantal, nace en Dijon (Francia) el 28 de enero de 1572, en el seno de una familia católica ferviente de la aristocracia francesa; hija de Benigno Fremiot, presidente del parlamento de Dijon y de Margarita de Barbissey. Su madre fallece cuando ella tiene 18 meses, quedando bajo la tutela de su padre y de su abuelo materno, siendo educada por su hermana mayor. Desde su infancia se destaca por su vida de piedad y por su gran caridad para con los pobres y necesitados.

A los 18 años contrae matrimonio con el barón Rabutin Chantal, 7 años mayor que ella. Durante los 8 años que duró el matrimonio, vivieron enamorados y felices. Tuvieron 6 hijos, de los cuales 2 murieron muy pronto. De repente toda esta felicidad queda truncada, debido a que el barón recibe un disparo involuntario durante una cacería. A los 9 días fallece, dejando a su joven esposa desolada y afligida.

Se refugia de momento en casa de su padre, pero es reclamada por su suegro para que vaya a vivir con él a su castillo y allí se traslada con sus 4 hijos. Durante el tiempo que pasa allí no le faltarán ni un solo día las cruces; el castillo es sombrío, el suegro con un carácter déspota y desagradable y un ama de llaves que se ha hecho la dueña y no se lleva bien con Juana y con sus hijos. Durante 7 años soporta toda suerte de desprecios y vejaciones y para colmo con un director espiritual, lleno de exigencias y limitaciones, que más que proporcionarle paz le crea muchos escrúpulos y muchas intranquilidades de conciencia. Ella siempre calla y obedece, encontrando consuelo en la oración y en el cariño de sus hijos. A lo que está firmemente decidida es a no volver a casarse.

Todo cambia de repente cuando San Francisco de Sales, obispo de Ginebra, va a predicar la Cuaresma a Dijon. Ella acude a casa de su padre durante esos días con sus hijos y su suegro. Casualmente el obispo se hospeda en la casa del arzobispo de Bourges, hermano de Juana. Un día durante uno de los sermones de San Francisco, está Juana en primera fila, pendiente de sus palabras. Al predicador tampoco le pasa desapercibida la atención con que escucha esa viuda joven, tan recatadamente vestida. Pregunta después por ella a su anfitrión y le dice que es su hermana. Ya en la primera entrevista ambos se dan cuenta de la profundidad y la santidad del otro, pero San Francisco obra con mucha prudencia y hasta después de haberse entrevistado con ella varias veces, no le hace partícipe a Santa Juana de la idea que tiene de crear un nuevo Instituto Religioso, pero había un serio inconveniente: ella, aunque era viuda, tenía 4 hijos. Poco a poco, después de muchos problemas que resolver, se van solventando todas las dificultades. Hubo una anécdota que nos da idea de las resistencias familiares que tuvo que vencer. Es la siguiente:  En el momento de abandonar la casa familiar para dirigirse al convento se encontró con la oposición de su hijo mayor que tendido en el suelo en medio de la puerta le impedía el paso, al tiempo que le dirigía estas duras palabras: “Si te vas tendrás que pasar por encima de mí” y sin dudar, aunque roto su corazón de madre, Juana pasó. 

Por fin, en 1610 comienza la andadura de la nueva Orden de la Visitación de Nuestra Señora (conocidas como las Salesas). En una pequeña casita en la localidad de Annecy, se instalan el 6 de junio, fiesta de la Sma. Trinidad, las primeras religiosas, con la Madre Chantal como superiora, es el momento en el que Francisco de Sales se convierte en director espiritual de la comunidad y como regalo especial para las religiosas de la Visitación escribe su obra más importante titulada “El tratado del amor de Dios”. La última etapa de su vida se parece a la de Santa Teresa, llena de viajes y fundaciones, si bien hay que añadir la atención a sus obligaciones familiares. Al morir dejaba 83 monasterios, y un hermoso ejemplo a seguir, fundamentado en una recia espiritualidad que sus hijas han sabido conservar como preciada herencia, haciéndola trascender fuera de los muros del convento tal y como diera a entender Henry Bremond al decir “Solo en el cielo sabremos el bien que los monasterios de la Visitación hicieron en Francia”. Lo hicieron y aún en estos tiempos de crisis religiosa lo siguen haciendo, después de haberse ajustado a la nueva estructura que la Constitución Sponsa Christi de 1950 pedía para las órdenes religiosas femeninas

Después de haber cosechado frutos fecundos, fallecía dulcemente la M. Juana Francisca de Chantal, rodeada de sus hijas un 13 de diciembre de 1641 en Moulins (Francia) a los 69 años, de regreso hacia Annecy, a consecuencia de una pulmonía, siendo beatificada el 21 de noviembre de 1751 y canonizada en 1767 por el Papa Clemente XIII.

Reflexión desde el contexto actual:

Juana Francisca Fremiot de Chantal, fue en el siglo una joven piadosa y caritativa, una esposa fiel y enamorada, madre abnegada, viuda recatada y dentro de los muros del convento una religiosa ejemplar, que se nos muestra hoy como un modelo a imitar en todos los estados de vida por los que transcurrió su existencia. En todas estas diferentes y tan diversas situaciones por las que ella va atravesando, tal vez quiera decirnos algo y es que la santidad se va fraguando desde dentro en el interior de la persona, haciendo frente a las situaciones y circunstancias cambiantes, por lo que habría que decir que lo fundamental es la actitud personal que se toma ante la vida, siendo lo demás tan solo unos complementos. Hasta cierto punto es correcto lo que nos dice Ortega: “Yo soy yo y mis circunstancias”, pero sin olvidar que el yo es la sustancia y las circunstancias son los accidentes. En el plano espiritual mejor decir “Yo soy yo y la divina gracia”.  

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