Un santo para cada día: 6 de julio Santa María Goretti (La adolescente, mártir de la pureza, siempre admirada, aunque no imitada)
Como Santa Inés supo, a sus escasos 12 años, inmolar su vida antes que mancillar su pureza virginal
| Francisca Abad Martín
Como Santa Inés supo, a sus escasos 12 años, inmolar su vida antes que mancillar su pureza virginal.
La pequeña Marietta, como la llamaban familiarmente, era hija de Luis Goretti y Assunta Carlini. Nació en el pueblo de Corinaldo, en la provincia de Ancona (Italia) el 16 de octubre de 1890. Fue la tercera de 7 hermanos. La precariedad económica obliga a la familia a emigrar en varias ocasiones para establecerse como colonos, trabajando las tierras de señores ricos.
En otoño de 1897 emprenden viaje de Corinaldo a Poliano. Comparten casa y trabajo con otra familia, los Serenelli, un viudo con 4 hijos. Allí pasan tres años, pero tampoco les va bien y deciden ir a Ferriere di Conca. Toda la región es propiedad de la aristocracia romana. Los Serenelli también van con ellos, al servicio del conde Mazzoleni, que residía en Conca. Los hijos mayores de Serenelli ya se han independizado y solo queda con él el pequeño Alejandro, 8 años mayor que Marietta, que entonces tiene 9 años.
La vida discurre con normalidad, hasta que el padre de Marietta enferma de malaria, falleciendo el 6 de mayo de 1900. La muerte del padre hace madurar rápidamente la personalidad de Marietta, pues ahora la madre tiene que suplir en las labores agrícolas al marido, ayudada por sus dos hijos mayores y la niña, con sus escasos 10 años, tiene que realizar todas las faenas domésticas que antes hacía su madre, preparar comida también para el viejo Serenelli y su hijo Alejandro, incluso remendar sus ropas y cuidar de su hermanita pequeña. El viejo protesta con frecuencia porque la comida no está buena, pero Alejandro siempre sale en su defensa.
Marietta no se queja nunca, asume sus trabajos con paciencia y alegría. Trata de suplir con cariño, esfuerzo y dedicación, la ausencia de su padre. Una de sus más grandes alegrías fue recibir la Primera Comunión. Aunque analfabeta, su madre le había enseñado el catecismo y lo sabía de memoria. Empezó a ir a las catequesis a la iglesia, a pesar de la distancia a la que vivían y también iba algunos ratos a casa de una señora de Conca, que la enseñaba a leer. Tampoco tenían dinero para el vestido, pero todo se soluciona, gracias a la generosidad de los vecinos.
El arcipreste de Nettuno, a 20 Km. de su casa, la considera preparada y las vecinas le regalan el vestido, el velo, los zapatos y la corona de flores. Recibe a Jesús con gran devoción el 29 de junio de 1901 en la Fiesta del Corpus Christi, en la Iglesia de Conca, a la que iban a misa todos los domingos. Es un día inmensamente feliz para ella.
Marietta iba desarrollándose, tanto física como espiritualmente. Sin saberlo, Dios la iba preparando para el martirio. Alejandro también ha crecido, ya tiene más de 20 años, pero va por mal camino. Su mayor entretenimiento es encerrarse en su cuarto a leer libros de crímenes y revistas pecaminosas. Un día en que Marietta queda sola en casa, le hace su “proposición”. Al principio ella no comprende, pero enseguida se da cuenta y le dice: “¡No, no, no.! ¡Dios no quiere eso!” Él, enfurecido ante su negativa, la cose a puñaladas. Ella solo se preocupa de cubrirse con los jirones de la ropa ensangrentada.
La llevan al Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios en Nettuno; 20 Km. en una especie de carreta, por unos caminos llenos de baches y la operan, pero fallece como consecuencia de la septicemia, al día siguiente. Antes de morir le preguntan si perdona a Alejandro y responde:”¡Sí, le perdono y quiero que esté conmigo en el Cielo!”. Fallece el 6 de julio de 1902. Alejandro es condenado a 30 años de cárcel.
Fue beatificada por Pio XII el 27 de abril de 1947 y canonizada por el mismo Papa el 24 de junio de 1950. Assunta vive el momento más entrañable de su vida, asistiendo a la proclamación de su hija como santa, venerada ya por toda la Iglesia.
Reflexión desde el contexto actual:
Me pregunto si hoy María Goretti sería reconocible en la mayoría de nuestras adolescentes. Seguro que siempre habrá jóvenes dispuestas a repeler la agresión sexual, pero probablemente sería por motivos diferentes. Ella lo hizo por un ideal sublime, por lo que fue merecedora de veneración y honra para una generación que la consideró como un icono. Hoy los tiempos han cambiado y no deja de ser una mala noticia, el hecho de que Goretti, en términos generales, haya dejado de ser un símbolo para la juventud. En el 2003 Juan Pablo II, refiriéndose a Marietta, nos dice: “recuerda a la juventud del tercer milenio que la auténtica felicidad exige valentía y espíritu de sacrificio, rechazo de todo compromiso con el mal y disponibilidad para pagar con el propio sacrificio, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a sus Mandamientos”.