"Señor, enséñanos a orar".

Domingo Diez y Siete Año Ordinario C. 24.07.2016.

Lucas 11, 1-13.

El título es la petición de los Apóstoles a Jesús. Esta petición nace por lo impresionante del testimonio de Jesús al hacer oración.Creo que es un tema siempre vigente. Siempre tendremos que aprender a orar. Tenemos que crecer en nuestra oración. También, creo, que es necesario reconocer que nos falta saber orar. Falta vida interior y la oración no es bien comprendida. Prevalece la acción, la eficacia y el éxito, sin llegar a un buen equilibrio acerca de cómo debería ser la vida de oración. Por otro lado creo que los cristianos necesitamos y aceptamos la importancia de la comunicación con Dios y sabemos que existen crisis de oración.
Siempre hay dificultades con la oración, a pesar de que en teoría ya conocemos la enseñanza de Jesús y de la Iglesia, como algo necesario para alimentar la fe, la esperanza y el amor.Nuestras dificultades provienen de que nuestras convicciones profundas de fe, son insuficientes. Oramos motivados por ciertos estados de ánimo, o necesidades meramente psicológicas, pero esto no es suficiente, pues el ánimo y toda sensibilidad son variables. Si el fundamento es sólo el ánimo, lo psicológico o lo sensible, llegaremos a pasar mucho tiempo sin necesidad de orar.

La oración toma un verdadero sentido a partir de la oración de Cristo. El Señor vive en diálogo con su Padre, y toda su vida está en profunda unión con Él. Jesús lo dice: "El Padre siempre está conmigo", "Busca hacer su Voluntad", "Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya". (Mateo 26,39). Jesús permanece en el Padre y el Padre en Él.
Los motivos de oración provienen de la fe, de lo que Jesús ha dicho y hecho sobre la oración. Significa fe en Dios vivo, que actúa hoy en la historia real, y con éste Dios vivo, yo me puedo relacionar.
Oración y Vida en Jesús están totalmente identificadas en una permanente comunicación con su Padre.

"El Padre y yo somos uno". (Juan 14, 7-12). Y nos muestra diversos modos de orar: la oraciòn de peticiòn, la oraciòn de agradecimiento, la oraciòn del asombro, la oraciòn del silencio. Siempre el Padre Nuestro serà la mejor sìntesis que Èl dejò a su Iglesia.

La oración de Jesús, su comunicación, como hombre, con su Padre, era una necesidad, una exigencia de su naturaleza humana de abrirse al amor del Padre, y de descubrir en Él el verdadero sentido de su vida, de su misión,y la fidelidad a a su voluntad.

La oración de Jesús, el Dios hecho Hombre, era o tenía una dimensión integrante con su misión de vida en el mundo: en su tarea de liberar integralmente a los hombres y mujeres. Y Jesús sigue actuando hoy en la historia: vivo sigue, por su plegaria, intercediendo por nosotros:

"Siempre vivo intercediendo por nosotros". (San Pablo).

Porque su obra redentora no se daba sólo por la predicación y la cruz; se daba igualmente por la oración. Y eso sigue sucediendo hoy.Toda su vida: de predicación, de cruz y de oración, de antes y de ahora, siguen haciendo su misión de liberación integral; tiene que ver - su oración - con la marcha del mundo, con sus acontecimientos; tiene que ver con la liberación de los pecados concretos actuales, tiene que ver con su obra redentora aplicada al hoy de nuestros tiempos.

"El ejemplo de Cristo orante: el Señor Jesús, que pasó por la tierra haciendo el bien y anunciando su Palabra, dedicó, por impulso del Espíritu, muchas horas a la oración, hablando al Padre con filial confianza e intimidad incomparable y dando ejemplo a sus discípulos, a los cuales expresamente enseñó a orar. El cristiano, movido por el Espíritu Santo, hará de la oración motivo de su vida diaria y de su trabajo; la oración crea en él actitud de alabanza y agradecimiento al Señor, le aumenta la fe, lo conforta en la esperanza activa, lo conduce a entregarse a los hermanos y a ser fiel en la tarea apostólica, lo capacita para formar comunidad. La Iglesia que ora en sus miembros se une a la oración de Cristo".(Puebla 932).

"La oración en familia: la familia cristiana, evangelizada y evangelizadora, debe seguir el ejemplo de Cristo orante. Así, su oración manifiesta y sostiene la vida de la Iglesia doméstica en donde se acoge el gérmen del Evangelio que crece para capacitar a todos los miembros como apóstoles y a hacer de la familia un núcleo de evangelización". (Puebla 933).

Es necesario decir algo más con respecto a nuestra oración personal. Lo dirè, como hasta ahora, siguiendo al Obispo Carlos Gonzàlez y a los sacerdotes Galilea y Paoli.

Para la oración se requiere perseverancia:

"Pidan y se les dará, busquen y encontrarán; llamen a la puerta y les abrirán. Porque el que pide, recibe; el que busca, halla, y al que llame a una puerta, le abrirán. ¿Quién de ustedes da una piedra a su hijo si le pide pan, o una culebra si le pide pescado? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón el Padre que está en los cielos dará cosas buenas al que se las pida". (Mateo 7,7-11).

El deseo de orar nace de la fe y de la convicción de que no se reza para obtener dividendos. Se reza para Dios y no para sí mismo.
Es la oración de las manos abiertas donde el corazón está disponible para que Dios coloque o quite lo que Él crea mejor.
Me aferro a tantas cosas con los puños cerrados: a mis ideas, a mis cosas, a mi posición, a los amigos, a mi prestigio. Si abriera los puños, no habría desaparecido nada; pero mis manos estarían abiertas. Eso es rezar.

Leyendo a un sacerdote, maestro de novicios, encontrè algo que nos puede ayudar:

"Después de un rato, si estoy dispuesto a permanecer con las manos abiertas lo suficiente, el Señor vendrá. Mirará y recorrerá mis manos para ver lo que tengo. Es posible que se sorprenda, ¡ cuántas cosas...! Luego me mirará y me preguntará: ¿Te molestaría si me llevara algo? Y yo contestaré:

-Por supuesto que puedes llevártelo, ¡para eso estoy aquí con las manos abiertas...!

Y quizás el Señor me mirará otra vez y me preguntará:

¿Te molestaría que pusiera algo más en ellas?

Y yo contestaré:

-Por supuesto que no".

Este es el núcleo de la oración. El Señor puede quitar o poner algo en las manos. Ningún otro puede hacerlo, pero Él sí. Él es el Señor. Yo sólo tengo que abrir mis manos y mi corazón y esperar lo suficiente para que el Señor venga.
Si no estamos abiertos y receptivos, ponemos trampas y tropiezos a la acción de Dios.

Orar significa despojarse de sí mismo, de las ideas preconcebidas entendiendo que Dios tiene caminos misteriosos y sorprendentes.

Rezar de verdad presupone un sentido de Dios y es más que un ejercicio de piedad o alguna manera de obtener ventajas para uno mismo.

Es entrega de amor sabiendo que a Dios se le conoce cada vez mejor en la oración.

No es un trabajo intelectual. No rezamos para conocer más verdades de fe.

Nos ayuda a entender màs, la respuesta de Santa Teresita de Jesús, cuando le preguntaron: "¿Qué le dices a Dios?" Y la santa respondió:

"Nada , sólo lo quiero".

La atenta espera de amor lleva a la verdadera adoración a Dios. Es la más bella oración, es en apariencia inútil y gratuita. No es rentable. Algo parecido decía San Juan de la Cruz: "La oración es una atenta espera de amor".

Es la oración de la Virgen María, olvidada de sí misma y en contemplación. No olvidemos de ella:

"Guardaba todas las cosas en su corazón".

Tambièn hay que presentar la oraciòn de vigilia. Es la oración que aborda lo por venir.
El Señor oraba antes de los hechos importantes de su vida: "pasó la noche en oración". (Lc.6,12).
Es lo que hizo el Señor en Getsemaní cuando ya llegaba su hora. Existe una lucha interior. Tiene miedo y suda sangre: "Si es posible que pase de mí este cáliz.Sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la tuya".
Es un paso decisivo que significa compromiso total mientras el mundo, incluido los apóstoles, está adormecido". En esta oración de vigilia, Jesús encontró fuerzas y energías para "beber de ese cáliz".

En el Padre Nuestro se encuentra también la oración de petición y el abandono en las manos de Dios.

La oración es movediza, igual que la fe. Requiere ser renovada y creativa. Necesita ser adaptada al mundo actual y a los problemas humanos. Debe ser la oración de Jesús prolongado en nosotros. Será siempre el misterio del Espíritu Santo, el cual obra en nosotros y que nunca será entendido por quien vive en la pasividad, en la dejación y en la mediocridad de un mundo superficial que razona poco y que evita reflexionar.
La oración es verdadera cuando lleva a la lucha por la justicia y por la verdad. Es la oración comprometida con la vida y con todos los conflictos de la humanidad.

Si son sólo palabras, si nuestra oración no está preocupada de lo que sucede en la actualidad y en todo lo que acontece, será aséptica y lejana. No es ese el querer de Dios.

Y reiteramos y remarcamos:

Al orar, nosotros nos incorporamos a esta oración de Cristo. La oración del cristiano es así plenamente histórica, no es una evasión, una pérdida de tiempo o un "consuelo religioso". Como en Jesús, nuestra oración es indispensable para profundizar nuestra relación con el Padre. Es el momento privilegiado de crecer, y en la crisis y desfallecimientos, de mantener el espíritu de fe, la esperanza y la caridad fraterna: "rezar es pensar en Dios, amándolo". (Sta. Teresa).

Por nuestra oración influímos en la historia, al modo de Cristo. No es que reemplazamos la responsabilidad y actividad de todo tipo con lo cual los hombres construímos la sociedad. La oración no es para abandonar la responsabilidad y el esfuerzo humano; alienaría. La oración influye en la raíz de la historia y de los hombres, en su libertad, donde se juega el bien y el mal, la liberación o el pecado. Pues sólo Dios puede influir en las libertades sin anularlas, y por nuestra oración entramos en ese nivel profundo de la acción de Dios en los hombres y en la historia. La oración es eficaz ahí donde la acción se hace impotente. Ese es el sentido profundo de la oración de petición, nos incorpora a la acción misteriosa de Dios en la marcha de la historia. "Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá... Si vosotros, siendo malos", etc.

Hoy el Evangelio de Cristo nos ha interpelado con respecto a la oración. El testimonio personal del Señor le da, a la oración, su sentido cristiano, de compromiso de amor apostólico, evangelizador, redentor y liberador.¡Sigámoslo! Amén.



Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+


P.S. Mi computador tiene un problema al marcar los acentos: a veces marcan hacia la izquierda y otras hacia el correspondiente lado derecho.
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