De la oración a la acción y de la acción a la oración.

Lucas 10, 38-42.

Este Evangelio se ha prestado a varias posiciones confusas y también equivocadas en nuestra vida de espiritualidad cristiana. Algunos le dan mucha importancia a la oración y omitiendo la acción. Otros le dan más importancia a la acción, y ésta no acompañada e impregnada de la oración. La verdad es que no hay una verdadera oración si no está acompañada íntimamente con una acción comprometida y cristiana. Tampoco puede insistirse sólo en la acción si no hay una verdadera oración que la funda. Unos pecan de intimistas y de omisión, y los otros pecan de un activismo, a veces, como "un bombero loco" que al sonar la sirena parte sin saber a dónde es el incendio: va, sin rumbo y sentido correcto.





Nunca Jesús ha querido decir que lo que hacía Marta (acción), desvelándose, por atenderlo, estuviera mal hecho. Tampoco Jesús ha querido oponer, en nuestro cristianismo, la actividad o acción externa, con la oración, la contemplación y la escucha de su palabra. Al contrario, Marta y María, hacen con su vida, una correcta síntesis de nuestra vida de espiritualidad cristiana. La oración es necesaria para la acción, y la acción es necesaria para nuestra oración. Se trata de unir la oración a la acción y la acción a la oración. Nuestra oración debe estar impregnada por la vida y acción externa. Nuestra acción,no tiene ningún norte cristiano, si no está impregnada de la oración, de la contemplación y la escucha de la Palabra: de Jesús.




Lo que Jesús quiere es contraponer dos actitudes cristianas. Lo imperfecto de Marta no era su actividad, sino la actitud de fondo que inspiraba esa actividad: "Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria...".
Jesús critica el "activismo", que es la caricatura de la actividad cristiana. Critica la dispersión, la inquietud y nerviosismo activista. Está criticando una actividad no centrada más que en un activismo carente de un ideal, de una mística y sin motivaciones que emanen de Dios.
Se trata de poner a Dios en el centro de nuestra actividad. En un activismo disperso, no se encuentra la motivación profunda de un Dios que debe ser la mística de toda acción de un discípulo de Jesús.
Cuando nuestras motivaciones de acción están desligadas de Jesús y del amor a los otros; cuando se inspira la acción sólo en un activismo inquieto, nervioso y descentrado, para quedar bien y sólo buscando una eficacia, en la práctica, como discípulo de Jesús, se está olvidando "lo único necesario": no se está centrado en Jesús, nuestro único Camino, Verdad y Vida.




Hasta ahora nos hemos estado refiriendo a Marta con respecto a Jesús.
Ahora, nos vamos a referir a María en relación a Jesús.
Jesús levanta y alaba la actitud de María no porque ésta no fuera una mujer de acción, sino porque se tomaba el tiempo para tener un encuentro personal con Él y con su Palabra, "la única cosa necesaria". María se muestra como una mujer de oración y contemplación. Pero esto lo digo en el sentido más evangélico:se trata también de una mujer de acción, pero capaz de encontrar a Dios en el servicio y compromiso de amor a los otros, sus hermanos, y hacer a la Palabra la inspiración fundamental de todos aquellos compromisos de acción.



María es nuestro modelo cristiano no porque sólo contemplara, orara y no actuara, sino porque ella une la oración y la acción; une la acción con la oración.Une el encuentro personal con Jesús en la oración, y el encuentro de Jesús en los demás.Une el encuentro y acción de compromiso de amor con la gente, con el encuentro personal con Jesús. Une y encarna a Jesús en lo temporal, y une en Jesús lo temporal.
San Albero Hurtado como María era un hombre de profunda oración. También un hombre de una entrega y acción apostólica extraordinaria. Incluso llegó a donde muchos no han llegado: su acción la convirtió en una verdadera y profunda oración y encuentro con Jesús.



Jesús habla de "la única cosa necesaria... la parte que no le será quitada" es porque la relación personal con Jesús, en la oración y en la meditación de su palabra tiene un valor en sí, y puede inspirar la acción de amor y compromiso con "todo el hombre y con todos los hombres" hasta el compromiso más generoso: 'aquel amor más grande, a la manera de Jesús, de dar la vida misma por los que se ama'.
Jesús es una persona real en la oración; podemos relacionarnos con Él como con un amigo personal. Por la oración podemos acrecentar esta amistad y podemos hacer que esta amistad pueda darle un verdadero sentido y rumbo a nuestra vida.



El Evangelio de Jesús, con estas dos grandes mujeres discípulas, nos hace concluir: todo cristiano debe ser de oración y contemplativo, que hace llevar su experiencia de Dios en la oración y contemplación a la experiencia de Dios en la acción. Nuestra espiritualidad cristiana no es enajenante: une oración y acción; une acción con oración.
El Cristo que encontramos en nuestra acción de amor a los hermanos, nos conduce de nuevo a buscar a Jesús en toda su plenitud, en el encuentro personal de la oración y la escucha de la Palabra.
Podemos agregar que la oración y la contemplación de Cristo es garantía de un compromiso total, hasta las últimas consecuencias, con los demás, con el mundo temporal, que nos lleva a adelantar, en ese mundo, el Reino de Dios.
A veces, como discípulos de Cristo, y a causa de Él,podemos pasar miserias, cansancios y frustraciones, pero nuestra oración y contemplación de Jesús, nos hace salir adelante: el sólo absoluto de Dios que encontramos en la contemplación, nos hace descubrir el absoluto del otro, mi semejante, y me hace próximo, me aproxima con el amor del Buen Samaritano, haciéndome verdaderamente prójimo de mi hermanos, y de una manera especial, por la oración, me hace optar con preferencia por los pobres, porque en el encuentro personal, en la oración con Dios,el único absoluto, encontramos que el optó primero que nosotros por ellos, convirtiéndose en una verdad de nuestro Credo.



El Magisterio de nuestros Obispos de América Latina nos remacha:

"El ejemplo de Cristo orante: el Señor Jesús, que pasó por la tierra haciendo el bien y anunciando la Palabra, dedicó, por impulso del Espíritu, muchas horas a la oración, hablando al Padre con filial confianza e intimidad incomparable y dando ejemplo a sus discípulos, a los cuales expresamente enseñó a orar. El cristiano, movido por el Espíritu Santo, hará de la oración motivo de su vida diaria y de su trabajo; la oración crea en él actitud de alabanza y agradecimiento al Señor, le aumenta la fe, lo conforta en la esperanza activa, lo conduce a entregarse a los hermanos y a ser fiel en la tarea apostólica, lo capacita para formar la comunidad. La Iglesia que ora en sus miembros se une a la oración de Cristo". (Puebla 932).

Y algo dedicado al laico, al cual respeto y le reconozco un rol decisivo en la Iglesia; no sólo un rol de ejecutivo de los planes del sacerdote y jerarquía, sino un rol de decisión en la marcha pastoral de la Iglesia (así está expresado en Vaticano II y en Conferencia Episcopal de Puebla en Capítulo de Comunión y Participación). Por favor, a laicos con personalidad y no sacristanes del cura, con cariño y respeto:

"En medio de su misión, a menudo conflictiva y llena de tensiones para su fe, busque renovar su identidad cristiana en el contacto con la Palabra de Dios, en la intimidad con el Señor por la Eucaristía, en los Sacramentos y en la oración". (Puebla 798).

"Tal espiritualidad deberá ser capaz de dar a la Iglesia y al mundo "cristianos con vocación de santidad, sólidos en su fe, seguros en la doctrina propuesta por el Magisterio auténtico, firmes y activos en la Iglesia, cimentados en una densa vida espiritual... perseverantes en el testimonio y acción evangélica, coherentes y valientes en sus compromisos temporales, constantes promotores de paz y justicia contra toda violencia u opresión, agudos en el discernimiento crítico de las situaciones e ideologías a la luz de las enseñanzas sociales de la Iglesia, confiados en la esperanza en el Señor". (Puebla 799).
Esto tiene que ver con la oración y acción del laico. Lo resalto en estos tiempos en que veo laicos no en la línea del Vaticano II. Hay que cambiar y convertirse de mano de la acción y de la oración. Más aún, les hablo a mis amigos laicos desde un Chile en un año electoral anormal.
Según experiencia personal con Dios, ¿qué debe ser actitud o acción de un cristiano ante esta situación de institucionalidad ilegítima en que se llama a elecciones en Chile?
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