La vuelta a la 'retórica de la persuasión' preocupa a Santa Sede e invita a invertir en un paradigma de paz
Caccia ante la ONU: "Es responsabilidad colectiva de la comunidad internacional garantizar que las atrocidades del pasado no se repitan"
El Observador Permanente ante las Naciones Unidas, Monseñor Gabriele Caccia, en la reunión de los Estados Partes del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, expresó su preocupación por el retorno de la "retórica basada en la disuasión" y el "peligroso espectro de las amenazas nucleares"
Pidió un "cambio de prioridades" hacia la seguridad y el desarrollo humano integral: "demasiados Estados están "redirigiendo cada vez más recursos preciosos hacia el armamento", señaló
| Isabella H. de Carvalho
(Vatican News).- "Es imperativo que tenga lugar una reevaluación de las prioridades actuales, con inversiones dirigidas hacia un paradigma de paz y seguridad definido por la fraternidad, en lugar de la disuasión y la escalada militar". Este fue el llamamiento que formuló monseñor Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, durante la tercera reunión de los Estados Partes en el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares que tuvo lugar el martes 4 de marzo en Nueva York.
En su discurso, el arzobispo expresó la preocupación de la Santa Sede por el "retorno de una retórica basada en la disuasión" que ha "reavivado el peligroso espectro de las amenazas nucleares" y subrayó la responsabilidad de la comunidad internacional a la hora de garantizar un futuro seguro para las nuevas generaciones.
Monseñor Caccia
Los efectos que siguen teniendo hoy las armas de destrucción masiva
El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW), que entró en vigor el 22 de enero de 2021, es el primer instrumento jurídicamente vinculante que prohíbe completamente las armas nucleares. Hasta la fecha, ha sido ratificado por 73 Estados, incluida la Santa Sede. Recordando este año el 80 aniversario del bombardeo atómico de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, los días 6 y 9 de agosto de 1945, monseñor Caccia reiteró la extrema importancia de reconocer hoy "el sufrimiento sin parangón causado por estas armas de destrucción masiva".
Estos instrumentos militares han dejado "efectos negativos profundos y duraderos" y han "alterado irrevocablemente" a las comunidades afectadas, incluso a través de generaciones. Las armas nucleares han causado daños "no sólo en términos de pérdida inmediata de vidas, sino también de consecuencias psicológicas, culturales y medioambientales a largo plazo", subrayó el observador permanente.
Y calificó de "profundamente desconcertante" el aumento de los conflictos y las divisiones en el mundo, así como la "creciente sensación de desconfianza y temor" que está teniendo "un efecto perjudicial en las relaciones internacionales, con el resultado de que la arquitectura del desarme se está viendo gravemente socavada, mientras que los gastos militares aumentan de forma espectacular".
Tratado
Un preocupante cambio de prioridades
En lugar de utilizar los fondos para "hacer frente a los urgentes desafíos mundiales, como la pobreza y el hambre", demasiados Estados están "redirigiendo cada vez más recursos preciosos hacia el armamento", señaló el delegado vaticano.
Y en nombre de la Santa Sede, expresó su preocupación por este "cambio de prioridades". El llamamiento es, pues, a reorientar las inversiones hacia la "seguridad", el "desarrollo humano integral" y la "paz". En el mundo actual, donde las armas de destrucción son cada vez más poderosas, "ha llegado el momento de decir seriamente 'no' a la guerra, de afirmar que las guerras no son justas, sino que sólo la paz es justa: una paz estable y duradera, no construida sobre el peligroso equilibrio de la disuasión, sino sobre la fraternidad que nos une", afirmó monseñor Caccia. "Es responsabilidad colectiva de la comunidad internacional garantizar que las atrocidades del pasado no se repitan y que las generaciones futuras estén protegidas de las catastróficas consecuencias de la guerra nuclear".
El Tratado es un paso importante
Para la Santa Sede, a pesar de los "numerosos desafíos y tendencias preocupantes", el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares es un "faro de esperanza y progreso" que "llena un vacío crítico en la arquitectura global del desarme", añadió el arzobispo, que pidió "trabajar en sinergia para establecer un entorno global más seguro". Cualquier verificación para "asegurar la eliminación irreversible de las armas nucleares" debe basarse, de hecho, en "garantías establecidas". De ahí el aprecio por los "avances científicos" para comprender mejor los efectos de las armas nucleares sobre "la salud humana, el medio ambiente y las generaciones futuras".
"La conciencia humana siempre será más fuerte frente a toda voluntad de dominación y destrucción. No podemos permitir que las generaciones actuales y las nuevas pierdan la memoria de lo ocurrido, memoria que es garantía y estímulo para construir un futuro más justo y fraterno".