Invita a "ayunar de habladurías y maledicencias, un buen ayuno que no les hará pasar hambre" El Papa condena el "vil secuestro de 317 muchachas raptadas en su escuela" de Nigeria
Francisco anima a la investigación de las enfermedades raras y pide "hacer sentir a los niños que sufren estas enfermedades la caricia y la ternura de Dios".
“Ser pequeñas lámparas del Evangelio que lleven un poco de amor y esperanza: ésta es la misión del cristiano”
“A veces, nos sentimos asustados ante grandes enigmas como la enfermedad, el dolor inocente o el misterio de la muerte”
“Debemos guardarnos de la pereza espiritual: estamos bien, con nuestras oraciones y liturgias, y esto nos basta”
“¡No! Subir al monte no es olvidar la realidad; rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida”
“A veces, nos sentimos asustados ante grandes enigmas como la enfermedad, el dolor inocente o el misterio de la muerte”
“Debemos guardarnos de la pereza espiritual: estamos bien, con nuestras oraciones y liturgias, y esto nos basta”
“¡No! Subir al monte no es olvidar la realidad; rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida”
“¡No! Subir al monte no es olvidar la realidad; rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida”
Desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco condenó "el vil secuestro de 317 muchachas raptadas en su escuela" de Nigeria y, en la Jornada de las Enfermadades raras, recordó a estos enfermos, especialmente a los niños, a los que invitó a "hacerles sentir la caricia y la ternura de Dios". En el ámbito más religioso, Bergoglio pidió que, en Ciaresma, los fieles ayunen "de habladurías y maledicencias, un buen ayuno que no les hará pasar hambre", al tiempo que recordaba que la misión del cristiano es "ser pequeñas lámparas del Evangelio que lleven un poco de amor y esperanza".
Texto íntegro de la catequesis del Papa
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El segundo domingo de Cuaresma nos invita a contemplar la transfiguración de Jesús en el monte, ante tres discípulos (cf.Mc9,2-10). Poco antes, Jesús había anunciado que, en Jerusalén, sufriría mucho, sería rechazado y condenado a muerte. Podemos imaginar lo que debió ocurrir en el corazón de sus amigos más íntimos: la imagen de un Mesías fuerte y triunfante entra en crisis, sus sueños se hacen añicos, y la angustia los asalta al pensar que el Maestro en el que habían creído sería ejecutado como el peor de los malhechores. Es precisamente en ese momento cuando Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan y los lleva consigo al monte.
Dice el Evangelio: «Los llevó a un monte» (v. 2). El monte es el lugar elevado, donde el cielo y la tierra se tocan, donde Moisés y los profetas vivieron la extraordinaria experiencia del encuentro con Dios. Jesús sube con los tres discípulos y se detienen en la cima del monte. Aquí, Él se transfigura ante ellos. Su rostro radiante y sus vestidos resplandecientes, que anticipan su imagen de Resucitado, ofrecen a estos hombres asustados la luz de la esperanza para atravesar las tinieblas: la muerte no será el fin de todo, porque se abrirá a la gloria de la Resurrección.
Hermanos y hermanas, como exclamó el apóstol Pedro (cf. v. 5), es bueno estar con el Señor en el monte, vivir esta "anticipación" de luz en el corazón de la Cuaresma. Es una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil (y muchos de vosotros sabéis en qué consiste atravesar una prueba difícil), que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra.
A veces pasamos por momentos de oscuridad en nuestra vida personal, familiar o social, y tememos que no haya salida. Nos sentimos asustados ante grandes enigmas como la enfermedad, el dolor inocente o el misterio de la muerte. En el mismo camino de la fe, a menudo tropezamos cuando nos encontramos con el escándalo de la cruz y las exigencias del Evangelio, que nos pide que gastemos nuestra vida en el servicio y la perdamos en el amor, en lugar de conservarla y defenderla.
Necesitamos, entonces, otra mirada, una luz que ilumine en profundidad el misterio de la vida y nos ayude a ir más allá de nuestros esquemas y de los criterios de este mundo. También nosotros estamos llamados a subir al monte, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de su victoria pascual.
Pero tengamos cuidado: esa sensación de que “es bueno estarnos aquí” no debe convertirse en pereza espiritual. No podemos quedarnos en el monte y disfrutar solos de la dicha de este encuentro. Jesús mismo nos devuelve al valle, entre nuestros hermanos y a nuestra vida cotidiana. Debemos guardarnos de la pereza espiritual: estamos bien, con nuestras oraciones y liturgias, y esto nos basta. ¡No! Subir al monte no es olvidar la realidad; rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida; la luz de la fe no es para una bella emoción espiritual. Estamos llamados a vivir el encuentro con Cristo para que, iluminados por su luz, podamos llevarla y hacerla brillar en todas partes. Encender pequeñas luces en el corazón de las personas; ser pequeñas lámparas del Evangelio que lleven un poco de amor y esperanza: ésta es la misión del cristiano.
Recemos a María Santísima para que nos ayude a acoger con asombro la luz de Cristo, a guardarla y a compartirla.
Saludos después del ángelus
Uno mi voz a la de los obispos de Nigeria, para condenar el vil secuestro de 317 muchachas raptadas en su escuela, en el noroeste del país. Recemos por estas muchachas, para que puedan volver pronto a casa. Estoy cercano a sus familias y a ellas. Recemos juntos. Recemos a la Virgen, para que los custodie.
Hoy se celebra la Jornada mundial de las enfermedades raras. Saludo a los miembros de las asociaciones implicadas en este ámbito, que han venido a la plaza. Es muy importante la red de solidaridad entre los familiares, que les ayuda a no sentirse solos y a intercambiar experiencias y consejos. Animo las iniciativas que impulsan la investigación y su curación y expreso mi cercanía a los enfermos, a las familias y especialmente a los niños. Estad cercanos a los niños enfermos, a los que sufren. Rezad por ellos y hacerles sentir la caricia y la ternura de Dios. Curad a los niños con la oración también. Recemos por todas las personas que tienen todas estas enfermedades raras y por los niños que sufren.
Les aconsejo un ayuno, que no les hará pasar hambre: ayunar de las habladurías y de las maledicencias. En esta Cuaresma no hablaré de los demás y no murmuraré. Un buen ayuno éste. Y será útil también leer cada día un pasaje del Evangelio, llevando el Evangelio en el bolsillo.
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