Entrevista exclusiva con el prefecto del Dicasterio para la Comunicación Paolo Ruffini: "Un buen periodista tiene el deber de investigar, de denunciar situaciones de injusticia, de corrupción, de abusos incluso dentro de la Iglesia, sin quedarse preso en el relato del mal"

El Papa y Ruffini
El Papa y Ruffini

"El Papa Francisco nos pide a todos que seamos testigos y promotores de una comunicación de esperanza, que sepa curar las heridas de la humanidad de hoy construyendo puentes donde encontramos muros"

"No podemos atrincherarnos en el paradigma «Roma locuta est». Tampoco podemos ceder ante quienes siembran la división, el odio, las fake news, el veneno"

"La del Papa es una comunicación de proximidad...A ello se añaden su valentía, su creatividad, virtudes innatas que le permiten romper moldes y llegar directamente al corazón de la gente"

"El periodista tiene el deber de hacer preguntas incómodas, de sacar a la luz lo que está mal", pero "evitando caer en la trampa de la interpretación ideológica, del espíritu de división, de la búsqueda fácil de chivos expiatorios"

Fue el primer laico nombrado prefecto de un dicasterio vaticano en 2018. Paolo Ruffini (Palermo, 1956) es el 'zar de la comunicación' del Vaticano, pero no presume de ello, consciente de que el Jubileo "nos desafía a los periodistas a un examen de conciencia y nos obliga a un acto de humildad".

Bregado en mil batallas periodísticas, Ruffini asegura, en el día de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, que la comunicación vaticana es (o intenta ser) un "instrumento al servicio de la comunión eclesial" o una "plataforma para compartir", siguiendo la dinámica comunicacional del Papa, basada en la "proximidad", pero sin "ceder ante quienes siembran la división, el odio, las fake news, el veneno". 

También cree que el buen profesional de la información religiosa "tiene el deber de hacer preguntas incómodas, de sacar a la luz lo que está mal". O dicho de otra manera, "tiene el deber de investigar, de denunciar situaciones de injusticia, de corrupción, de abusos incluso dentro de la Iglesia. Pero también el deber de no quedarse preso en el relato del mal". Y todo ello, evitando "caer en la trampa de la interpretación ideológica, del espíritu de división, de la búsqueda fácil de chivos expiatorios", explica el prefecto curial desde una teoría cosida con toda una vida dedicada a la información religiosa. 

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Paolo Ruffini

¿Qué tiene que decir el Jubileo a los profesionales de la información religiosa?

Nos dice que podemos y debemos esperar y construir una mejor comunicación a través de esta misma esperanza. Nos dice que la comunicación fundada en el compartir amable de la verdad, y en la capacidad de ver las cosas en su totalidad, en su perspectiva de salvación, es la buena tierra que hay que sembrar. Nos dice que nosotros mismos somos la esperanza de un futuro mejor. Pero también que debemos redescubrir el sentido más bello y profundo de la comunicación: la confianza en el otro, el don de sí, la relación. El Jubileo nos desafía a un examen de conciencia. También nos obliga a un acto de humildad.

A la vez que nos habla de la importancia de los periodistas, de los comunicadores; de su vocación, del papel necesario que tienen -que tenemos- para cultivar la memoria y dar sentido a cada narración; nos recuerda también que la comunicación nos concierne a todos. El Papa Francisco nos pide a todos que seamos testigos y promotores de una comunicación de esperanza, que sepa curar las heridas de la humanidad de hoy construyendo puentes donde encontramos muros. Un punto fundamental, en mi opinión, es el estímulo que el Papa nos da para contar historias de bien, y también para contar bien el mal, sin dejarnos fascinar y atrapar por él; para activar dinamismos de bien; para superar la indiferencia hacia los débiles, hacia los «descartados». Con demasiada frecuencia, la indiferencia parece dominar el mundo actual e incluso la información.

¿Cómo juzga la comunicación del Vaticano?

Nuestra tarea, en este mundo oscurecido y dividido, es tejer una red de bien. Somos Iglesia, al servicio del Papa en su servicio a toda la Iglesia. No se puede entender el Dicasterio para la Comunicación, su estructura, su organización, su existencia misma, fuera de la naturaleza misionera de la Iglesia y de la reforma de toda la Curia romana, a la que el Papa ha pedido una conversión sinodal, pastoral y misionera.

El Papa y Ruffini

Han pasado casi diez años desde la creación del Dicasterio para la Comunicación. En este tiempo hemos aprendido -día tras día- que la comunicación funciona si está tejida de relaciones, si logra impartir dinamismos de bien, si no se vive como una entrega de información de unos a otros, sino si construye un protagonismo colectivo. Esto es la comunión. No podemos atrincherarnos en el paradigma «Roma locuta est». Tampoco podemos ceder ante quienes siembran la división, el odio, las fake news, el veneno.

La comunicación no es una superestructura. Mucho menos puede serlo en la Iglesia.

La nuestra quiere ser una comunicación de servicio. Servicio ante todo a la Iglesia y al Papa. Me gusta pensar que así se percibe la comunicación mediática vaticana: un instrumento al servicio de la comunión en la Iglesia y de la cultura del encuentro en el mundo. Una plataforma para compartir. El Papa Francisco nos lo ha dicho muchas veces: el principio que debe guiar a los medios de comunicación de la Santa Sede es el principio misionero. Estamos llamados a salir al encuentro de las mujeres y de los hombres de nuestro tiempo, contando sus vidas, sus esperanzas, sus preocupaciones. Para hacerlo lo mejor posible, los medios de comunicación vaticanos hablan hoy más de 50 lenguas -incluida la lengua de signos- y desarrollan su información con todos los medios que nos ofrecen las nuevas tecnologías. En este Jubileo queremos ser un gran espacio de esperanza, capaz de acoger las experiencias de tantos comunicadores de todo el mundo comprometidos con un futuro mejor.

Papa comunicador

¿Cuáles son las virtudes comunicativas que hacen que el Papa rompa moldes incluso en este campo?

Incluso en la comunicación, el Papa Francisco se centra en las relaciones humanas. La suya no es una comunicación estudiada «en un escritorio». No es una estrategia que siga la lógica del marketing. Su comunicación es profundamente relacional. En el centro de su comunicación está siempre la persona. Creo que la gente lo ha reconocido muy claramente desde los primeros momentos de su pontificado. Y así han entendido lo que quiere decir el Papa Francisco cuando habla de la Iglesia que sale. Cuando repite todos, todos. Porque cada uno se reconoce en ese todos. Y cada uno encuentra así razones para volver a empezar. Francisco se hace verdaderamente comprender por todos, sin distinción de edad, de cultura, de origen geográfico. La suya es una comunicación de proximidad, que sabe hacerse cercana a todos y a cada uno. Esta capacidad innata de entrar en relación con los demás, sean quienes sean, y de ser portador de mensajes valiosos para todos -creyentes y no creyentes- hacen de él un comunicador verdaderamente formidable. A ello se añaden su valentía, su creatividad, virtudes innatas que le permiten romper moldes y llegar directamente al corazón de la gente.

En las últimas décadas, ¿la información ha dejado de ser un servicio público para convertirse en un negocio?

Así es. En los últimos años, los intereses económicos son cada vez más predominantes en el sistema informativo. La competencia por atraer nuevas audiencias ha empujado, desgraciadamente, a muchos medios de comunicación a centrarse en contenidos sensacionalistas y polarizadores en detrimento de la calidad y la información. Y sobre todo de la verdad. El propio Papa nos ha recordado muchas veces que la información libre, profesional y no ideologizada es buena para las sociedades y un pilar para el sistema democrático de un país. Estoy seguro de que este Jubileo de la Comunicación nos ayudará también a reflexionar sobre la importancia de una información de calidad, sobre el papel imprescindible de los profesionales, y sobre cómo todos -no sólo los profesionales- estamos llamados a ser testigos de la verdad, tejedores de comunión. Y sobre cuánto bien pueden hacer los medios de comunicación que se centran en los hechos y las personas, en lugar de la instrumentalización y las opiniones estereotipadas.

¿Puede el mundo actual morir de sobrecarga de información?

Ciertamente, éste es uno de los grandes problemas del mundo actual, no sólo el sistema de información. Hoy estamos literalmente inmersos en un océano de datos, información y noticias que a menudo resultan ser noticias falsas. Con acceso a una cantidad casi ilimitada de noticias a través de Internet y las redes sociales, la gente se ve constantemente bombardeada con información cuyo significado apenas comprende. Uno de los riesgos que corremos es, por tanto, que sepamos mucho más que antes pero que no entendamos su significado, que ya no sepamos interpretar la realidad. Una vez más, necesitamos medios de comunicación que puedan ofrecer un valor añadido al público, a las comunidades. Creo que aunque muchos piensen que el periodismo puede ser sustituido por las nuevas tecnologías, empezando por la Inteligencia Artificial, siempre serán necesarios periodistas que, gastando la suela de los zapatos como él decía, cuenten la vida de las personas y de los pueblos. Saben ver el corazón de las personas, la esencia de las cosas.

El Papa contra las fake news

¿La misión de un buen periodista es denunciar lo que no funciona (incluso en la Iglesia) y proponer soluciones?

Por supuesto que sí. Un buen periodista tiene el deber de investigar, de denunciar situaciones de injusticia, de corrupción, de abusos incluso dentro de la Iglesia. Pero también el deber de no quedarse preso en el relato del mal. Porque el mal no ha ganado ya. Siempre hay perspectivas para el bien. El periodismo de soluciones nos reta a buscarlo. Recuerdo que en más de una ocasión, el Papa Francisco dio las gracias a los periodistas que habían escuchado a las víctimas de abusos y habían sacado así a la luz escándalos y violaciones que habían permanecido encubiertos durante demasiado tiempo. Y muchas veces también nos pidió que no nos detuviéramos en una narración superficial, que profundizáramos, que viéramos con el corazón. Así que, sí, el periodista tiene el deber de hacer preguntas incómodas, de sacar a la luz lo que está mal. Creo que un periodista, especialmente un creyente, también tiene el deber de provocar el debate público. No detenerse en la denuncia, sino también suscitar un debate sobre cuestiones relevantes para la vida de la sociedad y de la Iglesia.

¿Necesitamos un periodismo más profesional (basado en hechos) y menos ideológico (de opinión) también en la información religiosa?

Sin duda alguna. Es fundamental que el periodismo, y esto vale también para la información religiosa, se base en hechos comprobables y en informaciones veraces, evitando, como decía antes, caer en la trampa de la interpretación ideológica, del espíritu de división, de la búsqueda fácil de chivos expiatorios. Me gusta recordar lo que dijo el Papa Francisco en el encuentro con los operadores de comunicación el 17 de marzo de 2013, inmediatamente después de su elección: «Los acontecimientos eclesiales responden a una lógica que no es primariamente la de las categorías, por así decir, mundanas, y precisamente por esto no es fácil interpretarlos y comunicarlos a un público vasto y variado. La Iglesia, en efecto, aun siendo ciertamente también una institución humana, histórica, con todo lo que ello comporta, no tiene una naturaleza política, sino esencialmente espiritual: es el «Pueblo de Dios». Creo que estas palabras del Papa, pronunciadas hace doce años, son más actuales que nunca, incluso hoy, para ayudar a comprender el estilo, el enfoque y la perspectiva que deben caracterizar el trabajo de un periodista que se ocupa de información religiosa.

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