Son las palabras del obispo de Maldonado (Amazonía peruana) Misionero Martínez: "Siempre he soñado con estar en 'primera línea', es mi vocación"

Fr. David Martínez Aguirre junto al papa Francisco
Fr. David Martínez Aguirre junto al papa Francisco

Hace 19 años, un joven misionero dominico español llega a la Amazonia peruana a vivir una experiencia de tres meses. 14 años después, el Papa Francisco le nombra obispo de ese mismo lugar

La frase del Evangelio que le ha acompañado siempre es: “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará (Mc. 8, 34-35)”

Es el padre y misionero David Martínez, que asegura: "La misión me obligó a 'bucear' en estas culturas, me obligo a un poquito 'desnudarme' de mí mismo y a intentar aprender y a comprender la vida de los otros"

Como obispo, anima la dimensión de la caridad, "que tiene que estar grabada en el corazón de cada creyente y cada comunidad, porque es un mandato de Jesucristo"

Añade que el obispo debe buscar "ser conexión con toda la Iglesia universal, en la comunión con el Papa Francisco, y con toda la iglesia Amazónica", para que el vicariato no esté aislado

(Vatican News).- Hace 19 años, un joven misionero dominico estudiante de teología, llega a la Amazonia peruana a vivir una experiencia de tres meses. El joven dominico, nacido en Vitoria, una pequeña ciudad del país vasco, inicia su experiencia en la zona del Río Madre de Dios, conociendo poco a poco las misiones del interior de la selva sin imaginar que 14 años después, el Papa Francisco le confiaría la tarea de ser obispo del lugar.

“La primera impresión fue fabulosa, de exuberancia, los ríos, del paisaje, la naturaleza, y las comunidades que habitaban… y me despertaron un interés muy especial los pueblos indígenas” confiesa monseñor David Martinez de Aguirre Guinea, actualmente obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, en la selva del río Madre de Dios, en la Amazonía peruana, en el suroriente del país.

Durante esos meses iniciales, el entonces joven misionero, quedó impactado por la diferente concepción de la vida y del tiempo que tenían pueblos indígenas. “Me di cuenta que había una cosmovisión, una forma de entender el mundo, de leer la naturaleza muy diferente a lo que yo siempre había conocido”.

“Quedé impactado. Y fue cuando tome la decisión, después de aquel viaje al que me habían invitado a venir precisamente para ver si me animaba a venir a las misiones, ¡que era mi sueño! Después de aquelo le dije a los misioneros: ‘quiero consagrar mi vida a estos pueblos, a esta realidad, a esta gente’.”

El padre David comienza su actividad pastoral en la misión de Kirigueti, en el interior de la selva cuzqueña. Allí vive en comunidad nativa, y todo su trabajo pastoral se desarrolla con los pueblos indígenas machiguengas, ashánincas, kakinte. “Esto me obligó a ‘bucear’ en estas culturas, me obligo a un poquito ‘desnudarme’ de mí mismo y a intentar aprender y a comprender la vida de los otros”. Y es allí donde desplegará su misión durante 14 años, hasta que el Papa Francisco el 8 de julio de 2014 lo nombró obispo coadjutor del Vicariato Apostólico.

“Yo, que tengo una vocación misionera, siempre he soñado con estar en ‘primera línea’. Ahora de alguna manera tengo que sacrificar un poquito eso, esa ilusión, para permitir que sean otros los que estén en esa ‘primera línea’, en ese primer contacto con la gente. Y a mí me toca animándoles, facilitándoles, empujándoles… No obstante, siempre intento también darme una cuota, un ‘regalito’, de poder tener un contacto directo con las comunidades, con la gente, con las parroquias, con todo el pueblo de Dios a quien queremos regalar nuestra vida, a quien pues hemos entregado todo lo que somos.”

Hoy día el Vicariato de Puerto Maldonado cuenta con 24 parroquias y 25 sacerdotes, de los cuales 20 son nativos de las comunidades campesinas. Monseñor David, reconoce que su principal tarea es animar la obra de la evangelización,  en sentido amplio, acompañando a sus principales colaboradores: los sacerdotes y las religiosas. Siente como una misión prioritaria el acompañar, atender y cuidar de los sacerdotes, animándoles “para que puedan seguir regalando su vida con alegría”, intentando fortalecerlos en lo espiritual y en todas las dimensiones de la vida.

Al mismo tiempo, otra de sus tareas fundamentales es la cultural, para la promoción de los pueblos, especialmente a través de las instituciones educativas. Uno de los ejemplos en el ámbito educativo, es la Red Escolar de la selva del suroriente peruano, formada por cerca de 90 instituciones educativas en comunidades indígenas distribuidas en todo el Vicariato, cuya misión es fortalecer la cultura de estos pueblos. “Fortalecer la educación es uno de los mejores servicios que la Iglesia católica hoy está brindando en la Amazonía peruana” afirmó monseñor Martínez.

Como obispo, también anima la dimensión de la caridad, “que tiene que estar grabada en el corazón de cada creyente y cada comunidad, porque es un mandato de Jesucristo” señala. A través de las Caritas, de las oficinas de derechos humanos, la iglesia en la Amazonía peruana desarrolla una tarea de promoción del campesinado, buscando alternativas de vidas sostenibles, para poder vivir en diálogo con el planeta.

Del mismo modo, monseñor David coordina las obras sociales del Vicariato, como por ejemplo las residencias de estudiantes pertenecientes a pueblos indígenas, donde se busca formar jóvenes para el liderazgo de las comunidades. “Muchos de los jefes de las comunidades, de los profesionales que se encuentran en las comunidades han sido antiguos alumnos de las residencias de estudiantes. Es una alegría descubrir que los han fortalecido en su propia identidad, y que ellos devuelven a sus pueblos esas fortalezas que han adquirido” explica.

Finalmente, señala el prelado que el obispo debe buscar “ser conexión con toda la Iglesia universal, en la comunión con el Papa Francisco, y con toda la iglesia Amazónica”, para que el vicariato no esté aislado.

"El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. (Mc. 8, 34-35)"

Monseñor David reconoce finalmente que ha experimentado esta frase bíblica en su tarea misionera durante estos 20 años. “Cómo, cuando uno se despreocupa de sí mismo y se da de lleno a los demás, la profunda satisfacción que tiene y gana la vida, ya en esta vida, con la promesa de la vida eterna”.

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