"Tampoco puedo esconderles que estoy encontrando fuertes resistencias para admitir algo obvio: el Instituto del Verbo Encarnado, como cualquier institución eclesial y como la misma Iglesia —semper reformanda—, ha de reconocer el daño producido por algunos de sus miembros y ciertas dinámicas –internas y externas– que no transparentan el estilo de Jesucristo". El obispo de Teruel y Albarracín, y delegado pontificio para el Instituto del Verbo Encarnado, José Antonio Satué, ha escrito una carta a sus miembros, dos meses y medio después de ser designado por Francisco.
En la misma, Satué hace balance de sus primeros momentos al frente de esta realidad. A lo largo de este tiempo, apunta el prelado, "se evidencia la necesidad de una reforma", que no todos están aceptando, aunque "es indudable el inmenso bien que el Instituto realiza en ustedes mismos, en sus familias y en las personas con las que trabajan en tantos lugares del mundo, en tantas periferias".
"Sólo con una actitud de sincera conversión, podremos avanzar", explica el prelado a los miembros del IVE, a quienes intenta explicar que "he tenido la sensación de que el amor al Instituto es tan grande, que no les permite reconocer elementos concretos en los que se evidencia la necesidad de una reforma".
"Por eso, como Delegado Pontificio, no les voy a pedir que amen menos al Instituto, ¡todo lo contrario! Les pido que lo amen más y mejor, con los ojos más abiertos, para identificar tanto el bien como el mal; pues sería una pena que por la resistencia a reconocer los errores, se eche a perder el gran bien realizado", finaliza la carta, en la que Satué insta a que "poco a poco seamos capaces de señalar ámbitos y acciones concretas de renovación, y podamos vivirlas no como una infidelidad al carisma, sino como un bien para la Congregación".