Los canonistas, el Nuncio filipino y el secretario/prefecto (III) "Que un Papa a su secretario particular nombre obispo es reprochable por falta de elegancia o por abuso"
"Atribuyendo al conferenciante del principio, monseñor Carrasco Rouco, pretensiones o pretextos desmedidos para llegar a ser arzobispo de Santiago de Compostela"
"Y es que el tal Georg acumuló cargos: fue secretario (particular) de “mi bendito Benedicto”, y fue Prefecto de la “Casa Pontificia” de dos Papas simultáneamente"
"Que un Papa a su secretario particular nombre obispo o le conceda rango de Prefecto de la Casa Pontificia, al menos, es reprochable por falta de elegancia o por abuso"
"Que un Papa a su secretario particular nombre obispo o le conceda rango de Prefecto de la Casa Pontificia, al menos, es reprochable por falta de elegancia o por abuso"
Entre la 2ª parte de “El nuncio filipino” y la presente, que podría ser la 3ª, ocurrió la muerte del Papa Emérito, al que dediqué el artículo “Mi bendito Benedicto”, aquí publicado minutos antes del óbito, en la mañana del 31 de diciembre último. Ya entonces escribí que en la 3ª parte, o sea ahora, además de analizar el carácter de representante papal del Nuncio o Nuntius en las ceremonias de Ordenación episcopal de los que llamé “los tres fernandos” (monseñores Valera, G. Cadiñanos y Pardo), se trataría del Nuncio en cuanto conferenciante en las sesiones de la Asociación Española de Canonistas, celebradas en Madrid, del 20 al 22 de abril de 2022.
I.- Los ejecutores jurídicos-canónicos:
Tal anuncio parece que excitó el celo (del latín zelus, que, según la académica doña Clara Janés se refiere al periodo álgido sexualmente hablando de los animales), celo de mujer o de hombre, canonista en cualquier género, que se apresuró a avisarme. A avisarme de que si la conferencia de clausura de las 41 Jornadas de los “ejecutores jurídicos-canónicos” fue a cargo del representante papal, nacido en las antípodas Islas Filipinas, la conferencia de apertura correspondió al Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Lugo y Presidente de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura de la Conferencia Episcopal Española, don Alfonso Carrasco Rouco, nacido cerca, en la Villalba de Lugo, como su tío carnal, el Cardenal.
A mi comunicante, ya dije que tal hecho (la conferencia de apertura) lo sabía, y que un comunicador -le expliqué- ha de ser introvertido, cuidadoso y no contar más de lo debido, procurando que su escritura excite, aguijone dudas e incluso celo o los celos. Y me enteré -así también lo manifesté a mi comunicante- hace un mes más o menos, al advertirme por internet la editorial Marcial Pons de la publicación del libro Dimensión jurídica de la actuación de la Iglesia hoy, estando en ese libro ambas conferencias, la del principio y la de clausura, y habiendo un trabajo interesante de un ejecutor o experto jurídico-canónico, titulado La inmadurez de la persona y la incapacidad para consentir, que también releí. Aquel libro lo adquirí inmediatamente, a primeros de diciembre, en mi librería, la Cervantes, de Oviedo.
Y aunque lo que antecede, lo del principio y lo del final, nada tiene que ver con la poesía, las dos conferencias me recordaron, de los Cuatro cuartetos de T.S. Eliot, los siguientes versos (“lo que llamamos el comienzo es a menudo el fin, y llegar a un fin es hacer un comienzo”):
What me call the beginning is often the end
And to make an end is to make a beginning.
A mi comunicante también dije que su juicio, atribuyendo al conferenciante del principio, monseñor Carrasco Rouco, pretensiones o pretextos desmedidos para llegar a ser arzobispo de Santiago de Compostela, y subir así con gloria las escaleras desde la Plaza del Obradoiro hacia el altar catedralicio, no me parecía probado. No pude concebir -dije-que el afán de poder llegara a tanto, y que la sabiduría o el alarde sobre “La enseñanza religiosa en la escuela” fuere palanca de obispos sufragáneos para llegar a sedes metropolitanas. En asunto de tanta importancia -añadí a mí comunicante jurista- no valen las hipótesis meras, sólo las certezas.
Lo de Tuy-Vigo, por lo contrario, sí que me pareció verosímil; una diócesis importante la de Tuy, sin duda más que la de Lugo. De Tuy fue Obispo fray José López Ortíz, sabio historiador-jurista y próximo al Opus Dei. Además -añadí a mi comunicante, como factores importantes para lo de Tuy- que desde la galería de esa Catedral hay unas vistas maravillosas, viéndose lejos el lento y cadencioso fluir del Rio Miño hacia su final, y viéndose cerca la “Fortaleza” de Valença do Minho, muy de encajes, puntillas, cobertores y toallas a buenos precios.
II.- La conferencia del Nuncio de Filipinas:
El cierre de la Asamblea de canonistas fue encomendado al filipino Nuncio o Mensajero, representante del Papa en España, que disertó sobre Fundamentos antropológicos del amor conyugal. Explicó, sin citar la preceptiva Constitución conciliar Gaudium et Spes, números 47 a 52, ambos inclusive, la esencia del amor, quedando la cosa un tanto confusa, pues dijo: “El amor es una especie de fusión de un alter ego, o quizá mejor: el amor hace de mi otro “tú”, me identifica con el “tú”, y me hace vivir su vida su amor”.
En tiempo importante, álgido, de su parlamento, añadió: “En este momento de mi intervención, que tiene solo el carácter de clausura, no debo poner al extremo su paciencia. El silencio se hace oro”. Y los canonistas, o “ejecutores jurídicos-canónicos”, hombres o mujeres, como fueron denominados por el nuncio filipino, quedaron fríos, incluso los más calientes, por ese final casi en seco. Y si esa conferencia fue pronunciada en la primavera de 2022, en el invierno del mismo año, en el llamado “Día de los Inocentes”, el 28 de diciembre de 2022, el Papa Francisco, con ocasión del IV centenario de la muerte de San Francisco de Sales, firmaría la Carta Apostólica Totum amoris est (Todo pertenece al amor).
III.- Lo del secretario particular o lo del Prefecto de esa Oficina curial, llamada la “Casa Pontificia”, también canonista:
Correspondería tratar a continuación lo prometido sobre las Ordenaciones episcopales y el papel del representante o mensajero del Papa. Mas los acontecimientos ocurridos tras la muerte del Papa emérito y, sobre todo, por la verborrea imparable de quien debería estar callado, casi tanto como el muerto, el germánico Georg Gänswein, obligan a dejar para próximo artículo lo que debería ser ahora.
Y es que el tal Georg acumuló cargos: fue secretario (particular) de “mi bendito Benedicto”, y fue Prefecto de la “Casa Pontificia” de dos Papas simultáneamente. Según la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, del Papa Francisco, hoy vigente, la “Casa Pontificia” es una Oficina curial (artículos 228 y siguientes). En la anterior Pastor Bonus de San Juan Pablo II, la llamada “Casa Pontificia” no tenía la naturaleza de Oficina, sino lo propio de “las otras instituciones de la Curia Romana”. Habrá, pues, que distinguir unas diferentes, diversas, funciones: las privadas que resultan de ser secretario particular de un Papa, de las públicas, propias de un Prefecto de una Oficina de la Curia Romana.
¿Y por qué esa confusión? Asunto complicado: los secretarios particulares de los Papas Juan XXIII y Pablo VI, Loris Francesco Capovilla y Pasquale Macchi, respectivamente, fueron sólo eso, secretarios particulares, que ya fue bastante; a ninguno de los dos “secretarios” el Papa respectivo nombró obispos (a Loris Capovilla nombró obispo Pablo VI y a Pasquale Macchi nombró obispo San Juan Pablo II). Ser Prefecto de la “Casa Pontificia” era otro asunto muy diferente, no en manos de los secretarios particulares. La cosa empezó a mezclase en tiempos de San Juan Pablo II, pues su secretario particular, el también polaco y todopoderoso, Stanislaw Dziwisz, se empeñó en serlo todo: secretario particular, Prefecto de la Casa Pontificia y Arzobispo (no llegó a nombrar San Juan Pablo II a Dziwisz cardenal de la Iglesia Católica de puro milagro).
Esa confusión o mezcolanza la mantuvo Benedicto XVI, que a su secretario particular nombró también Prefecto de la Casa Pontificia y Arzobispo, después del cese del hoy cardenal Harvey. El Papa Francisco no puso orden en tal desmesura, sino que la aumentó, haciendo al alemán también Prefecto de su Casa Pontificia.
Es lógico que un ambicioso secretario canonista quiera ser arzobispo, y el sitio es el mejor para ello, pero ello no debiera ser así. Que un Papa a su secretario particular nombre obispo o le conceda rango de Prefecto de la Casa Pontificia, al menos, es reprochable por falta de elegancia o por abuso. ¿Dónde está escrito que un eficiente secretario particular de un Papa tenga, per se, dotes y atributos apostólicos, propios de un Obispo? El Concilio, tan de Obispos, nada dice sobre esto ni en las Constituciones ni en los Decretos. Con los “ceremonieros” pasa lo mismo: obispos y arzobispos, como Guido y Piero Marini, respectivamente.
La explicación hay que encontrarla en el llamado Cursus honorum de los eclesiásticos, que considera que una buena carrera eclesiástica se culmina con mitra y báculo. Y novedad, novedad importante del Papa Francisco es haber excluido al cardenalato del “Cursus honorum”. Es evidente, natural, que personas de ambición, del tipo de Georg Gänswein, mantengan un concepto ya viejo, de antes, del Cursus honorum, y teniendo en cuenta que los cambios en la mentalidad de los “carreristas”, en lo civil, eclesiástico y militar, tardan años en producirse.
De las muchas declaraciones la pasada semana del arzobispo Gänswein interesan dos:
a).- A la Radio Vaticana, en italiano, reiteró (minutos 10 a 13) que la verdad, lo verdadero, en la renuncia de Benedicto XVI estaba en sus propias palabras en latín, pronunciadas el 11 de febrero: “No tengo la fuerza de guiar a la Iglesia”. Y apostillo ahora que en todos los intentos que presencié de renuncia, al que lo pretendía, siempre escuché decir lo mismo: “Es que no tengo fuerza para continuar”. Ninguna novedad, pues. Y, por esa conversación supimos que, inteligentemente, monseñor Gänswein trató de convencer al Pontífice Ratzinger de que la renuncia no era posible.
b).- Resulta sorprendente que manifestará el arzobispo sorpresa cuando fue despojado por el Papa Francisco de las funciones de Prefecto de “Su casa Pontificia”, no “sentándolo” a la derecha en las públicas audiencias. Y es sorprendente que nada “supiera” cuando otros, desde lejos sí lo supieron, lo supimos y lo denunciaron, lo denunciamos: El libro Desde lo más hondo de nuestros corazones, escrito por el Cardenal Robert Sarah y Benedicto XVI. Sobre eso escribimos, certificando que lo sabíamos, aquí mismo, el 2 de junio de 2020.
IV.- Lo del Cardenal Schönborn:
Y días pasados, desde púlpitos, cátedras y periódicos se escucharon y se pudieron leer bobadas y tonterías inmensas, monumentales, hagiográficas sobre Benedicto XVI, que nada interesaron. En cambio, presté especial atención a una entrevista televisada, en la cadena francesa KTO, siendo preguntado el cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena, aristócrata, teólogo y canonista, sobre la renuncia al Papado de su maestro Ratzinger, y dijo: “Espero que la fórmula de Papa emérito no tenga tradición. Ser Papa, ser papá, no es un oficio, es un ser”.
Y el que tanto, ahora, se aconseje, directa o indirectamente, a Francisco a renunciar, es una buena razón, a más, para no hacerlo.
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